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damente las explicaciones del propietario. Unos meses antes, el monarca había visitado en Pau el Flyer Wrigth, en esta ocasión fue Wilbur quien se lo había explicado e invitado a volar con él, invitación que declinó por motivo de seguridad, a pesar de lo mucho que apetecía al Rey. Desde la primavera hasta el mes de septiembre de este año 1909, tuvieron lugar en varios lugares de Europa y América importantes acontecimientos relacionados con la naciente Aviación, que encendieron aún más el entusiasmo de la gente, todos querían asistir a donde vieran volar aviones, lo que en España todavía no había ocurrido, los periódicos llenaban páginas con los acontecimientos de otros países. El aeroplano Olivert, aún sin clausurarse la Exposición, se desmontó y transportó por ferrocarril al Campamento de Artillería de Paterna, dentro del ambiente de interés y colaboración reinantes en todas las instituciones, el Capitán General de la Región Militar había ofrecido esta dependencia para llevar a cabo las experiencias de vuelo, así como la ayuda del personal militar. Allí fue, finalmente, ensamblado y se instalaron las partes restantes, hélice y motor, quedando listo para las pruebas. Echemos una mirada sobre la personalidad del designado como piloto, a la vez que propietario, Juan Olivert. Su popularidad había desbordado los ambientes locales y era tratado en los medios como “valeroso y arriesgado piloto”, indiscutible as de la Aviación y hombre entendido en estos menesteres. Sin embargo, se daba la circunstancia de que nuestro hombre nunca antes se había sentado a los mandos de aeroplano alguno, incluso ni había llegado a ver, en la realidad, otro que el que se acababa de construir a sus expensas y allí estaba. No había llegado todavía a España filmación cinematográfica alguna de aeroplanos volando, por lo que el flamante piloto valenciano ni siquiera había tenido ocasión de contemplar una imagen de vuelo en acción, Se disponía, pues, a despegar con su avión sin haberlos visto volar jamás; ciertamente, podría haberse desplazado en meses anteriores a Pau, en el Sur de Francia, pero no consta que lo hiciera, probablemente por sus muchas ocupaciones, ya que debemos hacer notar que simultaneaba la construcción y exhibición de su aeroplano con los estudios de Ingeniería en Barcelona, donde debía asistir a clase y examinarse, además de los compromisos sociales a los que continuamente se vería obligado. Nos encontramos en los primeros días de septiembre y el aeroplano Olivert espera bajo el chamizo de tejado de cinc del campamento militar el momento de la prueba; nada se sabe, aunque el piloto debía estar presente cuando los mecánicos de Anzani y el mismo Brunet, con la colaboración del maestro armero del Regimiento Guadalajara, pusieron a punto los últimos ajustes. Se cursan invitaciones al Ayuntamiento mecenas y a algunas personalidades, la noticia salta a la prensa local y, de aquí, al público. La Exposición Regional toca a su clausura y se programan fiestas en la misma, el desconocimiento general de la verdadera situación se plasma en los planes de la comisión organizadora del certamen, que solicita del Sr. Olivert su colaboración en el festejo de la siguiente manera: despegar con su aeroplano desde Paterna, dirigiéndose a la Exposición (situada en Valencia, entre el Paseo de la Alameda y el actual estadio de Mestalla, a unos siete kilómetros del punto de despegue) y, evolucionando sobre la misma, causar la admiración del pú- 7 Una idea del estado de las cosas en los primeros tiempos la da el hecho de que los pilotos que probaban los prototipos y hacían las exhibiciones en fiestas y concursos, tras meses de dedicación, acumulaban cantidades irrisorias de tiempos de vuelo > > Olivert y Brunet en los talleres Rosell Vilalta, junto a la estructura del aeroplano en construcción.


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