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BOLETIN INFANTERIA MARINA 23

TRES INFANTES DE MARINA TRES INFANTES DE MARINA LA larga y gloriosa historia de la Infantería de Marina española, casi quinientos años ya, presenta aún hoy aspectos y detalles poco conocidos y adolece, como casi todo lo que se refiere a la historia naval española, de una inadecuada divulgación, no ya solo en la sociedad, sino en las mismas FF.AA., lo que se traduce en una valoración que está muy lejos de ser la que se merece. 1. LOS TERCIOS: UNA GLORIA COMPARTIDA ENTRE EL EJÉRCITO DE TIERRA Y LA ARMADA. Recientemente se ha publicado algún trabajo en que se discute si tal o cual tercio fue creado específicamente para combatir por tierra o por mar. No entraremos en tan erudita discusión, porque el planteamiento, de entrada. nos parece equivocado. Un error muy común, incluso entre los profesionales de la Historia, es contemplar el pasado desde nuestra perspectiva de hoy día, creyendo que las cosas han variado poco o nada desde entonces. Lo cierto es que las cosas han cambiado mucho desde el siglo XVI y el XVII, época dorada de nuestros tercios, pues entonces nuestros militares ni se planteaban si pertenecían al Ejército o la Armada: ellos habían jurado servir con las armas a su Rey y su Religión, y si era por tierra o por mar, se trataba de una cuestión absolutamente secundaria, fruto de las circunstancias o de las aptitudes y gustos de cada uno. Por citar un caso bien conocido, tenemos al famoso capitán Alonso de Contreras, cuyo Discurso de mi vida es lectura que recomendamos a todos. Pues bien, el madrileño, que se alista como soldado de infantería, desarrolla principalmente su actividad como corsario en el Mediterráneo, al mando de una o dos fragatas, y termina mandando una división de galeones con los que acude al Caribe para librar allí combates con corsarios ingleses, lo que no le impide después ser capitán de coraceros, redactar un derrotero del Mediterráneo. Recordemos cómo se efectuaba la recluta de los soldados de los tercios: el rey comisionaba a un capitán para que alistara soldados en tal o cual comarca, acompañado regularmente de su alférez, uno o más sargentos, tambores y escribano. Así se recorrían los pueblos de la zona, «tocando cajas» y animando al enganche a los posibles voluntarios. Concluida la recluta, iban a pie hasta un puerto mediterráneo, normalmente Cartagena, pero también Barcelona, Valencia u otros, y se embarcaban en galeras para hacer la travesía a Italia. Pero al embarcar, el papel de los reclutas cambiaba radicalmente, pues en absoluto eran «infantería de transporte», sino que se le señalaba a cada uno su puesto y misión en el combate, pues el enemigo —singularmente los corsarios berberiscos, también los turcos y otros— estaban al acecho en nuestras propias costas. Así pues, desde el momento de su embarque, el recluta se convertía en soldado, aún bisoño, pero dispuesto a la lucha. El mismo Contreras asistió al primer combate de su vida en esa primera travesía. BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA 57


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