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AEROPLANO 35

Conflictividad laboral, atentados en Cádiz Por si la inestabilidad institucional y los vaivenes políticos 94 no eran suficiente motivo de zozobras para la CASA de la primera mitad de los años treinta, los conflictos laborales vinieron a poner la guinda. Fue en tierras andaluzas, en la factoría de Cádiz, don-de brotó tempranamente la semilla de las desavenencias entre CASA y sus empleados, como reflejo de la situación laboral en las principales villas de la provincia gaditana, más o menos directamente influida por la instauración de la República. La empresa no podía mantenerse al margen de las huelgas y agitación reinantes. En ese difícil ambiente los representantes sindicales presentaron a la dirección de la empresa una propuesta de bases de trabajo –lo que ahora llamaríamos convenio–, que la empresa respondió con una oferta en línea con las aprobadas en los talleres metalúrgi-cos de la zona. La falta de acuerdo se extendió a lo largo de la segunda mitad de 1931 hasta que, en la última se-sión del año del Consejo de CASA, se aprobó una postrera propuesta de bases de trabajo presentada por el Sindicato Único de Construcción Naval y Metalúrgica de Cádiz, Sec-ción de Aeronáutica. El punto más relevante era el salarial, pues suponía un aumento del 10 al 20% en los jornales de obreros y empleados, que visto desde la perspectiva actual parece muy elevado, pero que tal vez era una concesión necesaria para intentar asegurar la paz social ante las pers-pectivas inmediatas, sin ir más lejos, la construcción de los aviones torpederos. Los primeros meses de 1932 trajeron el acercamiento y la concordia entre ambas partes. La negociación sobre la men-cionada propuesta de la empresa condujo a buen puerto, como citaba el acta de la siguiente sesión del Consejo de CASA –31 de marzo de 1932–, donde se podía leer: «Las bases de trabajo para nuestros talleres de Cá-diz que fueron aprobadas en el acta anterior han sido aceptadas por el personal obrero, y puestas en vigor. En cumplimiento de una de ellas se procede en Cádiz a la construcción de un local para comedor cuyo pre-supuesto de 30.000 pta. aprueba el Consejo». Sin embargo, y a pesar de esos hitos favorables, la factoría de Cádiz continuaba viéndose salpicada por los enfrenta-mientos. A modo de ejemplo se puede citar cómo, en su edi-ción andaluza del 1 de junio de 1932, el diario ABC recogía que los obreros de esa factoría se habían negado a entrar al trabajo el día anterior en el marco de una huelga general revolucionaria. Episodios similares fueron martilleando la actividad de la factoría con las consabidas consecuencias negativas. Las dos terceras partes de la construcción de los Vil-debeest en volumen de trabajo habían sido asignadas a la factoría de Cádiz, y ello supuso instalar allí equipos de tratamiento electrolítico del duraluminio y el acero entre otras mejoras. En mayo de 1933 ya era notorio el retraso del programa, y la empresa se proponía compensarlo en lo posible con un aumento de la plantilla a base de personal femenino y aprendices, de unos 150 operarios al doble, co-mo así sucedería. Tanto en Getafe como en Cádiz el trabajo en aquellos días se centraba en la construcción de los útiles y en la producción del primer Vildebeest que, de acuerdo con el contrato, debía ser entregado a la Aeronáutica Naval en julio de 1933. Sucedía que la inestabilidad laboral no solo no había cesa-do, sino que se había incrementado tras la breve paz laboral de los primeros meses de 1932. La agitación social, con disturbios y atentados esporádicos parecía haberse intensi-ficado en tierras gaditanas con el avance de 1933. Una vez más se podía leer en el diario ABC del 11 de mayo de ese año que los trabajadores de la factoría de Cádiz no habían entrado al trabajo el día anterior. La situación forzosamen-te había de desembocar en despidos, que llegaron poco después. A finales de ese mismo mes, la factoría de Cádiz quedó paralizada por una huelga indefinida en demanda de la readmisión de los despedidos, y el 6 de junio se produjo el cierre patronal. Días después la situación iba a alcanzar el cenit de la violencia, con el atentado criminal sufrido el 25 de junio por el director de la factoría de Cádiz, Francisco Lozano Aguirre29, y el director de la Sucursal de Cádiz del Banco de España, Emilio Fernández Suárez. Ambos habían salido a eso de las 22:00 del hotel Loreto, sito en la calle de Cánovas del Castillo, donde habían cenado en compañía del administrador de Aduanas Eduardo Ramón y Ramón, que se separó de ambos poco después. Lozano Aguirre y Fernandez Suárez siguieron juntos por la calle de Valverde hasta llegar a su número 4, domicilio del primero. Fue entonces cuando desde una esquina se realizaron del orden de diez disparos contra ellos, resultando ambos grave-mente heridos. Fueron enseguida trasladados al hospital Mo-ra, donde a Lozano Aguirre le apreciaron sendas heridas de bala, una en la región glútea izquierda sin orificio de salida, y otra en la pierna izquierda con entrada por su cara inter-na, todas ellas de pronóstico grave. Fernández Suárez tenía también dos heridas de bala, una en la muñeca de su mano izquierda, y otra en el octavo espacio intercostal sin orificio de salida, que destrozó su hígado y dañó el pulmón. Su pro-nóstico fue calificado de gravísimo y falleció a las 09:00 del día siguiente. Antes del fatal desenlace, el director del Banco de España pudo declarar que había observado como un grupo de tres o cuatro jóvenes, que situó entre los dieciocho y veinte años, efectuaron los disparos. A partir de ese momento se puso en El Vildebeest T-16 en un hangar. Al parecer este avión fue basado inicial-mente en Barcelona y se empleó para demostraciones El Vildebeest T-17 equipado con flotadores en una fotografía de la que se desconoce la fecha. No hay noticia de que los Vildebeest salidos de las fac-torías de CASA llegaran a transportar torpedo alguno, ni en tiempo de paz ni en tiempo de guerra


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