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MEMORIAL DE INFANTERIA 76

ASPECTOS INSTITUCIONALES 19 Por eso, es en el “museo del Flandes” donde recibo y despido al personal del Batallón, y en esas bienvenidas y vinos siempre salen a relucir hechos concretos de armas al hilo de los recuerdos allí acumulados. Cuidamos y preparamos con esmero la misa del Sargento 1º Moya, muerto en combate hace cinco años en enfrentamiento directo con la insurgencia, nos vamos de marcha a la sierra de Pandols, donde cientos de infantes del “Flandes” entregaron su vida en la última guerra fratricida que nos enfrentó a los españoles, o preparamos una doble jornada en Vega de Pas, una pequeña localidad cántabra con una plaza dedicada al Sr Don Luis Mazón, para recordar a los lugareños, y recordarnos a nosotros mismos, que ese señor es el Teniente del “Flandes” Luis Mazón, caído en combate el 1 de Mayo de 1896 durante la toma de Ceja de Pablo en Cuba. Para evocar que hace 121 años se presentó una instancia en su ayuntamiento que rezaba así: “… solamente el amor y el cariño hacia su patria le llevaron al campo de batalla para sellar con su sangre sobre el mismo campo aquel cariño y aquel amor… y al poco tiempo expiraba con la sonrisa en los labios lleno de satisfacción lanzando una tierna y apasionada mirada hacia la bandera…”. Por eso, esta última Inmaculada, tras treinta años sin Unidades de Infantería en la plaza de Zaragoza, formó todo el Pavía, con el imponente repostero del Flandes al fondo, arropados por la compañía de muchos compañeros del Arma, para honrar a la Purísima y recordar a nuestros caídos. En definitiva, para nosotros, ser infantes es ser del “Flandes”, conocer sus hechos de armas, amarlos, y comprometernos con ellos. Solo entonces la forma se llena de contenido, y la debilidad encuentra un puerto seguro en el que anclar la propia dignidad: no podemos defraudar esa historia, no podemos desmerecer de los que nos antecedieron. Si, como anticipaba más arriba, casi todo depende de la calidad de nuestros Pelotones y Tripulaciones, hemos de aceptar que la preparación, por importante que sea, es un requisito necesario, pero no suficiente para que en los momentos más duros surja del corazón “ese último nervio que en los cuerpos de los bien nacidos se guarda, como oro en paño, para que vibre en las ocasiones solemnes” (Camilo José Cela: “A pie y sin dinero”). Necesitamos de ese “espíritu de cuerpo” y nosotros, los infantes de España, tenemos historia de sobra para asentarlo con raíz profunda en las mentes y los corazones de nuestros hombres. En momentos de mudanza es importante recordar que nuestras Armas, y nuestras Unidades, son realizaciones de nuestra historia: nos protegen, nos fundamentan, nos otorgan dignidad. Podemos transformarlas, pero no destrozarlas, debemos mirarlas con el respeto de lo que se hereda. Es ese temblor con el que se debe uno acercar al testamento de sus mayores. En definitiva se trata de poner, por encima de cualquier otro criterio institucional, la historia de nuestras unidades al servicio de su potencia de combate. El Pavía, uno de los regimientos más gloriosos de nuestra caballería, pasa a encuadrar un Batallón de infantería y un Grupo de Caballería en el empeño por conformar la mejor unidad acorazada de nuestro Ejército. El “Flandes” solo podrá aportar lo mejor de sí mismo a esa empresa común desde la dignidad que le confieren sus hechos de armas como unidad de infantería. Ahora entregamos al Pavía la vigilancia y custodia de una larga historia, y nos ponemos a sus órdenes para entregarle lo mejor de nuestro ser infantes. Zaragoza, a 16 de Mayo de 2017 Repostero del “Flandes”


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