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REVISTA IEEE 9

43 Salvador Sánchez Tapia Definición de un procedimiento de análisis de modelos... La autonomía institucional no pone en duda la supremacía civil, ni niega la existencia de una relación de representante-representado entre militares y civiles. Sin embargo, aboga por la existencia de un ámbito reservado a los profesionales de las Fuerzas Armadas en el que deberían gozar de la libertad de gobernar autónomamente la institución como una entidad con su propia personalidad y sus intereses específicos. También predica unos límites bien definidos, que deben ser mutuamente respetados, entre las respectivas responsabilidades de civiles y militares. Este es el tipo de autonomía examinada en este artículo. No existen Fuerzas Armadas en el mundo occidental que disfruten de una autonomía profesional absoluta, en el sentido de una total independencia de la supervisión por parte de un organismo civil. Ello eliminaría de la ecuación de las CMR el desigual «tira y afloja» que civiles y militares necesitan mantener para determinar el punto óptimo de equilibrio entre los imperativos social y funcional, dejando enteramente la decisión de dónde encontrar ese equilibrio en manos de los militares, lo que podría llevar bien a una perjudicial búsqueda de la eficacia militar a ultranza, o bien a unas Fuerzas Armadas débiles, achacosas e inefectivas bajo el autodominio impuesto por unos militares demasiado tímidos para desafiar o desagradar a sus dirigentes civiles. En el otro extremo, una absoluta falta de autonomía supondría el riesgo, a la larga, de convertir el instrumento militar en algo inútil si los civiles decidieran ignorar las demandas del imperativo funcional. Además, podría dañar la autoestima de los miembros de las Fuerzas Armadas y causar desapego hacia la institución por parte de la sociedad. Por otro lado, muy probablemente derivaría en la politización de las Fuerzas Armadas por parte de civiles que podrían estar tentados de usar a los militares como arma en sus luchas políticas o de asegurarse un control absoluto sobre ellas escogiendo a simpatizantes para ocupar los rangos superiores de la jerarquía militar. La mayor parte de la literatura sobre las CMR admite la necesidad de conceder a las Fuerzas Armadas un determinado grado de autonomía, e incluso lo considera deseable. Autores como Huntington y Bland, entre otros, abogan por la necesidad de reservar algunas parcelas a la autonomía militar11. Por el contrario, otros estudios ven la autonomía militar con malos ojos y la rechazan como algo no deseable y contrario a unas saludables CMR democráticas12. 11  Huntington sitúa la autonomía profesional en el centro de su idea tan querida del control objetivo. HUNTINGTON, Samuel, The Soldier and the State, p. 83. Bland, por su parte, considera que en un contexto de responsabilidad compartida entre civiles y militares, los primeros deben dejar a los segundos los asuntos como la doctrina y disciplina militar, la planificación operativa, la organización interna, los ascensos por debajo del rango de los oficiales generales, y la dirección táctica de las unidades durante las operaciones (BLAND, Douglas L., «A Unified Theory of Civil-Military Relations», Armed Forces & Society, vol. 26, n.º 1 (Fall 1999), p. 19). 12  SERRA, Narcís, The Military Transition: Democratic Reform of the Armed Forces. New York, NY: Cambridge University Press, 2010, p. 26. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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