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65 solo la mejora de las técnicas de construcción sino también el uso de nuevos materiales, alejando para siempre la per-cepción colectiva de alto nivel de riesgo asumible, en favor de la idea de seguridad como elemento de confianza en su uso. ¿Cuál era la situación mundial del paracaidismo militar en los años previos a la Segunda Guerra Mundial? En este tiempo la mentalidad de uso del paracaídas sufrió un gran cambio. Evolucionó como medio de transporte para llegar al combate. Las grandes operaciones de desem-barco aéreo desarrolladas por los ejércitos en liza durante la guerra así lo confirmarían6. La única nación interesada en su aplicación militar en el campo de batalla y como un arma más fue a la Rusia soviéti-ca. Durante la campaña de Finlandia, en 1933, realizaron el primer desembarco masivo de tropas paracaidistas al lanzar sesenta y dos paracaidistas desde tres aviones de bom-bardeo. Hacia el año 1938 ya disponían de varias brigadas de infantería aérea agregadas al cuerpo aéreo y habían in-struido ochocientos mil hombres en el salto desde la torre y veinticinco mil desde avión. Sin embargo, el estrepitoso fra-caso de la campaña rusa de Finlandia las dejó en el olvido. Francia e Inglaterra, y los Estados Unidos, también habían realizado lanzamientos de paracaidistas, aunque de menor entidad que los soviéticos. En el año 1935, los soviéticos, en unas maniobras en Kiev, actual capital de Ucrania, em-plearon grandes contingentes de infantería del aire, actuando de refuerzo o en combinación con tropas aerotransportadas. Pero, no fue hasta el año 1937 cuando se establecieron los criterios de empleo de esta nueva arma considerando tres áreas: estratégica, táctica y política. En los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas del Eje, en particular Alemania, se encontraban en plenitud de facultades. Sus ejércitos no hallaban oposición en su avance por Europa. Las campañas de Noruega y los Países Bajos, y posteriormente las acciones en el istmo de Corinto y la ocupación de la isla de Creta, devolvieron la ac-tualidad a las fuerzas paracaidistas poniendo en evidencia que Alemania no solo había aprendido las lecciones de los soviéticos en Finlandia, sino que además disponía de doctri-na de la infantería empleada verticalmente. Si hasta ese mo-mento las tropas desembarcadas por la Marina permitieron llevar a la infantería hasta el frente, a partir de ese momento surgieron dos nuevos conceptos íntimamente relacionados: las tropas paracaidistas y la infantería del aire. Superado el conflicto mundial y su resaca, la guerra de Corea, el paracaidismo militar volvió a transformarse profun-damente, los grandes desembarcos aéreos dejaron de ser una opción para los estados mayores de los ejércitos mun-diales. El paracaidista militar fue percibido como un espe-cialista, un elemento aislado capaz de llevar a cabo misiones donde su paracaídas, ahora más que nunca, era el medio de transporte. El paracaidismo militar nace en España La historia del paracaidismo está ligada, en sus inicios, a la historia de la aviación y al uso de un sistema para el sal-vamento de tripulaciones en caso de derribo o avería grave de la aeronave que impidiera su aterrizaje. Inquietud que no era exclusiva de la aviación militar española, sino que había sido sentida antes en otras aviaciones europeas. Aunque debemos decir que en la vertiente de salvamento de tripula-ciones, véase pilotos de aeroplanos, las apariciones que tuvo el paracaidismo desde el nacimiento de la aviación militar española en el año 1911 y en los años anteriores con la ae-rostación y la aeronáutica fueron escasas, aunque brillantes7. Sin embargo, la campaña que estaba desarrollando el Ejér-cito español en el Protectorado en Marruecos y la necesidad de facilitar un medio de salvamento a las tripulaciones, fue lo que determinó la búsqueda de un sistema que diese cierta posibilidad de supervivencia. La solución llegó por la obser-vación de lo realizado en otras fuerzas aéreas, y en 1919, fi-nalmente, se montó el primer paracaídas empacado y adaptado al cuerpo. Inicialmente se utilizó un paracaídas de origen británico. El equipo, sujeto al cuerpo con hebillas abrochadas en pecho y cintura, era tan incómodo y engorroso de cargar por los tripulantes que optaron por no llevarlo o no abrochárselo, y solo hacerlo en caso de derribo o avería si antes no intent-aban aterrizar. La necesidad de aumentar el umbral de su-pervivencia de las tripulaciones que realizaban sus misiones en el conflicto norteafricano. Será un primer paso a favor de El cap. José Méndez Parada (primero abajo a la izquierda) junto a profeso-res y alumnos del 1.er curso de paracaidismo (1927). Fuente: AEMP


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