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Gráficos del motor Hispano-Suiza, utilizado para la formación del personal de mantenimiento del maba parte de su visión de conjunto para el progreso del reino. Ejemplo de ello son sus aportaciones de capital a nuevos proyectos que estaban estancados y consideraba de interés general, incluso convencía a cortesanos, la mayoría grandes terratenientes, para invertir en sociedades de nueva creación como el Metro de Madrid o en ampliaciones de capital, de empresas ya existentes, para que pudiesen abordar nuevos proyectos. LA SOCIEDAD HISPANO-SUIZA DE AUTOMÓVILES La sociedad La HISPANO-SUIZA, Fábrica de Automóviles S.A., se constituyó en Barcelona el 14 de junio de 1904, pocos meses después de la realización del primer vuelo controlado de un aparato aéreo con motor, es decir de un avión, realizado por los hermanos Wright20; comenzando así un continuo y acelerado desarrollo de la aviación. En la nueva empresa destacan dos hombres: Damián Mateu, empresario y Marc Birkigt, ingeniero de nacionalidad suiza residente en Barcelona desde 1899. Éste, aportaba la experiencia acumulada en la construcción de automóviles en dos sociedades anteriores radicadas en Barcelona que, de manera sucesiva, habían ido a la quiebra, haciéndose cargo la nueva sociedad HISPANO-SUIZA, tanto de los activos como de los pasivos y dando continuidad, esta vez con éxito, al diseño, fabricación y comercialización de motores y chasis para vehículos automóviles. La creación de la primera de estas empresas (1899), se debió a un emprendedor oficial del ejército, Emilio de la Cuadra, formado en la Academia de Artillería, supernumerario del Arma, con el fin de fabricar vehículos eléctricos en Barcelona y en la que entró a trabajar Birkigt, construyendo su primer automóvil con motor de explosión de 2 cilindros y 7 CV de potencia. Emilio de la Cuadra vendió la empresa en 1902, cambiando su razón social a Constructora Hispano-Suiza de Automóviles J. Castro –antecesora de la definitiva Hispano-Suiza– marca que, en 1914, ya disfrutaba de una gran solidez financiera y renombre internacional, además de una fábrica sucursal en Paris desde 1911. El acuerdo al que llegó Birkigt en 1904 incluía, amén de un elevado sueldo, el acceso a la participación en beneficios y el derecho a patentar a su nombre, aunque dentro de la empresa, las innovaciones a las que su creatividad diese lugar; siendo financiados, siempre por la propia compañía, los gastos para los prototipos. Este arreglo laboral, dio a la empresa estabilidad y progreso tecnológico, al permanecer siempre fiel a la misma, el genio creativo en que, con el paso del tiempo, se convirtió Marc Birkigt21. El Consejo de Administración de la sociedad, presidido por Damián Mateu, debatía y, en su caso, aprobaba el desarrollo de motores y chasis que el director técnico, Birkigt, sugería en un continuo avance y progreso técnico. Birkigt era también responsable de la organización de la producción y en 1914 disponía de un segundo director técnico, David Dufour, responsable de la producción en Barcelona mientras él estaba en la sucursal de Paris. Birkigt, contaba además con otros ingenieros en su equipo que fue reforzado durante el periodo bélico con el inglés Charles Catherine. Para la ampliación de las fábricas y reorganización de la producción, se contrató en 1916 a Ricardo Goytre Bejarano, ingeniero militar. El acopio de piezas y componentes era externo en su totalidad. Las piezas de 60 Servicio de Aeronáutica Militar.


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