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Llegada de los supervivientes de la expedición a Sevilla, cuadro de Julián Salaverría (1919). Reinó la concordia. Almanzor se ofreció a mediar con el rey de Brunei para devolver a los rehenes. Creyente de la fe de Mahoma, pidió a los castellanos que sacrificaran los cerdos que llevaban para su sustento, pero les facilitó otros animales. FRUCTÍFERA RELACIÓN Hallaron la manera de compaginar costumbres para sellar los acuerdos, más proclives los primeros a la palabra, frente a la exigencia de dejar constancia por escrito de los segundos. Establecieron tablas para fijar el intercambio de mercancías, que resultaron tan ventajosas para los expedicionarios que hasta adquirieron productos a título particular. Tuvieron, por último, contacto con soberanos vecinos e incluso se entrevistaron con el representante de Lisboa en Terna- Museo Naval de Madrid te, Pedro Alfonso de Lorosa, quien para ganarse el favor de los visitantes, les puso al tanto del amplio dispositivo de su reino para frustrar la empresa, lo que hizo a los españoles apurar plazos para regresar. Sellados lazos con Almanzor, las bodegas repletas —tanto que se sustituyó el lastre por especias— y velas nuevas con la cruz de Santiago, el 18 de diciembre se disponían a regresar, pero una vía de agua en la primera frustró la partida. Se intentó reparar la nave con la ayuda de buzos locales para salir inmediatamente, pero todo fue en vano. Esta iba a llevar un tiempo, los portugueses acechaban y los vientos iban a cambiar. LA CIRCUNNAVEGACIÓN Se decidió entonces que la Victoria regresara y que, una vez en condiciones, viajara la Trinidad de Espinosa. Y aquí nació el hito, ya que, Elcano apostó por volver por el este, por el océano Índico. El viaje sería más corto y la Corona recibiría antes la noticia del éxito de la misión, aunque, con los portugueses al acecho habría que navegar vigilantes y lejos de sus rutas. La Trinidad haría sus reparaciones y regresaría por el oeste, como estaba previsto, rumbo a Tierra Firme, a la provincia de Darién, en Centroamérica. Los hombres eligieron su destino. Bajo las órdenes de Espinosa 55 quedaron y 47 eligieron seguir a Elcano. El cronista Ginés de Mafra optó por la Trinidad, mientras que Albo se embarcó en la Victoria, además de Pigafetta, a pesar de no ser fan del guipuzcoano. La Trinidad nunca retornó. Una vez lista, salió de Tidore, pero una tempestad provocó tales daños que se vieron obligados a regresar. Entonces, fueron apresados por los portugueses. Finalizado su cautiverio, años después cinco sí conseguirán completar la vuelta al mundo, entre ellos, el capitán Espinosa y el citado Mafra. Para evitar vías de agua y tener una mejor maniobrabilidad de cara a complicaciones futuras, la Victoria aligeró en parte su carga y, vestida de nuevo con la cruz del apóstol Santiago, comenzó el viaje con la ayuda de un piloto local y la intención de recalar lo mínimo imprescindible en tierra a fin de evitar a los lusos. Era el 21 de diciembre de 1521, y, esta vez, la partida fue más sobria. Navegaron al sur, siempre de día, porque no contaban con cartografía de referencia y atentos a no recalar en tierras de caníbales. Pigafetta escribió que «estaban decididos a llegar a España vivos o muertos», siguiendo a su capitán Juan Sebastián Elcano 18 Revista Española de Defensa Mayo 2019


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