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membrillo, destinada a los mandos de la expedición, los mantuvo sanos. En el entorno mediterráneo no eran habituales estos estadios graves de la dolencia, por lo que no sabían como atajarla y pusieron en práctica remedios de toda índole. Ascendieron por encima de las latitudes de las Molucas y hasta mediados de marzo no vieron tierra: dos islas deshabitadas y de difícil acceso, San Pablo y Tiburones, a las que llamaron Inafortunadas o Desafortunadas. A estas alturas de la travesía, la escasez era tal que las ratas alcanzaron el precio de medio ducado y se reblandecía el cuero de los palos de la arboladura para ingerirlo como alimento. No mucho después estaban en la isla de los Ladrones, actual Guam, en las Marianas, en homenaje a Mariana de Austria, esposa de Felipe IV. Se obtuvieron provisiones y la escala se prolongó lo justo porque los nativos abordaban las naos en sus embarcaciones, parecidas a las «góndolas » y tomaban cuanto querían, lo que terminó por hartar a todos. FILIPINAS Todavía con necesidad de provisiones y, de nuevo en busca de la Especiería, continuaron al oeste. Fue entonces cuando llegaron a Samar, en las actuales Filipinas, nombre elegido por Ruy López de Villalobos en 1543 para honrar al todavía príncipe Felipe y que sustituyó al de San Lázaro, el dado por los expedicionarios. Aunque ignotas para los europeos, eran tierras conocidas para orientales y árabes. Sus habitantes recibieron bien a los extranjeros, que pudieron descansar y aprovisionarse a cambio de mercaderías. Les presentaron las primeras especias y, con información local, buscaron otra escala para completar su abastecimiento. Después siguieron hasta Limasawa o Mazaua. Las ciudades y puertos ya empezaban a tener entidad. Sus gentes y gobernantes estaban Archivo del Museo Naval de Madrid Derrotero del viaje de Francisco Albo desde San Agustín, otra de las crónicas llegadas hasta hoy. acostumbrados al comercio y a entablar relaciones con foráneos. A partir de ahora, y como demostración de poder y prestigio, Magallanes —y después otros capitanes de la armada— dispararán salvas de artillería a su llegada a los puertos arribados, lo que ocasionará algún que otro equívoco. Para confirmar amistades, cerrar acuerdos, realizar intercambios o lograr territorios para extender la soberanía de Carlos I, sellarán ritos de sangre con diferentes gobernantes. El ya «amigo» monarca de Mazua conducirá a Magallanes a Subu (Cebú) y le presentará a su rey, Humabón. La estancia se prolongó largo tiempo. El líder local aceptó la soberanía de Carlos I y, dada su influencia en el entorno local, le siguieron pueblos vecinos. Muchos abrazaron, incluso, el catolicismo merced a un reto personal del portugués, quien aseguró a Humabón que el bautismo era el único remedio para curar a un hermano suyo gravemente enfermo. Llegó a apostar su cabeza y no la perdió, pero poco después moriría al involucrarse en una rivalidad entre reyes de la vecina Mactán. EL FIN DE MAGALLANES Una vez más, Magallanes desoía a su tripulación e incumplía el mandato real que priorizaba llegar a la Especiería. Inmiscuirse en rencillas locales ponía en riesgo el objetivo de la empresa, así como sus aspiraciones comerciales y deseos de buena voluntad. De tal desacuerdo dejaron constancia Ginés de Mafra y Pigafetta, entusiasta seguidor de su capitán. El aliado Zula pidió ayuda al portugués frente a las aspiraciones de su rival, cuñado y vecino Cilapulapu, quien no se había unido a los castellanos. Magallanes aceptó, pero no le pudo salir peor, ya que las mayores capacidades militares de su escuadra quedaron fuera de juego. La artillería embarcada no logró acercarse lo suficiente a la playa donde se libró la lucha para hacer valer su potencia de fuego y, en tierra, a pesar de contar con el apoyo de los nativos aliados, la inferioridad numérica de la fuerza hispana era muy significativa: 49 hombres frente a 1.500. Visto el escenario, ordenó retirada, pero era tarde y el duelo entre vecinos terminó por cobrarse la vida del capitán general de la armada de la Especiería. Allí quedó su cadáver, ya que los vencedores no quisieron devolverlo a los castellanos. Quedó también la aureola de invencibles de los extranjeros, que poco después a punto estuvieron de no salir con vida de la vecina Subu. Influido por los acontecimientos y presionado por voces contrarias a los extranjeros, Hélène Gicquel El objetivo del viaje era obtener un mercado propio del preciado clavo y otras especias, como nuez moscada, canela y jengibre. 16 Revista Española de Defensa Mayo 2019


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