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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

38 LUIS ALFONSO ARCARAZO GARCÍA Por su parte, los cirujanos españoles también publicaron varios tra-tados sobre el tratamiento de las heridas por arma de fuego basados en sus experiencias, como el de Francisco Canivell titulado Tratado de las heridas de armas de fuego, para los alumnos del Colegio de Cirugía de Cádiz, publicado en 1789 o el Tratado sobre las heridas de armas de fuego de José Queraltó publicado en 1789.63 Estas técnicas pudieron ponerse en práctica cuando el rey Carlos IV declaró la guerra a la Convención france-sa (1793-1795), que daría lugar a una nueva serie de publicaciones, como el Ensayo sobre el nuevo método de curar las heridas por arma de fuego de Pedro Laplana publicado en 1795; Disertación acerca del verdadero carácter y método curativo de las heridas de arma de fuego de Agustín Pe-láez; Memoria en que se prueba que las heridas de arma de fuego son por si inocentes y sencilla su curación publicado en 1796 por Pablo Ibarrola64 o el Curso Teórico-Práctico de operaciones de cirugía de Diego Velasco y Francisco Villaverde publicado en 1797, que aportaron experiencias útiles para los cirujanos que debían enfrentarse a los destrozos causados por las armas de fuego. En el siglo xix el tratamiento aplicado por la mayoría de los cirujanos españoles en las heridas por arma de fuego fue el menciona-do método Queraltó, según el cual, el cirujano debía tener presente la posi-ción del soldado al ser herido para buscar el proyectil, que solo se extraería si no revestía excesivo riesgo, mientras que en las heridas con fracturas había que colocar los fragmentos de hueso en su sitio y desde luego no usar las sangrías. También afirmaba que al no ser consideradas venenosas, los ungüentos, pomadas y otros tratamientos tópicos eran perjudiciales. No era partidario de cubrirlas, evitando vendajes muy compresivos, ni pre-ocuparse excesivamente por los cuerpos extraños, en cambio consideraba peligrosa la dieta muy severa o hacer sangrías, siendo preferible mantener la supuración y tratar el dolor con opio. El cirujano militar francés Larrey que lo experimentó, comprobó su buen resultado, siendo adoptado por muchos cirujanos militares franceses. 63  José Queraltó fue el primer catedrático de Cirugía del Real Colegio de Cirugía de San Car-los. Entre sus publicaciones hay que destacar el tratado sobre las heridas por arma de fuego, basado en su experiencia como cirujano de los hospitales de sangre del Cuartel General en San Roque, en el Campo de Gibraltar, durante el asedio. Belaústegui Fernández, A.: Antonio Hernández Morejón y otros sanitarios militares ejemplares, Madrid: Ed. Ministerio de De-fensa, 2009, págs. 61-69. 64  Los cirujanos de la época pensaban que las heridas producidas por armas de fuego estaban envenenadas por la pólvora. El tratamiento consistía en abrir la herida y derramar aceite hirviendo para combatir el veneno, lo que empeoraba el pronóstico ya de por sí bastante funesto. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 11-72. ISSN: 0482-5748


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