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51 Salvador Sánchez Tapia Definición de un procedimiento de análisis de modelos... y no contaminadas por prejuicios ideológicos sobre el uso de la fuerza. Un liderazgo político débil o inepto es una invitación a la usurpación militar en este terreno22. Se requiere también que el militar tenga inteligencia política y sea capaz de proporcionar un asesoramiento sincero, sin traspasar los límites de lo aceptable para unas CMR democráticas, y con la certeza de que sus recomendaciones van a ser escuchadas23. Finalmente, el análisis debería fijarse en la existencia de normas para gestionar la disconformidad. El desacuerdo legítimo es una parte inevitable en cualquier proceso colaborativo de toma de decisiones24. La cuestión es lo que hacen los militares en caso de serio desacuerdo con la política adoptada: ¿se utiliza la dimisión como forma de mostrar el disentimiento? ¿Es algo que se hace discretamente, o se publicita como una manera de ejercer presión en los políticos y desestabilizar la autoridad civil? El régimen ideal en este ámbito se encuentra entre ambos extremos. En un extremo, podría haber un modelo de CMR, generalmente no institucionalizado, en el que el militar no participa en absoluto, o en el que sus aportaciones apenas son consideradas por unas élites políticas ignorantes en los asuntos de seguridad y guiadas por prejuicios ideológicos sobre los militares. La elaboración de las políticas es caótica, no sigue ningún método, la realiza un grupo reducido de agentes de confianza y, por tanto, dichas políticas no se analizan apropiadamente. El resultado dista de ser óptimo. En el otro extremo encontraríamos un proceso igualmente no institucionalizado, dominado por el imperativo funcional, y en el que se le da demasiada voz al militar. En dicho modelo, este utiliza su posición dominante en calidad de asesor técnico para abogar por determinadas opciones e influir en los resultados de las políticas de un modo que sirva a los intereses particulares de las Fuerzas Armadas —o de una parte de ellas— por encima del interés general. Las decisiones las toma un pequeño grupo de individuos y reflejan sistemáticamente el punto de vista militar, haciendo caso omiso de otras aportaciones legítimas. Puesto que las decisiones suelen satisfacer al militar, apenas hay disconformidad; cuando esto ocurre, el militar emplea cualquier método —incluida la dimisión— para presionar a los políticos. En el modelo ideal, existe un procedimiento —formalizado o no— para la definición de la política de seguridad que considera metódicamente todos los aspectos de los desafíos en materia de seguridad a los que se enfrenta el Estado, y que da voz a todos los agentes de la comunidad de seguridad. Los encargados de la formulación de las políticas, formados en asuntos de seguridad, escuchan y sopesan adecuadamente el asesoramiento técnico del militar. El proceso se desarrolla en un ambiente de cooperación que favorece un sincero intercambio de ideas. El militar no utiliza su 22  BLAND, Douglas L., «Patterns in Liberal Democratic Civil-Military Relations», Armed Forces & Society, vol. 27, n.º 4 (Summer 2001), p. 535. 23  ULRICH, «Infusing Normative Civil-Military Relations Principles», 665. 24  Ibíd., 663. http://revista.ieee.es/index.php/ieee


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