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un numeroso público que se había congregado para recibirlos. Se habían instalado en un improvisado aeródromo en los Lla-nos 90 de Balbuena unas grandes carpas, y también se hizo pre-viamente una gran publicidad en todos los periódicos, y toda la población de la capital mexicana se preparó para presenciar las demostraciones aéreas. Con anticipación se habían puesto a la venta las entradas en varios establecimientos de la ciudad. El día 24 de febrero René Simón efectuaría una exhibición exclusiva para la prensa, que se deshizo en elogios para el piloto por su gran habilidad. Las demostraciones siguieron los días 25, 26, 27 y 28 de febrero, que se prolongarían du-rante el 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, y 8 de marzo. No pudieron volar ningún día el piloto Frisbie con su biplano Curtis y Audemars apenas logró dar unos saltitos con el DemoiselIe, probable-mente debido a que la altitud de Ciudad de México, de 2.670 metros sobre el nivel del mar, en alguna medida pudo haber influido en la poca potencia del motor del aparato. Los que sí se lucieron fueron los pilotos franceses con sus Bleriot XI Bis, muy en especial Roland Garros que hizo vuelos y pasa-das sensacionales con dos aviones, su Bleriot y también con El Buen Tono, ese que no habían podido volar sus compa-triotas Bellot y Dadaine y que había sido reparado por los mecánicos del grupo. A estas exhibiciones en Ciudad de México asistieron las más altas autoridades tanto civiles como militares entre las que es-tuvo el presidente de la República mexicana Porfirio Díaz. Entre los vuelos más notables de los realizados está el efectuado el 1 de marzo por Roland Garros que, tras despegar de Balbuena, sobrevolaría la ciudad de México hasta el Castillo de Chapulte-pec para continuar hasta el Peón y Los Reyes, y se atrevió a llegar hasta las «montañas con cráteres» que separan el Valle de México, para regresar a Balbuena. En este vuelo recorrió más de 60 kilómetros, invirtiendo 50 minutos y alcanzó una altura de 12.192 pies (3.671 me-tros) como atestiguaba después un anuncio publicado en los periódicos por la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, que era la que proporcionaba la gasolina para las exhibiciones. Posteriormente se desplazaron a Texas, a la ciudad de San Antonio, donde incorporaron un nuevo aliciente: la realización de un ejercicio en cooperación con el Ejército de los Estados Unidos. El Circo de Moissant había conseguido la colabora-ción de una unidad de artillería, que se desplegó en las proxi-midades de una colina y de un valle cercanos al aeródromo de la exhibición, debiendo los pilotos localizar la posición de las piezas. El joven piloto Roland Garros ascendió tras el des-pegue a una altura de 800 metros sobrevolando las colinas y el valle durante unos 15 minutos. «Al principio no veía nada», confesaría el piloto francés, «solamente un rebaño de cabras, pero poco a poco comencé a descubrir en la ladera de una de las colinas, a varios grupos de soldados y después a la batería camuflada bajo los árboles». Felicitados por los oficiales, los pilotos efectuaron después un simulacro de combate contra las piezas de artillería, que disparaban munición de fogueo, que tras un periodo de 10 minutos fueron neutralizadas. La prueba resultó un gran éxito, pues se hizo en muy poco tiem-po y además con gran precisión. Se ha dicho, sin haberse podido confirmar, que entre aquellos artilleros se encontraba un joven teniente llamado Dwight David Eisenhower. Era el 8 de marzo de 1911. Después de San Antonio, el próximo punto sería El Paso, a donde el tren especial del Circo Moissant llegaría tras un largo y monótono viaje. Desde el hotel, los aviadores pudie-ron ver cómo una multitud de curiosos estaban subidos en los tejados más altos de la ciudad, tratando de observar los combates que se desarrollaban al otro lado de la frontera, en las cercanías de Ciudad Juárez. Se oía a lo lejos el eco de los disparos de las armas tanto de las fuerzas gubernamen-tales como de los insurgentes que se habían levantado con-tra la dictadura de Porfirio Díaz, que duraba ya 27 años. El río Grande separa ambas ciudades, y durante el día los hom-bres del jefe rebelde, Pascual Orozco, lo aprovechaban para atacar a las tropas del Ejército mexicano desde las colinas próximas al río. Desde las terrazas de los edificios de El Paso no era difícil poder seguir con prismáticos el curso de algu-nas escaramuzas y enfrentamientos. Un día, algunos de los miembros del circo, junto a un grupo de turistas, efectuaron una excursión al territorio mexicano para poder ver de cerca la zona de las operaciones, siendo amablemente tratados por las fuerzas rebeldes y el propio Orozco, hombre delgado, con gran bigote, doble cartuchera y que, al igual que la ma-yoría de sus hombres, usaba curiosamente corbata. Itinerario del grupo Moissant en Estados Unidos y México Primer vuelo de exhibición de Roland Garros en México Roland Garros vuela con el Bleriot El Buen Tono sobre las tribunas de Balbuena


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