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permitiese elevarse para efectuar un planeo que controlaría a base de fe y confianza en sí mismo. Inexplicablemente para él, su irreductible entusiasmo no consiguió otra recompensa que magulladuras y golpes, por fortuna sin consecuencias irremediables. Un sueño al alcance de la mano Descartada la idea de convertirse en aviador a través de 56 una escuela civil, debido a los altos costes que conllevaba el curso de formación, la única opción posible para alcanzar su sueño era ofrecerse voluntario para servir en el Ejército. Antes de ingresar en filas, trabajó en las instalaciones que la empresa de metalurgia y maquinaria agrícola Ajuria y Aranzábal poseía en Valladolid. Allí fue donde se instruyó de forma concienzuda en el arte de la mecánica, quizá sabedor de que este requisito sería muy valorado en su momento para hacer valer su candidatura en Aeronáutica. Quedó filiado como recluta para el reemplazo de 1916, teniendo entrada en caja en Valladolid el 1 de agosto de ese año. Tras el periodo de adiestramiento, fue nombrado soldado de 2.ª el 16 de febrero de 1917 y destinado a la Comandancia de Tropas de Intendencia de Melilla, donde prestó servicio en compañías montadas del cuerpo. El 18 de noviembre de ese año marchó a Madrid para incorporarse al Centro Electrotécnico, donde permanecería hasta febrero del siguiente año tras recibir su titulación como mecánico. Su habilidad manual era notoria, y tenía un don natural para entender las particularidades de cualquier componente mecánico; pronto se hizo popular y respetado entre sus compañeros por detectar las anomalías en el funcionamiento de los motores con el simple tacto de sus manos. Lejos de disminuir su intensidad, aquella vieja y loca aspiración de adolescencia por elevarse en el aire seguía viva y apremiante en él, sin que los riesgos de esa actividad tan seductora como peligrosa hicieran mella en su ánimo. Su forma de ser, vital y optimista, le mantenía en el firme convencimiento de que, antes o después, se le presentaría una oportunidad para intentarlo. A pesar de que, desde la primera adquisición de aparatos para uso militar, el personal de vuelo de los aeroplanos del Servicio de Aeronáutica había estado invariablemente constituido por oficiales, la evolución de los acontecimientos desaconsejaba tal restricción. La creciente demanda de tripulantes, y razones de tipo práctico, animaron al general Julio Rodríguez Mourelo, director de Aeronáutica, a atender a lo especificado en varios artículos del Reglamento de abril de 1913 aún pendientes de cumplimiento, y dar cabida en la plantilla de pilotos a las clases e individuos de tropa tanto del Ejército como de la Armada. El diario oficial n.º 229 de 10 de octubre de 1918, insertó a tal efecto en sus páginas una convocatoria en los términos que detalla el recuadro 1. Alumno en el primer curso de pilotos de tropa Numerosos fueron los candidatos comprendidos en tal categoría de empleos, y en el D.O. n.º 267 de 27 de noviembre de 1918, se publicó la relación de los veinte primeros clasificados, que fueron nombrados alumnos, y también otra relación de treinta suplentes, según se muestra en el recuadro 2. Las condiciones en las que el curso se desarrolló en Alcalá de Henares distaron mucho de ser ideales, debido principalmente a la falta de material de vuelo y medios en general, lo que no obstante se superó a base de celo y entusiasmo por parte de profesores y alumnos. Según consta en su expediente, Espinel realizó el adiestramiento básico con un aparato Farman con motor De Dion-Bouton, bajo la dirección del capitán Antonio Domínguez Olarte, «como mecánico y alumno piloto» (1). Si la disposición que ordenó el «inmediato» comienzo del curso fue publicada, como hemos visto, a finales de noviembre, la fase elemental del mismo apenas duró dos meses, a juzgar por las fechas de obtención del título por parte de los alumnos. La deficiente infraestructura y la escasa disponibilidad de aviones, por otra parte, no permitían suponer que los nuevos pilotos hubiesen acumulado un grado de experiencia razonable para afrontar la siguiente fase del curso, de manera que pudiesen sortear por sí mismos los elevados riesgos a los que estaban expuestos volando a bordo de un material tan frágil y primitivo. La tragedia, que rondaba la actividad diaria en el campo de vuelos, acabó por hacer acto de presencia el 29 de marzo, cuando el soldado piloto Francisco Tella, que había estado realizando ejercicios en el aire durante la mañana, perdió la vida cuando su aparato se desplomó desde una altura de 50 m, falleciendo casi instantáneamente tras el choque contra el suelo (2). En la foto de la 1.ª promoción, realizada por el célebre Alfonso, aparecen de pie, de izquierda a derecha, Sánchez Prior, Espinel, Vicente Linares, Julio González y Tella. Sentados, en el mismo sentido: Besonía, Magaz, Gutiérrez Lanzas, Lasterra, y Julio Antón. (Originalmente publicada en la página 30 del número 1.312 de la revista Nuevo Mundo, de fecha 28.02.1919) Como se muestra en el recuadro n.º 3, a Espinel le fue expedido el título de piloto de aeroplano de 2.ª categoría con fecha 1 de febrero de 1919, y el 27 de octubre de ese año le sería otorgado igualmente el título de piloto de aeroplano de 1.ª categoría, con antigüedad de 25 del mismo mes. Tras ello, permanecería un par de meses en el aeródromo de Getafe, realizando vuelos con los que acumular experiencia en su situación de agregado al Servicio de Aeronáutica, mientras se mantenía a la espera de asignación de un destino dentro del mismo. Savia nueva para la 2.ª Escuadrilla de Aviación de Marruecos En las hojas de servicios de quien iba a ser jefe de Espinel, el capitán de Ingenieros y piloto Pío Fernández Mulero, figura que el 1 de enero de 1919 este se había incorporado al Servicio de Aeronáutica en Cuatro Vientos, donde se haría cargo de la 1.ª Unidad de Aviación. Y en el expediente de Espinel encontramos un escrito con membrete, precisamente de la 1.ª Unidad de Aviación, fechado en Cuatro Vientos el 1 de noviembre de 1919 y dirigido al señor coronel primer jefe del Servicio en el que el capitán Mulero informa de la incorporación a la unidad en dicha fecha de «las clases e individuos pilotos que al margen se relacionan». La relación incluía al sargento Julio González, al cabo Antonio Gutiérrez y a los soldados Eduardo Lasterra, Luis Iglesias y Telesforo Espinel. El 19 de enero de 1920, por orden del general director del Servicio, Fernández Mulero marchó por ferrocarril y vía marítima a incorporarse a la 2.ª Escuadrilla de Marruecos (Zeluán), donde se haría cargo de su jefatura y de los talleres. La fecha de partida de Espinel es la misma, de lo que puede pensarse que hiciera el viaje acompañando a su capitán, y posiblemente al teniente de Caballería y piloto Santiago Villegas Casado, como veremos más adelante. Pocos días antes de su marcha, Espinel había solicitado, a través de la


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