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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 860

fundamental aptitudes muy concretas para el correcto manejo de las aeronaves y en el desempeño de sus tareas. El caso más concreto, el del personal que ingresa en la Academia General del Aire, debe reunir una serie de características y haber superado una serie de requisitos que le facilitan el ejercicio de su profesión de manera eficiente, que le disponen de un potencial para llegar a ser un oficial excelente y un piloto ejemplar. Los estudios al respecto han evidenciado no sólo que el personal de las FAS con responsabilidad de vuelo ha de poseer una aptitud médica (tanto somática como psíquica), sino también que, en la medida en que se posean determinadas aptitudes psicológicas (capacidad intelectual y aptitudes específicas cognitivo-motrices), tanto el aprendizaje en formación, como el desempeño en la tarea, se verá facilitado, potenciándose la consecución del fin perseguido: el óptimo desempeño en las tareas relacionadas con el vuelo. La aptitud médica viene recogida en la Orden Ministerial 23/2011, de 27 de abril, estableciendo el marco de condiciones y procesos psicofísicos que ha de ser valorado en el personal de las FAS que debe asumir responsabilidades relacionadas con el vuelo (cuadro médico) y que descalificará a cualquier sujeto examinado que no supere las condiciones mínimas de aptitud requeridas y que, en definitiva, como consecuencia de ello pueda entorpecer la eficacia del vuelo o tenga potencial de incapacitación o progresión en alguno de los aspectos valorados. Por poner algún ejemplo, un aspirante no podría ser piloto si la longitud de su muslo es superior a 65 cm., o un paracaidista perdería la aptitud si su peso actual fuese de 101 Kg. En definitiva, y simplificando, es una “selección por rangos”, donde se establecen unos límites, por encima y/o por debajo de los cuales el sujeto examinado es considerado “no apto”, o una “selección de evidencia”, donde si se padece la alteración “X” o la enfermedad “Y”, se le inhabilita para el desempeño de esa tarea. Ahora bien, el hecho de no padecer alguna manifestación del síndrome de inmunodeficiencia adquirida o el síndrome de Wolf-Parkinson-White o esquizofrenia, o el tener una tensión arterial sistólica de 120 mmHg y diastólica de 80 mmHg, una talla de 178 cm en bipedestación o un estudio de refracción de 0,0 dioptrías, únicamente otorga la necesaria e imprescindible aptitud médica requerida, pero no es capaz de determinar cuál será el nivel de rendimiento en formación y en el posterior desempeño de la tarea. Y aquí es donde entra en juego la aptitud psicológica, esas cualidades que hacen que una persona sea más apta que otra para un fin determinado; hablamos entonces de cualidades innatas, aprendidas, entrenadas. ¿Quién no querría contar entre sus filas para ir al combate con los mejores soldados, los más aguerridos, los más valientes, los mejor capacitados? La aptitud remite a la cualidad de ser “apto” y las aptitudes se pueden medir, diferenciando a un sujeto de otro, pudiendo así clasificarles en función de las mismas. Al igual que Yavé hizo seleccionar a Gedeón sólo a los que en su mano laman el agua con la lengua, como la lamen los perros, frente a los que para beber doblen su rodilla, presuponiendo que la primera actitud la tendrían sólo los soldados muy aguerridos y eficaces, la psicología científica ofrece a las organizaciones, a través de pruebas empíricamente validadas y contrastadas, una acción predictiva, en la medida en que se pretende satisfacer una dossier REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Enero-Febrero 2017 75


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