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MEMORIAL INFANTERIA 68

ENSEÑANZA, INSTRUCCIÓN, ADIESTRAMIENTO Y EVALUACIÓN sus pelotones. No obstante, si como consecuencia de las fluctuaciones o incidencia de la lucha, llegase algún pelotón a perder el enlace con su sección, seguirá com-batiendo en el cumplimiento de la misión asignada. Siempre surge la duda de si las ametralladoras ligeras asaltan o no. En este punto, el autor se separa bastante de la línea que siguen los actuales reglamentos. Hay que tener en cuenta que las características de cada arma de-ben ser aprovechadas al máximo, sobre todo en lo refe-rente a su alcance y cadencia; y, por lo tanto, la ametralla-dora ligera debe ser empleada teniendo en cuenta estas premisas fundamentales, pues lo contrario significaría una utilización inadecuada de esta arma. Así pues, si el fuego de la compañía en la que se enmarca la sección asaltante proporciona el apoyo necesario para realizar la progresión hasta la línea de asalto, las ame-tralladoras ligeras se moverán simultáneamente con los fusileros de los pelotones. Si, por el contrario, este apoyo de la compañía no permite la progresión con la debida fluidez y seguridad, o por otras razones debe de cesar y se hace necesaria la actuación de las ametralladoras lige-ras de la sección, éstas, en opinión del autor, no deberían llegar a la línea de asalto. La remodelación de las plantillas de personal y armamen-to en la sección de fusileros, ha traído consigo un cambio cualitativo y cuantitativo en lo referente a la dotación de ametralladoras ligeras en la sección. El cambio cuantitativo se produce al asignar a la sección una o dos ametralladoras más, mientras que el cambio cualitativo consiste en sustituir la MG-42 por la nueva MG de 5,56 mm. Este cambio de armamento no debe alterar de ningún modo el procedimiento descrito an-teriormente. Se podrían enumerar hasta el infinito las ventajas e incon-venientes de la ametralladora de 7,62 mm frente a la de 5,56, o viceversa (más o menos ligereza en el transporte de munición; más o menos alcance eficaz; más rapidez o no al asentar; más o menos ventajas balísticas), pero lo que debe quedar establecido a modo de resumen es que el procedimiento de utilización de esta arma, sean cua-les fueren sus características, permanece invariable en su misión de fijar por el fuego al enemigo. EN LA LÍNEA DE ASALTO A la línea de asalto deben llegar los fusileros con la ba-yoneta armada en el fusil desde la línea de partida. No saben quiénes se van a encontrar detrás de cada piedra. Idealmente, el fuego de artillería y aviación debe haber degradado el campo de minas y, sobre todo, las alambra-das del enemigo. El alambre de espino fue inventado por un norteamericano en 1874, diez años tarde para haber 72 añadido su nombre a la lista de horrores de la guerra de Secesión norteamericana. Y es que las alambradas, cuando están batidas por el fuego, son el obstáculo más importante y terrible: si los asaltantes son atrapados en él estarán a merced del contrario. Una de las razones que permitió a los británicos vencer a los argentinos en las islas Malvinas fue que había muy pocas alambradas en las posiciones defensivas. Los puestos de tiro eran de piedras y en ocasiones de arbustos. Los pocos medios de fortificación disponibles los emplearon los argentinos erróneamente en los puestos de mando. Lo ideal es que, como mínimo, existan tres brechas por sección (una por pelotón) en las alambradas enemigas. El jefe de sección puede dejar a un pelotón en situación de apoyo, si no hay muchas brechas y le es favorable, y asaltar con los otros dos, aunque no será lo normal; hay que intentar que la sección asalte reunida. Si las ametralladoras de la sección han llegado hasta la línea de asalto, el jefe de sección también tiene la posibili-dad de marcar a dichas ametralladoras una zona o zonas de asentamiento para apoyar el asalto que realicen todos los fusileros de la sección, pudiendo incluir en éstos a los proveedores de las máquinas. Obsérvese que, mientras tenga enlace, es el jefe de sec-ción quien dispone del fuego de sus pelotones; esto no ocurrirá durante mucho más tiempo. En efecto, en teoría el jefe de sección intentará controlar a su unidad durante el asalto; en la práctica, dependerá de sus jefes de pelo-tón y de escuadra ante la imposibilidad de estar en todas partes. Este control que todavía tienen los jefes sobre la batalla posibilitará el que se pueda hacer prisioneros. La línea de asalto es el último lugar y momento donde el enemigo todavía puede rendirse al atacante; es más, hay que incitarle a hacerlo. Para el autor, existe una línea de coordinación que no se contempla en los reglamentos: la “línea de no rendición” que no habría que confundir con la línea de asalto. Esa línea sería la que, una vez alcanzada por los atacantes, imposibilita la huida porque el asaltante dispararía a los que se retiran desde sus propios pozos recién abando-nados y desde la que no es posible la rendición porque el ataque está tan avanzado y el asaltante ha sufrido tal infierno y cantidad de bajas que se convertiría realmente en una matanza, como se explicará más adelante. Efectivamente, en las teóricas y en la instrucción hay que convencer al soldado de infantería de que no hace falta matar a la gente si se logra doblegar su voluntad. Que la satisfacción de ver a un soldado enemigo corriendo hacia nosotros con las manos en la cabeza y cayendo de rodillas es mucho mayor que la de matarlo. La victoria más completa y feliz es esta: obligar a un enemigo a aban-donar su objetivo sin sufrir daño propio alguno.


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