Editorial - La vigilancia entomológica como un sistema de protección a la Fuerza

REVISTA SANIDAD FAS JUL SEP 2016

Sanid. mil. 2016; 72 (3)  173 EDITORIAL La vigilancia entomológica como un sistema de protección a la Fuerza El Comité de Emergencia sobre el virus Zika, convocado por la Directora General de la OMS, la Dra. Margaret Chan, en vir-tud del Reglamento Sanitario Internacional (RSI) (2005), emitió las siguientes recomendaciones temporales para el control del mosquito vector1: –– La vigilancia de vectores, incluyendo la determinación de las especies de mosquito vector y su sensibilidad a los in-secticidas, debe mejorarse para fortalecer la evaluación de riesgos y medidas de control de vectores. –– La promoción agresiva de las medidas de control de vec-tores y medidas de protección personal para reducir el riesgo de exposición al virus Zika. –– El refuerzo nacional de las medidas de control de vectores a largo plazo y el uso del RSI para alcanzar este objetivo. Desde un punto de vista militar, y con el objetivo de Protec-ción a la Fuerza, la aplicación de cualquiera de estas medidas es necesaria para la prevención de las enfermedades de transmi-sión vectorial durante el desarrollo de las operaciones militares, resultando vital el conocimiento de la situación epidemiológica en general, y de la vigilancia entomológica en particular, para alcanzar ese objetivo. Si Napoleón, en la fase de planeamiento de la campaña de Haití, hubiera conocido, aparte de los insurrectos, a todos los enemigos contra los que tenía que enfrentarse, podría haber cambiado el signo de la historia. De hecho, no consideró las experiencias previas de los ingleses en Cartagena de Indias o en Santiago de Cuba. No tuvo en cuenta al “aliado” de los es-pañoles, aliado que no fue otro que un ejército de millones de mosquitos que transmitieron la fiebre amarilla y la malaria a los soldados invasores, provocando la muerte entre el 75 y el 90% de los efectivos desplegados. Por otro lado, en otros lugares y momentos de la historia, también sufrimos las consecuencias de esta guerra larvada que marcó el destino de los imperios de ultramar. Sirva de ejemplo que de los 200.000 efectivos destinados en Cuba en 1896, 23.580 contrajeron la fiebre amarilla y 33.402 el paludismo, de los cua-les murieron 9.502 y 306, respectivamente. Por el contrario, 1708 hombres resultaron muertos en acción de guerra o a consecuen-cia de heridas. Conscientes del peligro que sufrían los efectivos militares en diferentes partes del mundo a principios del siglo XX, y gracias al conocimiento de los ciclos biológicos de las enfermedades de transmisión vectorial, se instauraban medidas higiénico-sanita-rias, así como medidas de educación sanitaria, para prevenir la aparición de la malaria y otras enfermedades de transmisión vec-torial. Por este motivo los ingleses procuraban estacionar a las tropas en áreas endémicas de malaria en zonas elevadas del terre-no. Con el inicio de la Gran Guerra, los ejércitos sufrían graves epidemias de malaria al producirse las operaciones militares en zonas endémicas de Oriente Medio o los Balcanes, y haber cesa-do muchas de las medidas preventivas establecidas. Al final de la guerra habían enfermado 617.150 soldados en el bando aliado y 526.096 en el bando del eje, de los cuales murieron 3.865 y 23.351 respectivamente. Para intentar controlar estos brotes en uno y otro bando se instauraron diferentes medidas preventivas y de control, entre las cuales se incluían los estudios entomológicos de las especies de anofelinos, con el objetivo de conocer la distri-bución y extensión de las áreas palúdicas dentro de programas de vigilancia entomológica. En el frente del Pacífico, especialmente en Nueva Guinea, Filipinas y otras islas se estima se produjeron 572.950 casos de malaria y 121.608 de dengue, además de otras enfermedades de transmisión vectorial entre los norteamericanos, declarándose diariamente hasta 5.000 casos entre los marines en Guadalcanal y las Islas Salomón. El impacto en las operaciones era tan im-portante que el General MacArthur dijo al jefe de la División de Control de Malaria: “this will be a long war if for every division I have facing the enemy I must count on a second division in the hospital with malaria and a third division convalescing from this debilitating disease”. El ejemplo de la fiebre amarilla en América, o la malaria en las dos guerras mundiales, recuerda que el control de las enfer-medades de transmisión vectorial se inicia con la identificación de un vector en un área concreta mediante sistemas de vigilancia entomológica, pudiéndose poner en marcha medidas de control con la información obtenida2. Desde el punto de vista de protección a la fuerza en Zona de Operaciones y en Territorio Nacional, las enfermedades de transmisión vectorial que más preocupación generan, sin olvidar la citada Fiebre Amarilla, son en orden de importancia: la Mala-ria, el Dengue, el Chikungunya, la Leishmaniosis, la enfermedad del Virus del Nilo Occidental, la Fiebre de Crimea Congo, las Rikettsiosis, las Tripanosomiasis o la Fiebre del Valle del Rift. Debido a que alguna de estas enfermedades puede provocar graves repercusiones sanitarias, incluso desastrosas para la eco-nomía de un país, resulta prioritario establecer las medidas de control para evitar la introducción en Territorio Nacional de los agentes etiológicos y/o de sus vectores3. Para lo cual, es necesario extremar las medidas de vigilancia epidemiológica por parte del personal sanitario, así como el cumplimiento de las normas de desinfección y desinsectación establecidas. La mayoría de las enfermedades anteriormente descritas son endémicas en las áreas donde están desplegados nuestros efecti-vos, debiendo hacer esfuerzos continuos para luchar contra ellas, ya sea mediante la concienciación del personal frente al peligro de infección mediante campañas de educación sanitaria, el uso de repelentes y mosquiteras, y/o la instauración de tratamientos quimioprofilácticos o inmunoprofilácticos en el personal cuan-do estén disponibles, incluso con el establecimiento de sistemas de Manejo Integrado de Vectores en aquellas operaciones donde despliega personal veterinario. Siendo vitales todas estas medidas, disponer de información entomológica relativa a la presencia y distribución de los artrópodos vectores de enfermedades, supone un beneficio directo para el personal desplegado, ya que permite


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