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Llegaron a Malúa donde, a pesar del inicial recelo fue posible comerciar y embarcar a otro piloto nativo. Después, en busca de más leña y otras necesidades pararon en Timor. Aquí prolongaron su estancia del 26 de enero al 11 de febrero. Elcano permitió visitas aunque no bajar a tierra salvo para el avituallamiento y mantenimiento de la nave. Además, informó de su intención de poner rumbo sur hasta alcanzar la latitud del cabo de Buena Esperanza, unos 30 grados sur, y virar hacia el citado accidente geográfico. Así lo hicieron. Estuvieron cerca de la ignota Australia. Una vez girada la dirección, avistaron la isla Amsterdam el 18 de marzo de 1522. En los territorios encontrados, por lo general, el agua era escasa y estaban deshabitados. Las provisiones empezaban a escasear y más de una voz pedía arribar a Mozambique. FIELES A SU CAPITÁN Sin embargo, la mayoría apoyará a su capitán y seguirán el plan establecido. Como escribió Pigafetta, preferían «su honor a su vida y estaban decididos a llegar a España, vivos o muertos». Sortear el cabo de Buena Esperanza fue tarea ardua. Sus aguas hicieron honor a su anterior nombre, «de las Tormentas». Tempestad incluida, que dañó gravemente el trinquete, se superó el desafío. Para rearmarse de fuerzas, valor y otras necesidades buscaron abrigo en la bahía de Saldanha, ya al oeste del cabo. Era 20 de mayo. La vuelta a la mar no se demoró, siempre alertas a la amenaza lusa. Ascendieron en paralelo a la costa, con información cartográfica, pero con otros problemas, como el regreso del escorbuto en estadios avanzados, la falta de alimento y una vía que obligaba a trabajar sin descanso achicando agua. La muerte visitó de nuevo la expedición que dejaba una estela de cadáveres tras de sí. En este sentido y como otros textos coetáneos, Pigafetta narra que «los cadáveres cristianos quedaban siempre cara al cielo y los de los indios, cara al mar». En junio superaron el Ecuador. Dada su extrema situación y cerca de Cabo Verde, hicieron la que será su última escala. Con el fin de aprovisionarse y comprar algún esclavo para emplear en el achique de agua se hacen pasar por una nave de regreso de las Indias, ya que estas sí podían recalar en la isla portuguesa. El ardid funcionó al principio, pero, bien por algún desliz, bien porque erraron al indicar qué día era —viajando siempre al oeste, la expedición había ganado un día al calendario—, los portugueses descubrieron el engaño y apresaron a los últimos que regresaban al barco. Julio Verne usará el dato de la fecha para que Fogg gane «su» Vuelta al mundo en 80 días. A causa de los vientos no pudieron establecer ruta directa a España. Subieron hasta la altura del cabo de San Vicente, donde, ahora sí, tenían el regreso en la palma de la mano. Después de tres años menos 14 días fondeaban en Sanlúcar. El capitán envió noticias al rey, que estaba en Valladolid, donde después de se entrevistarían y, a la espera de ayuda para remontar el río Guadalquivir hasta Sevilla, descansaron y fueron abastecidos con 12 arrobas de vino, 50 hogazas y roscas de pan, 25 cuartos de vacas… Como a la partida, la entrada en Sevilla, el 8 de septiembre de 1522, se hacía en día festivo: era Nuestra Señora de la Victoria. Con camisa y descalzos desembarcaron los 18 supervivientes liderados por su capitán y fueron en procesión, en cumplimiento del voto ofrecido, al templo de la patrona de su nao y a la iglesia de Santa María de la Angustia. De las cinco naves, solo regresó la Victoria —la de mayor coste de todas— pero había circunnavegado el planeta. Los 381 Museo Naval de Madrid sacos de clavo de la mejor calidad —524 quintales— cargados en su bodega pagaron la inversión y su beneficio directo superó los 346.000 maravedíes. Desde la misma llegada, se tuvo conciencia de la gesta lograda. Carlos I concedió recompensas y honores a Juan Sebastián Elcano. El secretario del monarca en su crónica comparó la empresa con el mito griego de Jasón y los argonautas en pos del vellocino, y aseguró que esta era aún mayor, porque los primeros navegaron el Mediterráneo, mientras que la armada de la Especiería había surcado el mundo. Esther P. Martínez Mayo 2019 Revista Española de Defensa 19


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