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—Aun así, el número de mujeres en las Fuerzas Armadas sigue siendo muy bajo en relación a otros sectores laborales ¿A qué se debe? —Somos más de 15.000 mujeres, el 12,7 por 100 de los efectivos, lo que supera en casi dos puntos la media de la OTAN. Este porcentaje se ha mantenido estable en los últimos años, pero sucede lo mismo en los países de la Alianza Atlántica. Recientemente se realizó un Pleno del Observatorio Militar para la Igualdad dedicado exclusivamente a las medidas para incrementar el número de mujeres, y en él todos los vocales, que representan a las diferentes escalas de los Ejércitos y la Armada, así como a determinados centros directivos del Órgano Central, coincidieron en la necesidad de dar más visibilidad a la mujer militar para crear vocaciones. Hay que llegar a las niñas y a las adolescentes para que consideren la milicia como una profesión más, con los mismos retos y oportunidades que los hombres. —España apoya decididamente la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad de Naciones Unidas ¿Qué aporta la perspectiva de género a la resolución de los conflictos? —He participado en cuatro misiones en el exterior, las de Kosovo, Afganistán, Bosnia-Herzegovina y el Líbano, y le aseguro que la participación de la mujer supone un importante valor operacional. Así, por ejemplo, cuando no existe riesgo para la fuerza actuante, los registros personales o cacheos tras una detención o en un check point tienen que ser realizados por mujeres militares o por medios electrónicos. Su papel es fundamental también en labores de inteligencia, porque en países islamistas o de corte tribal es mucho más fácil que una mujer local establezca conversaciones con mujeres militares y, de esta manera, se pueda obtener información de interés militar. Además, en tareas de protección frente a los abusos sexuales de mujeres y niñas es más fácil identificar y apoyar a las víctimas cuando hay mujeres militares en el contingente, porque les da mayor confianza para denunciar. Todo ello contribuye, en definitiva, a cumplir con las misiones asignadas a la fuerza desplegada, de ahí la importancia del despliegue de mujeres militares en operaciones por el valor añadido que ello supone. —¿Cómo ha funcionado el protocolo de actuación frente al acoso sexual y por razón de sexo en las Fuerzas Armadas, aprobado en noviembre de 2015? —Está implementado en su totalidad y funciona satisfactoriamente. Se ha perdido, en mi opinión, el miedo a denunciar. El protocolo concede especial atención a las medidas de prevención mediante la formación y sensibilización, pero cuando se produce la situación de acoso se dictan medidas de protección y se presta apoyo integral a la víctima a través de la atención de carácter médico y psicológico, el asesoramiento jurídico, «Hay que llegar a las niñas y a las adolescentes para que consideren la milicia como una profesión más», observa la coronel auditor Begoña Aramendía. Enero 2020 Revista Española de Defensa 19


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