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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 858

D-4 VIGMA, en configuración de aterrizaje. coordinaciones con el TACCO y el Centro de Mando en la nave Garibaldi. Nos espera una hora y media de tránsito hasta llegar a zona de operaciones, en aguas internacionales, volando en dirección Sur acercándonos a las costas de Libia, de donde parten los migrantes cada amanecer, en busca de un futuro mejor. Calma tensa en el avión. Los pilotos ejecutan las comprobaciones radio y verifican todos los equipos. Detrás, los fotógrafos ajustan las lentes de las potentes cámaras con las que cuenta el avión, los operadores ponen a punto el FLIR (Forward Looking Infrared Radiometer) y el radar, y el TACCO coordina con el centro de mando cuál será la zona a sobrevolar y los eventos iniciales que habrá que monitorizar. Antes de llegar a Zona, son varios los avisos que recibimos de contactos con barcazas de madera y otras de goma, más pequeñas y mucho más endebles. Se intuye una jornada muy intensa de trabajo. Encontramos la primera embarcación al amanecer. Es de madera, grande, arrastrada por dos barcas de pesca con motor fueraborda. Se encuentran ya en aguas internacionales, por lo que las barcas motopropulsadas, supuestamente pertenecientes a mafias que se dedican al tráfico ilegal de personas, abandonan la barcaza de madera con los migrantes, y retornan a aguas libias. Nuestro trabajo dentro de la zona Obtención de imágenes para la lucha contra el tráfico de operaciones ha comenzado. Los eventos se suceden uno tras otro. La tripulación trabaja a pleno rendimiento, al compás del ritmo marcado por el TACCO, que va proporcionando toda la información necesaria a los pilotos para que pongan rumbo al nuevo evento. Trabajan con una coordinación exquisita: los pilotos sitúan el avión con el rumbo y la inclinación adecuada para que los fotógrafos puedan captar la instantánea en el momento justo para evaluar la situación, identificar necesidades de apoyo y, en su caso, obtener pruebas que permitan identificar a los traficantes. Mientras tanto, los operadores del FLIR graban toda la secuencia. Cuando las fotos están hechas, el avión gana altura y rápidamente se ponen a trabajar en ellas, para enviarlas al centro de mando a modo de informe inicial. LA SOBREOCUPACIÓN DE LAS EMBARCACIONES PROVOCA HUNDIMIENTOS Es un día de buen tiempo, mar en calma, y se suceden, una tras otra, las barcas que están a la deriva a más de 12 millas de la costa libia, donde, una vez alcanzadas aguas internacionales, se desarrolla nuestra misión. Por radio recibimos un aviso de emergencia. Hay una barca que ha perdido la navegabilidad, y las personas que estaban a bordo tratan de sobrevivir desesperadamente. El comandante de la aeronave pone rápidamente rumbo a las coordenadas que nos ha trasladado el centro de mando, y en una primera pasada de reconocimiento comprobamos que hay personas en el agua que ya tienen chaleco salvavidas, mientras que otras consiguen mantenerse a flote a duras penas. En un breve lapso de tiempo, la operación de lanzamiento de balsas y kit de supervivencia está en marcha. En cabina, todo se predispone para la baja pasada, los procedimientos y las comprobaciones fluyen sin pausa, mientras el avión hace un giro de 180 grados y se dirige en dirección inbound a la embarcación maltrecha. Los fotógrafos han soltado sus cámaras, y han adoptado su otro rol en la misión: el de rescatadores. Ataviados con los arneses de seguridad, dan el “listo para abrir la compuerta”. Por primera vez durante todo el vuelo, el silencio se hace patente. La balsa sale del avión, y hay que esperar unos segundos para comprobar que se hincha antes de llegar al agua. 966 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2016


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