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Una vez desaparecido el grueso de la escuadra enemiga, se volvió a la normalidad. Con ella, Antonio de Soto dejó las fuerzas sutiles y embarcó con la guarnición de la fragata Matilde, donde permaneció más de un año, hasta que, enferma y con fiebre alta, en un reconocimiento médico se descubrió que en realidad era una mujer y que se llamaba Ana María Antonia. Enterado el general Mazarredo, ordenó su desembarco inmediato el 7 de julio de 1798, en medio de la admiración y respeto de sus camaradas que la habían conocido y tratado en sus más de cinco años de servicio, solicitando ella, por su parte, la licencia absoluta, la cual le fue concedida el día 1 de agosto. Sus destinos durante esos años fueron diversos y en todos actuó con eficacia, disciplina y abnegación: las fragatas Mercedes y Matilde, combates en Bañuls y Rosas, en la batalla naval de Cabo San Vicente y, finalmente, con las cañoneras y en otras fuerzas sutiles en la defensa de Cádiz en el año 1797. PENSIÓN Por los documentos aportados y hechos públicos por el coronel Félix Salomón, en 1898, sabemos que por la Real Orden de 24 de julio de 1798, «en atención a las acciones de guerra en que participó, a su heroicidad, acrisolada conducta y singulares costumbres con que se ha comportado durante el tiempo de sus apreciables servicios, se ha dignado S.M. el Rey concederle dos reales de vellón diarios por vía de pensión, al mismo tiempo que en los trajes propios de su sexo pueda usar de los colores propios del uniforme de Marina». Cuando sus atribulados padres fueron informados de la aparición de su hija, después de más de cinco años de angustia, se dirigieron a pie a San Fernando a recogerla, pidiendo limosna por el camino por no tener suficientes medios económicos para el viaje. Tal vez por ello, la Real Orden anterior fue complementada por otra de fecha 4 de diciembre del mismo año por la que el Rey, «por haber servido durante cinco años y cuatro meses de soldado voluntario con particular mérito», le concede «el grado y sueldo de Sargento Primero de los Batallones de Marina, para que pueda atender a sus padres». A su regreso, la familia se instaló en Montilla y consta documentalmente en el archivo municipal de esta localidad que ya en 1799 figuraba como titular de la expendeduría de tabacos situada en La Plazuela (del Sotollón), de esa población. Posteriormente se sabe que en 1809 y 1813, en plena Guerra de la Independencia, reclamó Ana María el devengo de su pensión, ya que desde 1808 no se le abonaba. Algunos autores comentan que, en 1819, se le retiró el disfrute del estanco de tabacos que regentaba en Montilla por no poder cobrar simultáneamente dos sueldos del Estado. No obstante, en documentos del Archivo Municipal de Montilla, seguía figurando como titular del estanco en 1828, así como en 1833. Falleció, con 58 años, soltera, en Montilla, el 5 de diciembre de 1833, estando enterrada en el lugar del cementerio que tienen asignados los Hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Aurora. Aunque sin descendencia, nombró heredera a Antonia Pérez de Luque, que había acogido de niña, en 1804, y la atendía en su vejez. No hay duda de que bien puede tenerse a Ana María de Soto por una precursora y modelo, por sus méritos, para las tropas de sexo femenino que nutren hoy en día el Cuerpo de Infantería de Marina, vistiendo los mismos colores azul marino y grana, con sardinetas, del uniforme que llevó ella puesto y que siguen su pauta de absoluta dedicación al servicio de España. L h i s t o r i a Combate del cabo Santa María, 1804 (detalle). óleo sobre lienzo.The Richard Green Gallery, Londres. 62 Revista Española de Defensa Marzo 2018


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