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despreciando el evidente peligro que corría, el teniente de navío Núñez se arrojó al agua desde la barquilla, dirigiéndose a nado al aparato y consiguiendo, después de varios intentos desembarazar de sus restos que ya se hundían, el cuerpo exánime del infortunado Durán, que agonizaba, sosteniéndolo a flote hasta ser recogido poco después por un bote del “Alsedo”. Este hecho, de heroico sacrificio y abnegación por salvar la vida de un compañero, produjo una impresión tremenda no solo entre sus compañeros, jefes y subordinados, entre los que era muy popular y querido, sino entre todos los que presenciaron este acto de ejemplar compañerismo. Los torpederos nº4, y nº17 al darse cuenta del accidente gobernaron para acercarse a los restos del aparato. A las tres y media de la tarde de aquel día 19 de julio de 1926, entraron en puerto los buques de la División. La Revista General de Marina en su número de julio dedicó dos páginas encabezándolas con una sola palabra “Compañerismo”, que reproducimos con sus dos últimos párrafos que decían: “Al cubrir con la Bandera de la Patria, el inanimado cuerpo de Duran, el joven Teniente de navío Núñez, que acababa de hacer una hombrada, lloraba como un niño. Lagrimas de piedad, de las que enaltecen a los que las derraman”. La Corporación no viste de luto por el trágico accidente, se viste de gala como en las grandes solemnidades, para orar por sus muertos, para, para honrar a los héroes y alentar a ese ese joven plantel de oficiales que en la Escuela de Aviación Naval dedican sus energías al engrandecimiento de la Patria”. El almirante de Cartagena, a la vista de los hechos y considerando que el acto realizado por el teniente de navío Núñez tenía carácter de heroico, puesto que pudo perder la vida, no solo por arrojarse al agua desde la altura que lo hizo sino también en el rescate del cuerpo de su compañero, sacándolo de entre los restos de un aparato que estaba yendo a pique, lo creyó merecedor a que se le formase expediente extraordinario para la obtención de la Orden de San Fernando, elevando la correspondiente propuesta. El expediente fue remitido al Ministro y al Consejo Supremo de Guerra y Marina. No se le concedió la Laureada, pero si la Medalla Aérea individual el 6 de agosto de dicho año de 1926, imponiéndosela el 19 de dicho mes en Barcelona con toda solemnidad. A la ceremonia, que tuvo lugar en la Base de hidros del Contradique, asistió todo el personal de la Aeronáutica Naval, todas las autoridades civiles y militares de Barcelona y el almirante Eulate, superviviente del combate de Santiago de Cuba, en donde mandaba el crucero “Vizcaya”, ilustre marino que siempre estaba presente en todos los actos relacionados con la incipiente aviación naval, fuesen con motivos agradables o dolorosos. Por esta acción también le fue con- 66 En el Cuerpo de Ingenieros Aeronáuticos se integró el capitán de Ingenieros Navales Felipe Lafita Babio. Fue el “alma mater” en el mantenimiento y puesta a punto de los hidros que operaron desde la bahía de Cádiz y Ceuta al comienzo de la guerra en el bando nacional para en control del estrecho de Gibraltar


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