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tre en su caída, aunque no tenga que usarlo en ella. Si un obstáculo imprevisto ofreciera peligro al bajar el globo, podría ser elevado por medio del lastre. El medio más natural para bajar es abrir la válvula, cosa que debe hacerse con sumo cuidado y a pequeños tirones de cuerda. En principio, es conveniente bajar a una velocidad no superior a cuatro metros por segundo, comprobándolo por el barómetro. Si hace buen tiempo, se toma tierra fácilmente: se suelta la cuerda de equilibrio, se abre un instante la válvula y se arroja el áncora; se continúa abriendo la válvula hasta que la barquilla toca en tierra. Si sopla fuerte viento la maniobra es más delicada, requiriendo mucha sangre fría por parte del piloto. En tal caso, éste debe calcular rápidamente, cuando aún está en el aire, el punto donde más le convenga caer, procurando que sea en lugar resguardado y a ser posible que haya árboles o matorral. Rápidamente arroja el áncora y una vez ésta se ha agarrado en algún obstáculo, abre la válvula hasta que toque la barquilla en tierra. Se tira de la cuerda de desgarro y el globo se deshincha: la ascensión ha terminado. Efectivamente “la ascensión ha terminado”, pero el “viaje no”. Aún falta recoger el globo y su red, plegándolo muy bien para que ocupe el menor espacio posible en su embalaje; unas veces se utilizaban grandes bolsas para contenerlo y en otras, si la barquilla estaba calculada para ello, se utilizaba ésta como envase para el aeróstato. Para recoger el globo se necesitaba habitualmente varias personas y con cierta fortaleza física. La primera fase era estirar el globo, de válvula inferior a válvula superior, después se plegaban desde los laterales hacia el centro y finalmente se enrollaban desde la válvula superior a la inferior. Toda esta ayuda, dependía del lugar de caída del globo, de su cercanía a una población o grupo de gente y sobre todo una cercanía a una estación ferrocarril, porque en aquellos años siempre había que acudir al recurso del tren para regresar a la base. A propósito de este impedimento final, el aeronauta asturiano, de La Felguera, Jesús Fernández Duro, para solventar estas dificultades y muy especialmente para poder volar en solitario, mando construir un globo para tan solo 450 m3 de gas, y una baquilla para contenerle de medidas que encajaran en el hueco de los asientos traseros, que él había eliminado, de su coche, que pilotado por su buen mecánico le seguía desde la salida. Para mejor y con menor esfuerzo recoger el globo, había colocado una larga cuerda a la válvula superior, que por el exterior del globo caía a la barquilla. Cuando el globo había llegado a tierra pero aún le quedaba algo de gas aliviando su peso, Duro corría con la cuerda hacia el extremo tirando de ella para estirar el globo y facilitar luego el plegado. Algunos aeronautas franceses como Paul Tissandier, adoptaron el método y llamaron a esa cuerda, “el recurso Duro”. Duro también fue famoso por su “vicio” de fumador empedernido, acción totalmente “suicida” ante la posibilidad de que una chispa del cigarro hiciera incendiar o explotar el globo cargado de gas. Se inventó una boquilla para fumar, boquilla que en su parte exterior consistía en dos cilindros agujereados de metal extra fino (Sistema Davy, de las lámparas de mina) donde iba insertado el cigarrillo. En la parte delantera llevaba un cierre consistente en una resistencia que al aplicarle Duro una pila de linterna a los electrodos exteriores, producía la incandescencia necesaria para encender el cigarrillo. Para evitar que las chispas saliesen al exterior, los agujeros de los cilindros no coincidían en sus posiciones en la boquilla. En la norma para el vuelo de los aerosteros militares del Parque de Guadalajara, que Duro procuraba practicar también, figuraba entre otros detalle incluir como pasajeras acompañantes del aerostero, unas palomas mensajeras, dado que por volar a merced del viento, este podría llevarles a aterrizar en zonas despobladas, lejanas al ferrocarril o incluso, con heridos si se producía un aterrizaje o accidente de vuelo, por lo que en esos caso se soltaban las palomas con el mensaje del lugar, el estado de los viajeros y las instrucciones para mejor localizarles y rescatarles. A Duro también le sirvió para que una paloma con arraigo en el palomar de su casa familiar llevase a su padre la noticia de su épica travesía aérea de los Pirineos, primera lograda por el hombre, anunciando su aterrizaje en Guadix. 11 Taller Maurice Mallet.


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