ANTONIO BERETENS Y JUAN TUDON... Después de tres años, Antonio Beretens pidió que se le reconociera el grado de teniente de Infantería y un retorno al Regimiento de Guatemala, un destino en el Batallón de Caracas (Venezuela) o el Regimiento de Buenos Aires, a título de gratitud por la invención compartida con Juan Tudón en los años anteriores. En los destinos solicitados no apareció ninguna vacante disponible, pero finalmente, en junio de 1798, surgió una plaza en la ayudantía mayor del Regimiento de Laredo. Los avatares de finales del siglo XVIII fueron muy duros para la Marina a causa de las continuas guerras navales y de pérdida de las colonias. La aparición de nuevas técnicas y materiales en el siglo XIX hizo que la construcción de barcos de madera declinara notablemente, y el invento de ambos protagonistas parece que quedó olvidado amontonando polvo en algún archivo. Retrato de Carlos iv por Goya.Museo de Zaragoza Aquel joven de cuna aragonesa, Antonio Beretens, que se alistó en los regimientos que partían hacía Ultramar en busca de nuevas experiencias, continuó con su carrera militar y se conoce que obtuvo el grado de capitán en la secretaría de la Capitanía General de Extremadura, en el año 1805. Juan Tudón disfrutó de su condición de hidalguía en el levante peninsular otorgada por la real célula de 1793, con su estirpe extendida en los páramos altos del valle del Palancia, a caballo entre Aragón y el Mediterráneo. Siempre recordó cómo hasta el más modesto de los infantes puede cambiar el devenir histórico de un país. Aquel espíritu inquieto, leal y marinero se transmitió, tal y como nos consta, en uno de sus descendientes, Rafael Tudón, reservista honorífico de la Comandancia Naval de Barcelona y miembro de la Junta Directiva de los Capitanes de Yate (RAECY). CAP. IM. JOSÉ FERNANDO FONT Bala roja o “roxa” Era una bala de cañón ordinaria que se calentaba al rojo vivo en un hornillo ad hoc en los buques o fortalezas costeras. Dos artilleros sujetaban el proyectil con unas tenazas o cucharas con mangos para luego introducirlo hecha un ascua en una pieza de artillería y arrojarla sobre el enemigo. Los soldados actuaban rápido, para evitar el enfriamiento de la bala o una anticipada inflamación de la carga. El manejo de este tipo de proyectil no estaba carente de peligros. Este medio incendiario fue muy censurado en la Marina, que mantenía que ante una batalla solo debían ser usados los medios comunes establecidos en combates navales. Fue utilizada por los ingleses en el sitio de Gibraltar de 1782 y se repitió en refriegas contra los navíos españoles en el Estrecho. BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA 67
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