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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 345

a Nueva Orleans (1862). Su máximo éxito llegó en Mobile, en el golfo de México, en Alabama, el 4 de agosto de 1864. Los fuertes Morgan y Gaine, y una barrera de minas, protegían el acceso al puerto sudista, el último que quedaba en manos confederadas. Pero, ni los unos ni las otras detuvieron al futuro almirante, quien, a la voz de «¡a toda máquina y al diablo las minas!», superó la barrera y tomó el puerto. El Sur quedó entonces partido y bloqueado en su línea decisoria y el final de la contienda se intuyó inminente, al igual que su resultado a favor de la Unión. La acción de Farragut había sido crucial. Curiosamente, una centuria antes, también en aguas del golfo de México, a un centenar de kilómetros por tierra y en la vecina Florida, en concreto en Pensacola, el malagueño Bernardo de Gálvez había liderado una acción semejante que también había tenido su relevancia en el transcurso de otro conflicto: la Guerra de Independencia de Estados Unidos. ASCENSO Y HONORES Dos años después de la conquista del puerto sureño y ascendido a vicealmirante por su Portada del libro dedicado al estadounidense español. Debajo, fragata norteamericana del siglo XIX en Mahón. logro, el Congreso concedió a James David G. Farragut el título de almirante, «honor creado para premiar la gloriosa carrera del militar marino», asegura el historiador Julià en su capítulo del libro. A lo que añade, a modo de colofón, que «un hijo de ascendencia menorquina se convertía así en el primer almirante de la historia de los Estados Unidos de América». El reconocimiento y la conexión con el personaje que se desprenden de esas palabras, fueron ya puestos de manifiesto en la España de la época de Farragut. En especial, durante el viaje de representación ya citado, del que, ahora, en este mes de diciembre, se cumplen 150 años y que no sólo tocó tierras menorquinas. En Madrid, fue recibido por la reina Isabel II y la isla de sus antepasados lo acogió con reconocimiento y calor. El diario El Menorquín, periódico literario, científico e industrial, siguió la visita del insigne personaje, subraya Miguel Á. Limón, del Ayuntamiento ciudadelano. Connotaciones todavía más afectuosas se dieron durante su estancia en el municipio de Ciudadela, donde tiene un monumento, está la casa de sus ancestros y cada mes de mayo es objeto de un homenaje hispanoestadounidense. La cita es frente al mar, en el busto dedicado al almirante y, también, en el cementerio local. Tiene lugar en el mencionado mes porque se enmarca en el Día de la Memoria, celebración homenaje de la asociación Navy League de Madrid y Menorca que también busca honrar a los caídos de todos los tiempos. VISITA PARA LA HISTORIA Miguel Á. Limón cuenta que la estancia del almirante en Menorca se prolongó hasta los primeros días de enero, y Gabriel Julià se traslada al siglo XIX para ofrecer una crónica de aquellas jornadas. «La fragata Franklin, escoltada por el vapor Frolik entró en el puerto de Mahón el 19 de diciembre de 1867», apunta Julià en su texto El almirante Farragut en Menorca. Un trabajo ajeno al libro editado por Defensa, pero del que recogemos en estas líneas algunos pasajes. Al pisar tierra menorquina, el almirante fue cumplimentado por las autoridades de la isla y por una comisión de Ciudadela, que le invitó a visitar la ciudad natal de su padre, «ya que sus habitantes deseaban demostrarle la grata satisfacción de tener siquiera un día en su seno a tan famoso descendiente de la patria». Farragut acogió con agrado tal invitación y se fijó el 26 de diciembre para el encuentro. Llegado el día, sólo el anuncio de que el almirante salía hacia Ciuda- Cada año, la localidad balear de Ciudadela rinde homenaje al destacado marino, hijo ilustre del municipio Diciembre 2017 Revista Española de Defensa 59


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