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113 Javier Lion Bustillo El Estado Islámico y Jabhat al-Nusra, ¿nuevos actores... Los grupos yihadistas trataron de desafiar la hegemonía militar de Hezbollah en un punto donde la organización chií carecía de presencia, la ciudad de Trípoli. Allí podían aprovechar su posición en el barrio de Bab el-Tabbaneh para hostigar a los habitantes alauíes de Jebel Mohsen. Desde entonces se sucedieron periódicos incidentes, con ataques y represalias que obligaron a las FAL a intervenir para evitar la extensión de los combates a otras zonas, pero tratando de no verse involucradas en los mismos, lo que podría comprometer su imagen de neutralidad. Otro aspecto problemático fue que muchos de los militantes salafistas detenidos fueron a parar a prisiones masificadas, que se acabaron convirtiendo en fuentes de reclutamiento para organizaciones yihadistas, de tal manera que, al ser liberados, muchos de ellos se hallaban decididos a seguir la vía de la violencia, si bien algunos formaron «células durmientes», listas para intervenir cuando resultara oportuno20. Con la salida del gobierno del Movimiento de Futuro (2011), se formó un ejecutivo dirigido por el primer ministro Najib Mikati, lo que privó al partido de la familia Hariri de mucha de su capacidad de control sobre los suníes (unido a sus propios problemas financieros). En este contexto, su alianza con los grupos islamistas se debilitó enormemente, por lo que la relación de fuerzas dentro de la comunidad comenzó a experimentar un importante cambio a favor de estos, que además se vieron beneficiados por la evolución regional de los acontecimientos21. EL IMPACTO DE LA GUERRA CIVIL SIRIA Tras el estallido de la guerra civil en Siria (2011), el Líbano pasó a verse crecientemente envuelto en los acontecimientos al otro lado de la frontera, provocando la consiguiente radicalización de las tensiones confesionales. Así, mientras buena parte de los suníes libaneses acogieron con simpatía el levantamiento contra la familia Asad, a la que consideraban responsable de los agravios sufridos por su comunidad, muchos chiíes lo percibieron como un intento de derribar a un régimen aliado22. El gobierno Mikati trató de evitar cualquier peligro de enfrentamiento interno mediante la promoción de un amplio acuerdo de disociación de los asuntos sirios, cristalizado en la Declaración de Baabda (11 de julio de 2012). De hecho, su política fue muy prudente con vistas a evitar las tensiones, pero el problema radicó en que tanto los partidos suníes como los chiíes llevaron a cabo una labor encubierta de 20  LEFÈVRE, Raphaël, «The Roots of Crisis in Northern Lebanon», Carnegie Middle East Center, 2014. pp. 16-20. SAAB, Bilal, «Beware of radicalism in Lebanese prisons», The Daily Star, 23/08/2010. 21  VLOEBERGHS, Ward, «The Hariri Political Dynasty after the Arab Spring», Mediterranean Politics, vol. 17, n.º 2, 2012, pp. 245-246. KHASHAN, Hilal, «The Political Isolation of Lebanese Sunnis», Middle East Quarterly, vol. 20, n.º 3, 2013, pp. 70-71. 22  LION BUSTILLO, Javier, «Siria y Líbano: entre la disociación y el desbordamiento», Revista CIDOB d´Afers Internacionals, n.º 108, 2014, pp. 218-221. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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