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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 337

a n á l i s i s En Oriente Próximo se producen situaciones ambiguas entre la paz y la guerra, entre el simple conflicto social y las batallas clásicas Nuevas guerras y conflictos en «zonas grises» Cor. Emilio Sánchez de Rojas Analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) LAS condiciones bajo las que la política exterior puede obtener el apoyo popular no son necesariamente idénticas a las condiciones bajo las que la política exterior puede ser conducida satisfactoriamente». La frase, no puede ser más actual, parece referirse a los populismos que florecen hoy en día por doquier, incluyendo la principal superpotencia global. Pero pertenece a un articulo de Hans Morgenthau publicado en 1949. Una de las diferencias entre la visión geopolítica de un estado y las simples políticas de gobierno es su estabilidad en el tiempo. Rusia ha demostrado disponer de una clara visión geopolítica sobre Oriente Próximo. ¿Podemos afirmar lo mismo de los Estados Unidos? Sí, pero Estados Unidos ha dejado de ser la potencia hegemónica que solía ser. Cuando quiso aplicar su poder «duro» fracasó en la guerra de Irak, y en gran medida en la de Afganistán. Los resultados tampoco serían satisfactorios cuando se optó por cambiar de estrategia y dar paso a una más «suave» que primara la acción diplomática y redujera el papel militar a pivotar la flota hacia el Pacífico y mantener una presencia mínima, basada en fuerzas de operaciones especiales y el empleo extensivo de drones. El poder «suave» basado en la «diplomacia pública», empleado con éxito en Serbia y en Georgia, sería la estrategia escogida por Hillary Clinton en sus tiempos de Secretaria de Estado, en sustitución de la militar de George W. Bush. Con la estrategia basada en el poder «suave», Hillary Clinton no solamente no alcanzaría su objetivo de establecer democracias en Oriente Próximo, sino que —ley de las consecuencias no prevista— en la región, hoy proliferan las «teocracias» y los estados cuasi fallidos, todo ello aderezado con el retorno del terrorismo. La evolución hacia lo que el presidente Obama calificó como estrategia basada en el poder «inteligente», tampoco sería satisfactoria: su fracaso en Libia ha dejado como herencia un país cuasi fallido con conflictos «clánicos» y religiosos aparentemente irresolubles, solamente superado por una intervención en Siria que convirtió un conflicto social y humanitario, sin duda importante, en una guerra abierta entre numerosos actores locales, a la que asisten impotentes actores regionales y globales, que da como resultado al Daesh y una crisis humanitaria de proporciones descomunales. EL COMPLEJO DE CULPABILIDAD El reconocimiento de sus fracasos a la hora de evaluar la situación y las consecuencias de sus intervenciones es un primer paso. Pero, salvo honrosas excepciones, los políticos norteamericanos tienden a mostrar su «complejo de inculpabilidad»; la culpa siempre es de otros. Los fallos no son atribuidos a una toma de decisiones precipitada, sino a unos análisis de inteligencia deficientes, particularmente en la región de Oriente Próximo y Norte de África. La Comisión sobre inteligencia y armas de destrucción masiva afirmaría que los fracasos de la comunidad de inteligencia sobre los programas de armas de destrucción masiva de Saddam Hussein se debían a un desconocimiento cultural y lingüístico. Nunca cuestionaron las decisiones, tomadas con antelación. A Obama tampoco le faltó «complejo de inculpabilidad». Las revueltas árabes propagaron los conflictos y propiciaron la inestabilidad y el terrorismo en todo el Oriente Próximo, consecuencias que atribuía a continuos «errores en el análisis de inteligencia». En una entrevista con Fareed Zakaria, Obama afirmaba que «la capacidad de ISIL, no sólo para mantener una presencia masiva en Siria, sino 50 Revista Española de Defensa Marzo 2017


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