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análisis internacional SUDÁN DEL SUR: la paz ausente Tras el acuerdo de paz de 2018, los dirigentes del país más joven del mundo no han logrado un gobierno de transición y el largo conflicto sigue amenazando la estabilidad del África Oriental LA población de Sudán del Sur solo ha conocido la guerra y el sufrimiento, y aun tendrá que esperar para vislumbrar un futuro seguro y próspero que garantice su existencia. En 1956, el nefasto final del poder colonial de Reino Unido —con la conformación de un único país, Sudán— cercenó sus anhelos de soberanía. Desde entonces, lucharon contra el gobierno de Jartum hasta que el 9 de julio de 2011, y tras un largo proceso de paz, alcanzaron su ansiada independencia. Por derecho propio, Sudán del Sur entraba en la comunidad internacional, si bien los nuevos dirigentes nacionales y antiguos líderes rebeldes pronto se convirtieron en el principal lastre para el país más joven, y también uno de los más pobres, del mundo. Con celeridad, se esfumaron las esperanzas de paz y desarrollo, y los peores augurios —tan perversos como previsibles— se convirtieron en cruenta realidad. En diciembre de 2013, las máximas autoridades de Sudán del Sur (el presidente Salva Kiir, de la etnia Dinka, y el por entonces vicepresidente Riek Machar, líder Nuer), demostraron, como habían hecho siempre, que la única forma de dirimir sus diferencias era hacer hablar a sus armas. Para Kiir, la deslealtad de su mano derecha había alcanzado su punto álgido: le acusó de orquestar un golpe de Estado para hacerse con las riendas del país. Una denuncia siempre desmentida por Machar, pero que no fue suficiente para evitar el conflicto. Así, la lucha armada y la rivalidad étnica estalló en la capital, Juba, y la pólvora de la violencia deflagró con extrema virulencia por todo el territorio, especialmente por los estados norteños y petroleros de Sudán del Sur: Jonglei, Alto Nilo y Unidad. ETNIAS Y AMBICIÓN Desde entonces, sus trifulcas personales para hacerse con el poder político y el control de los recursos avivaron una rivalidad étnica que ha provocado una catástrofe humana de dimensiones insoportables: más de 400.000 víctimas mortales y cuatro millones de indefensos han huido de sus hogares y ahora sobreviven desplazados dentro del país o refugiados fuera de sus fronteras. Además, y según UNICEF, cuatro millones de niños sufren una auténtica tragedia —miles de ellos son reclutados a la fuerza por los distintos grupos armados—, y el hambre amenaza a la mitad de los once millones de sursudaneses. Situación a la que se suma el colapso económico y social: la explotación del crudo —el 97 por 100 del presupuesto del Gobierno— está prácticamente paralizada; el acceso a los recursos más básicos (agua potable y electricidad) cada vez es más problemático y gran parte de las escuelas del país, así como sus escasas infraestructuras sanitarias y viales, están cerradas o destrozadas por los efectos de la violencia. Por todo ello, la mayoría de la población depende de la ayuda humanitaria La guerra civil que padece ha costado ya más de 400.000 muertos y cuatro millones de desplazados 50 Revista Española de Defensa Enero 2020


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