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63 empezaría sus clases el 19 de febrero de 1924. La CEA, sociedad recién fundada con un capital de un millón de pesetas, se comprometía a formar, como mínimo, cuarenta pilotos al año. La CEA estaba presidida por el banquero Alfredo Bauer, y dirigida por Antonio Marín Hervás. Contaba además con el apoyo económico y técnico de la Compagnie Aérienne Française. El proceso de organización y puesta en funcionamiento de la escuela fue supervisado por el servicio de Aviación, de acuerdo con lo especificado en las bases del concurso. El plazo establecido para su activación era de tres meses a contar desde la fecha de adjudicación, debiendo tener para entonces al personal y al material instalado al menos de forma provisional. A los seis meses de dicha adjudicación, todos los servicios debían estar completos y plenamente operativos. El cuadro de profesores podía ser extranjero durante los dos primeros años, pero para los sucesivos, era condición indispensable que, al menos sus tres cuartas partes, fuese español. Asimismo, pasados los dos primeros años, el material adquirido para la escuela debía ser de fabricación española, siempre que la industria nacional estuviese en condiciones de suministrarlo. El cargo de inspector de la escuela estaba recogido en el pliego de condiciones técnicas incluido en la circular del concurso. Podían ejercerlo uno o varios jefes u oficiales designados por la Aviación Militar, con la misión de «visitar las instalaciones, presenciar los vuelos y examinar los libros de registro de estos, cuantas veces lo juzguen necesario». El primer elegido para desempeñar estas funciones fue el capitán Juan Bono Boix. Cualquier tipo de relación que la Aviación Militar estableciese con la entidad concesionaria se canalizaba a través de la figura del director, gerente o representante de la escuela. La plantilla primigenia de la escuela reflejaba bien la asociación existente entre las empresas española y francesa: de la dirección de los aspectos técnicos se hizo cargo Henri Balleyguier (23), mientras que para asegurar una relación fluida y de buen entendimiento con la Administración, la CEA nombró como primer director de la escuela al capitán de Infantería y piloto Jacobo de Armijo. Los profesores de vuelo eran ambos galos, Georges Mauger y D. A. Boujassy, mientras que las clases teóricas las impartían el propio Armijo y Juan Antonio Alfaro, catedrático del Instituto de Albacete, especializado en materia de motores. La empresa gala aportó por otra parte un grupo de mecánicos y también los primeros aviones, en número de seis, los cuales eran del tipo Dorand AR. Se trataba de un biplano francés diseñado en un principio como aparato de reconocimiento y que había entrado en servicio en 1917. Los primeros meses no estuvieron exentos de trágicos sucesos. Antes de que llegase el verano de ese año, ya habían ocurrido tres accidentes graves, que se saldaron con el fallecimiento de un instructor y dos alumnos. Los Dorand AR utilizados por la escuela presentaban muchas limitaciones, y se hizo evidente que debían ser sustituidos cuanto antes. La inauguración oficial de la escuela de Albacete tuvo lugar el 17 de mayo, en una solemne ceremonia que contó con la presencia de autoridades civiles y militares, entre las que se contaban el director de Aeronáutica, general Soriano, y el inspector de Instrucción, teniente coronel Kindelán. El nuevo material de vuelo que complementaría y acabaría sustituyendo al Dorand era el biplano Avro 504, un eficaz biplaza de fabricación británica. El 20 de mayo de ese año 1924, el capitán Armijo cesó en su puesto y fue sucedido en sus funciones por el capitán Juan Bono Boix, el cual desde febrero de ese año ya venía ejerciendo como inspector de la escuela, como hemos visto. El cuadro de profesores se fue robusteciendo con la llegada de cualificados adiestradores españoles procedentes del Servicio de Aviación Militar. Telesforo Espinel fue uno de los primeros, pues reunía sobradamente méritos y aptitud para dicho trabajo: a mediados de julio se dispuso que quedase afecto al Servicio de Aviación en la Escuela Civil de Aviación de Albacete, continuando en su situación de supernumerario en el cuerpo de procedencia. En ese momento se hallaba disfrutando de su permiso de verano en Villagarcía de Campos, incorporándose a su término a Cuatro Vientos el 28 de agosto, e inmediatamente se despidió para dirigirse a Albacete (24). Al equipo de profesores españoles de cuya impronta y buen oficio se benefició la escuela solo cabe calificarlo como de primera categoría: baste citar que de él formaron parte aviadores de la talla de Ismael Warleta, Alejandro Gómez Spencer, Vsebolod Marchenko, y Maximiliano Pardo. Sabiamente coordinados todos ellos por el director de la escuela y jefe de los pilotos, el capitán Juan Bono Boix, verdadera alma de ese centro durante los casi ocho años que consagró a la enseñanza de futuros aviadores. En el número 17 de la revista Ícaro de mayo de 1929, se publicó un artículo con motivo de la inauguración del aeródromo y escuela de pilotos de Albacete:  Se dedica a la instrucción de alumnos desde el año 1924, habiendo instruido hasta la fecha 220 alumnos pilotos, con un número de horas de vuelo de 6.630.  El profesorado de la escuela está constituido por aviadores españoles de reconocida competencia, siendo su director el capitán piloto de Aviación Militar D. Juan Bono-Boix, y figurando en el profesorado los pilotos D. Telesforo Espinel, D. Uswold Marchenco y D. Maximiliano Gómez Pardo, como profesor de vuelos. Las enseñanzas teóricas están a cargo del capitán de Artillería, piloto aviador, D. Ismael Warleta, secundado por el profesor D. Juan Antonio Alfaro. Complementan a todo este personal el necesario de mecánicos para el entretenimiento del material volante, así como el correspondiente a talleres para reparación del mismo. En la actualidad, la compañía cuenta para sus enseñanzas con 30 aparatos. Completan el material camiones de transporte, una ambulancia sanitaria y un parque de incendios. La escuela está situada en Albacete, habiéndose elegido este punto por sus condiciones orográficas (gran planicie de la Mancha); sus condiciones climatológicas, que permiten realizar vuelos en casi todos los días del año, y sus condiciones de vida tranquila, muy apropiada para las enseñanzas de esta clase». Espinel vistiendo el uniforme de diario, con la sardineta de suboficial apenas visible en su bocamanga izquierda. Álbum de Telesforo Espinel, Archivo Histórico del Ejército del Aire (AHEA)


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