NACIONAL
das de 9 los 18 nuevos artilleros, procuró
que hubiera una radio y un instructor
por persona. Con el armamento colectivo
se realizaba una exhaustiva desinfección
previa y posterior o, directamente, solo
era manipulado por los instructores.
INCOMPLETOS
Este cúmulo de circunstancias ha generado
en la mayoría de los miembros del
ciclo una sensación un tanto agridulce.
Todos tenían mucha ilusión por incorporarse
pero sienten que, por el momento,
no han podido hacerlo con plenitud.
En el caso de legionarios y regulares, una
de las espinitas que tienen clavadas es no
haber podido practicar el paso típico de
sus respectivas unidades. Pero al soldado
Sánchez de Gomar eso no le empaña un
ápice la ilusión con la que espera el acto
en el que recibirá el tarbush, el gorro típico
de Regulares, la unidad de sus sueños.
«Va a ser el día más feliz de mi vida»,
afirma mientras cuenta los días que faltan
para el 26 de junio.
Al artillero Martín también le hubiera gustado
poder manejar la pieza que tiene en
dotación su batería —el obús 155/52—,
pero no ha podido ser. No obstante, confía
en estar listo para cuando llegue su primer
ejercicio de tiro y así poder “bautizarse”
con su pólvora, como marca la tradición.
Pero, sin duda, para quienes está resultando
una incorporación más incompleta
es para aquellos cuya herramienta fundamental
de trabajo son los vehículos. «Da
coraje que nos haya tocado la pandemia
en plena instrucción», se lamenta el soldado
Agar, de “La Reina”, que aún no ha podido
subirse a los vehículos de su batallón.
Al caballero legionario paracaidista Gavidia,
al hecho de ser un jinete “sin caballo”,
por ahora, se une no poder realizar el curso
básico paracaidista antes de abandonar
el CEFOT, como sucede normalmente
con los miembros de la Brigada “Almogávares”
VI. No obstante, se lo toma con
filosofía y con paciencia. Y es que, a veces,
lo bueno se hace esperar. ¢
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