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el techo del taller, se deja secar durante ocho o diez días. Se dan tres o cuatro manos para los globos de algodón y cinco para los globos de seda. Es excelente también, cuando se tiene posibilidad, llenar de aire el globo después del barnizado y dejarlo secar así. Todo está listo. El globo aerostático les llevará a los viajes más agradables e inolvidables que puedan imaginarse.- “MAURICE MALLET” (28). LA PRÁCTICA DE LA AEROSTACIÓN EN AQUELLOS TIEMPOS La aerostación abarca casi todos los ramos de la ciencia, los cuales deben poseerse para contribuir al progreso de la navegación aérea; pero para convertirse en un buen aeronauta o aerostero, para saber conducir bien un globo, basta poseer algunas nociones generales de física, química, meteorología, geografía y astronomía. Hay que conocer, por ejemplo la ley física en la que se funda la aerostación y que no es más que el principio de Arquímedes aplicado al gas, el cual se formula así: Todo cuerpo sumergido en un gas experimenta un impulso vertical, dirigido de abajo arriba, igual al peso del gas que desaloja. Por consiguiente, un cuerpo colocado en tales condiciones se encuentra sometido a dos fuerzas verticales y contrarias: su peso y el impulso ejercido por el gas; si el peso es superior al impulso el cuerpo cae; si el impulso es superior al cuerpo éste se eleva: tal es el caso de los aeróstatos. Esta diferencia entre su peso y el impulso constituye lo que se llama la fuerza ascensional, en un instante dado, del aeróstato. Está representado por el peso que sería necesario colocar en la barquilla para que el globo flotara equilibrado en la atmósfera en el instante considerado. El globo puede ser considerado como el aparato de locomoción más sencillo que existe. Un recipiente de gas constituido por una esfera de tela, la envoltura, aprisionada por una red de cuerdas de la que pende la barquilla de mimbre destinada a recibir a los viajeros: tales son las partes esenciales de un aeróstato ordinario. Vienen luego los accesorios absolutamente indispensables, ó sea: la válvula, la abertura de desgarro, el áncora y el estatóscopo. La válvula está colocada en la parte superior del globo y debe cerrar herméticamente. Una cuerda de maniobra que atraviesa el globo y baja hasta la barquilla al alcance de la mano del aeronauta, permite abrir a voluntad la válvula y dar salida al gas. La abertura de desgarro, es una solución de continuidad, un corte longitudinal hecho en el globo, hacia la parte superior, cerrado por una porción de tela que el aeronauta, tirando de la cuerda de desgarro, puede descoser o desgarrar. Esto ocurre cuando quiere evitarse que el globo al llegar a tierra sea arrastrado violentamente, cosa que se logra dando rápida salida al gas por desgarro. El áncora sirve para tomar tierra, como dispositivo idóneo para fijar el globo en ella. Va atada al extremo de una cuerda que se arroja en el momento del descenso. Además, se llevan en el globo barómetros, termómetros e higrómetros registradores e instrumentos de segundo orden en cantidad suficiente para prevenir o evitar cualquier accidente. Práctica de las ascensiones.- Esta práctica comprende la elección y arreglo del punto de partida, que debe ser llano, descubierto, sin obstáculos y resguardado de los vientos; el hinchamiento, las maniobras de partida, las que se realizan durante la carrera, el momento de tomar tierra y el recogimiento del material. Para el hinchamiento se emplea generalmente el gas de alumbrado. Un metro cúbico de dicho fluido, debe elevar un peso de 700 gramos, si es de buena calidad. El hidrógeno puro, sería muy preferible al gas de alumbrado, pues su poder elevador llega a los 1.200 gramos por metro cúbico; pero su precio es carísimo, ofrece varios inconvenientes y requiere un costoso material para producirlo. Cuando se ha llenado el globo completamente de gas por medio de una manga larga y amplia, los aeronautas proceden a pesar el globo regulando su fuerza ascensional. Seguidamente los ayudantes proceden a retirar uno a uno los sacos de lastre prendidos a las mallas de la red y que impiden la elevación del aeróstato. Se pone éste en equilibrio, y acto seguido se descarga la barquilla o cestilla de una cantidad de lastre cuidando mucho desatar el apéndice del globo que ha servido para hincharlo, so pena de que pueda sobrevenir una catástrofe. El globo quiere irse impulsado por su fuerza ascensional; los ayudantes lo sujetan a viva fuerza por la borda de la cestilla, hasta que al oír el grito de “¡soltad manos!”, sueltan todos a una y el globo se remonta por los aires majestuosamente. En general cuando hace buen tiempo y el lugar está descubierto, un buen aeronauta se eleva despacio, con gran sorpresa de los profanos. La ascensión, en cambio, debe procurarse que sea rápida cuando hace fuerte viento o hay obstáculos peligrosos en el lugar de la operación. Dada, pues, la fuerza ascensional necesaria, el aeróstato se eleva y continuará subiendo mientras no haya perdido el exceso de fuerza merced al cual se remonta. Pero a medida que la altura aumenta, penetra en capas atmosféricas cada vez menos densas y la presión exterior disminuye. Consecuencia: el gas se dilata y encontrándose su expansión limitada por la capacidad invariable de la envoltura, se escapa por la manga o apéndice. Llega un momento en que todo el gas que representa el excedente de fuerza ascensional ha sido evacuado, y el globo debería quedar entonces en equilibrio. Pero intervienen diversas causas para romper ese equilibrio, o mejor, impedir que se establezca perfectamente. En primer lugar, citemos la impulsión de la velocidad adquirida en la subida, que hace sobrepujar siempre al globo su zona ideal de equilibrio; citemos también el enfriamiento del gas, las pérdidas por exósmosis, que tienden al mismo efecto: hacer bajar el globo; si en tal momento no interviene el aeronauta, el aeróstato bajará fatalmente hasta tierra. Para evitar esta caída, el piloto arroja fuera de la barquilla la cantidad de lastre necesaria para dar al aeróstato un excedente de fuerza ascensional. El globo sube entonces un poco más alto que la primera vez y así sucesivamente hasta agotarse completamente el lastre. Entonces el piloto no tendrá más remedio que bajar. De todos modos es muy importante conservar el lastre. Éste, en efecto, constituye con el gas la provisión de energía, el combustible, por así decir, que lleva la máquina aerostática y que es imposible renovar durante la carrera. Ha de procurar, pues, el piloto, que su globo no tome mucho movimiento de subida o de bajada, porque la impulsión dada por la velocidad adquirida en uno u otro sentido, no podrá ser neutralizada más que gastando mayor cantidad de gas o lastre que la que hubiera sido necesaria. Debe pues, vigilar constantemente sus aparatos: barómetro y estatóscopo, y solo arrojar arena en poca cantidad, salvo casos de fuerza mayor. Cuando el aeronauta quiera bajar, debe tener bien al alcance de las manos las cuerdas de válvula y desgarro; lo mejor es diferenciar éstas por su color, forma, espesor, etc. para evitar fatales errores. Debe enrollarse la cuerda del áncora y fijarse a la barquilla, de tal forma que falte solo cortar un delgado bramante para que se suelte. A algunos centenares de metros del suelo hay que amarrar fuertemente la cuerda que retiene la parte inferior del globo para impedir que metiéndose el aire en él lo convierta en juguete de sus impulsos. Sobre todo téngase en cuenta que el aeronauta debe conservar siempre las- 10


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