como militar en activo y por tanto las tareas industriales en que estaba inmerso no le habían apartado del mundo aeronáutico. Es más, tras su promoción a comandante de ingenieros fue destinado como jefe de los Talleres de Cuatro Vientos, lo que le estimuló más aun si cabe en sus aspiraciones de fundar tal empresa. El concurso de aeronaves de 1922- 1923 vino a ser el acontecimiento que dio a Ortiz-Echagüe la oportunidad de poner en práctica sus deseos de crear una empresa de construcción de aeronaves, pero no era una labor fácil. El taller del Cerro de la Plata no tenía dimensiones suficientes como para ser la base de esa hipotética industria y había que partir de casi cero. Puso pues manos a la obra con el fin de conseguir socios y apoyos financieros que le permitieran constituirla, y entre esos apoyos contó con el de la Sociedad Anónima Electro Mecánica de Cataluña, que a la sazón acabó siendo decisivo. El viernes 2 de marzo de 1923 comparecían en la notaría de José Toral y Sagristá, sita en la calle de Alcalá nº 18 de Madrid, Francisco Yáñez Albert, Ricardo Ruiz Ferry, José María Laviña Beranger y el propio José Ortiz-Echagüe, con la finalidad de proceder a la firma de la escritura fundacional de una compañía mercantil anónima por acciones nominativas que respondía al nombre de Construcciones Aeronáuticas, Sociedad Anónima. La compañía podría usar las iniciales CASA para sus operaciones mercantiles, según indicaba expresamente la escritura, y su domicilio social se fijó en la calle de Villalar nº 1 de Madrid, aunque pronto cambiaría de ubicación. El objeto de la compañía que se constituía era la construcción y reparación de toda clase de material relacionado con la aviación y el automovilismo, así como desarrollar toda clase de operaciones industriales o mercantiles y similares derivadas de las anteriores que tendieran o contribuyeran a su mayor desarrollo, citándose los casos concretos de las explotación de líneas aéreas y las escuelas de pilotos. La sociedad se organizaría, gobernaría y administraría: • Por la Junta General de Accionistas (formada por todos los accionistas que, según el libro de registro de la sociedad, poseyeran al menos una acción con seis meses de anterioridad a la fecha de convocatoria de la junta). • Por el Consejo de Administración (formado por tres consejeros como mínimo y siete como máximo, salvo que en el futuro las actividades y los convenios con otras empresas y entidades aconsejaran ampliar el número de consejeros, como así iba a suceder un año más tarde tras el acuerdo con Breguet). • Por el Consejero Delegado. La escritura fundacional designaba un Consejo de Administración que debería hacerse cargo de la gestión de la empresa durante un período de cinco años, formado por los siguientes consejeros fundadores nominados por los otorgantes de esa escritura: Presidente: José Tartiere y Lenegre, conde de Santa Bárbara de Lugones Vocales: Manuel González Longoria de la Vega Ricardo Ruiz Ferry José María Laviña Beranger Ramón Illarramendi y Lecuona Secretario: Francisco Yáñez Albert El capital de la empresa era de 1.500. 000 pesetas, repartido en 3.000 acciones de 500 pesetas cada una, dos tercios de las cuales como mínimo deberían estar en poder de ciudadanos españoles. De esas 3.000 acciones, 800 que equivalían a 400.000 pesetas, con los números del 1 al 800, quedaban emitidas desde el momento de la firma de la escritura fundacional. Las 2.200 acciones restantes quedaron en cartera para ser puestas en circulación cuando el Consejo de Administración lo considerara oportuno. A su vez las primeras 40 se destinaban al pago de los estudios técnicos e industriales del negocio y se consideraban liberadas completamente de su valor nominal. Las acciones números 1 al 20 quedaron adjudicadas a José Ortiz-Echagüe y las otras, numeradas del 21 al 40, pasaron a José María Laviña Beranger. Mostraba ello que en ambos había recaído el peso de configurar y estructurar hasta el último detalle la recién nacida empresa8. Tres de los miembros del Consejo de Administración eran los accionistas mayoritarios de la nueva empresa una vez suscritas las 760 acciones de CASA emitidas inicialmente, equivalentes a un capital de 380.000 pesetas. Francisco Yáñez Albert, ingeniero militar, representaba a la Sociedad Anónima Electro Mecánica de Cataluña que tenía una participación del 34,2% de ese capital. Ramón Illarramendi y Lecuona, industrial, tenía en su poder el 19,74%. José Tartiere y Lenegre tenía un 7,9%. Los siguientes accionistas con mayor porcentaje eran Santiago Sánchez Quiñones, dueño de una empresa proveedora de la Aeronáutica Militar española, también con un 7,9%, y José Ortiz-Echagüe, con un 5,79%. Resulta sorprendente que el promotor de CASA se mantuviera al margen de las cuestiones directivas, pero ello era así porque su empleo de comandante de ingenieros en activo le impedía aceptar puesto directivo alguno en la empresa. En la escritura fundacional estaba previsto el lugar en que se establecerían la fábrica y talleres de la sociedad. Ese lugar era Getafe, y aunque en el momento de la firma de la escritura su extensión y localización exactas estaban pendientes, 76 Anuncio de la empresa Sánchez Quiñones publicado en la revista Aérea del mes de junio de 1923. Su propietario, Santiago Sánchez Quiñones, fue uno de los fundadores de CASA. Obras de construcción de la factoría de Getafe en 1923.
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