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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 333

A N Á L I S I S Berlín Plus: Un acuerdo inadecuado La relación entre la UE y la OTAN no es un tema nuevo y no ha estado ausente de los debates estratégicos de los últimos años, aunque es particularmente relevante en el actual entorno de seguridad. En marzo de 2003, la Unión Europea concluyó con la OTAN el llamado Acuerdo de Berlín Plus. En él se establecen las bases para que la Alianza apoye las operaciones dirigidas por la UE en la que la OTAN no está comprometida como organización. Berlín Plus ofrece la posibilidad de que la UE lleve a cabo misiones militares utilizando las capacidades de planeamiento, mando y control de las que dispone la OTAN en el Cuartel General de SHAPE (Mons, Bélgica). En el espíritu del acuerdo subyace que, al menos en teoría, la UE no necesitaría desarrollar estas capacidades de forma independiente. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, hasta la fecha, la Unión ha utilizado sólo dos veces las capacidades y los recursos establecidos en el Acuerdo: Operaciones Concordia (antigua república yugoslava de Macedonia), y Althea (Bosnia-Herzegovina), esta última aún activa. El hecho de que, actualmente, la UE está llevando a cabo casi la totalidad de sus operaciones de gestión de crisis de forma independiente de la OTAN demostraría que Berlín Plus no es adecuado, por cuatro razones en particular: La UE lleva a cabo o bien operaciones terrestres, de corta duración y «baja huella» sobre el terreno, u operaciones marítimas. SHAPE, por su nivel de mando estratégico, no parece que se adapte todo lo bien que sería deseable a estas demandas, por lo que la Unión prefiere valerse de los cuarteles generales puestos a disposición por sus Estados miembros. Por otro lado, en aquellos teatros de operaciones donde ambas organizaciones están presentes, como por ejemplo Afganistán, la coordinación práctica requiere de mecanismos más precisos en los niveles táctico y operacional, que no se reflejan en al acuerdo actual. En tercer lugar, Berlín Plus fue acordado en un momento en el que no se presumía la posibilidad de que fuese precisamente la UE quien ofreciese apoyo a la OTAN, según lo que los analistas denominan «Berlín Plus en reverso». No obstante, hoy la UE es el principal donante de ayuda al desarrollo en el mundo y es la única organización capaz de aplicar un enfoque integral a la gestión de crisis, de lo que la OTAN debe beneficiarse. Finalmente, el Segundo Comandante Aliado para Europa (DSACEUR en terminología de la OTAN), tradicionalmente un general británico, es el comandante en jefe de toda operación de la UE que recurra a Berlín Plus. Pero con el Brexit en la puerta de salida, no parece aceptable que sea un ciudadano ajeno a la Unión quien comande las misiones de la PCSD. relación compleja El ineludible fortalecimiento de los lazos OTAN-UE debe hacer frente a algunas dificultades políticas y estratégicas. En primer lugar, ambas organizaciones difieren en los fines, medios y formas de actuación. A diferencia de la OTAN, la UE no es una organización de seguridad y defensa, aunque lleva a cabo acciones de seguridad integral. Como se ha mencionado, esta cualidad le permite utilizar una variedad de instrumentos de gestión de crisis, que van más allá del puramente militar. Por lo tanto, las dos organizaciones se diferencian en la orientación de sus estrategias, misiones y operaciones. En este sentido, la UE ha tratado de promover su autonomía estratégica con el «poder blando» como un sello distintivo. Igualmente, la OTAN y la UE mantienen sus propios procedimientos y modos en las relaciones institucionales entre sus cancilleres, embajadores y representantes. Además, tienen diferentes procesos de generación de fuerzas, diferenciados escenarios para la acción y, también, niveles de ambición particulares. Las dificultades de cooperación descansan, asimismo, en las distintas sensibilidades de los países que no son comunes a ambas organizaciones. Bajo la bandera de la neutralidad, los socios europeos que no son parte del Tratado de Washington, como Austria, Irlanda, Finlandia y Suecia, han exhibido públicamente una diferente cultura estratégica. Lo mismo podría aplicarse a los aliados transatlánticos EEUU y Canadá con respecto al Tratado de Lisboa. Por último, las dificultades para la cooperación se derivan de las espinosas relaciones políticas de Turquía con la UE, en general, y con Grecia y Chipre, en particular. Este problema dificulta el intercambio de información clasificada, ya que la mayoría de los países europeos sólo quieren realizarla bilateralmente y porque Chipre y 56 Revista Española de Defensa Noviembre 2016


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