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Castellví Guimerá JL. Por otra parte, debemos ser conscientes de las limitaciones que el propio guía puede aportar al trabajo de su animal. Los perros aprenden a interpretar a sus guías también y, tal y como sostienen Tauzin, Polgár12,13, parece ser que los canes se fijan en pistas que les damos subconscientemente durante el entrena-miento, por lo que si un guía conoce el emplazamiento en el que se oculta la sustancia que debe encontrar el animal, cabe la posi-bilidad de que el perro la encuentre sin usar el olfato, o al menos sin usarlo exclusivamente. Autores como Cooper14 han señalado la diferencia entre los resultados extraordinarios obtenidos en ejercicios controlados, frente a pruebas sobre el terreno en el que desempeño de los pe-rros fue mediocre, yendo desde el 99% en los primeros ejercicios hasta el 43% en situaciones reales. Estas diferencias se producen, entre otros factores, por la contaminación de las muestras usa-das durante los entrenamientos, o la tendencia de los preparado-res de las pruebas a ocultar dichas muestras siempre en lugares similares, de modo que este tipo de situaciones también deberían ser analizados a la hora de preparar los ejercicios y testar a los perros para determinar su nivel de efectividad real. Por estas razones, durante los entrenamientos, como es el caso de los perros de las Fuerzas Armadas los guías desconocen la ubicación de las sustancias y los escenarios de búsqueda rotan y se preparan adecuadamente. EL NIVEL DE EFICACIA EN LA DETECCIÓN CANINA En base a lo expuesto con anterioridad, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿qué nivel de eficacia podemos esperar en un perro? Entre los diversos estudios llevados al cabo sobre el tema, en perros entrenados (dejando de lado los braquicéfalos –hocico chato-, que tienen menor capacidad olfativa), con animales bien entrenados en detección de explosivos se ha llegado a un 95% de eficacia15, mientras otros estudios16 han llegado a una media de 86.8% en detección de drogas y parece ser el máximo absoluto al que podemos aspirar, cuando otro estudio17 arrojó cifras de eficacia en la detección de explosivos del 93.5%. Si bien este ≥5% de margen de error puede parecer excesivo, sigue estando un 10% por encima del margen de eficacia de los aparatos electrónicos a los que aluden Tripp y Walker18, llama-dos “sniffers”. Incluso con una tasa de detección positiva similar, los perros presentan una versatilidad que no ofrecen los aparatos electrónicos todavía. Se considera que el mínimo aceptable está establecido en el 90% de eficacia, de modo que ese 93-95% se puede considerar más que adecuado como rendimiento general de los perros dedicados a la detección de sustancias explosivas. Además, debemos tener en cuenta diversos factores a valorar y que han sido recogidos por diversos autores19, 20 tales como: la posibilidad de enviar al perro a distancia, evitando exponer al guía a un riesgo excesivo; la agilidad del animal para llegar a lugares a los que no podríamos aproximarnos cargando con un aparato; la capacidad del perro para detectar trazas de olor a más de seis metros de distancia, mientras que la máquina hay que aproximarla a escasos centímetros de la superficie que es-tamos inspeccionando, entre otras. Este tipo de balance entre capacidad olfativa y agilidad, se presenta incluso a la hora de escoger una raza u otra para trabajar. 100  Sanid. mil. 2019; 75 (2) Los dos perros más habituales en el trabajo de detección suelen ser el Pastor Alemán y el Labrador Retriever. En varios estudios21 se apunta el hecho de que el Pastor Alemán es el perro con mejor capacidad olfativa que hay. En cambio, esta raza se ve cada vez más desplazada por el Pastor Belga Malinois, que po-dría tener un nivel algo inferior a la hora de detectar, pero es mu-cho más ágil y enérgico, con lo que puede prestar mejor servicio en tareas que requieran mayor esfuerzo físico, o largas jornadas de trabajo. Lo cierto es que hay escasa literatura al respecto, y la que hay, deja abierta la puerta a seguir investigando sobre la diferencia de desempeño según la raza del perro. LA IMPORTANCIA DE LA COOPERACIÓN INSTITUCIONAL EN LA DETECCIÓN CANINA La Comisión Europea publicó, en octubre de 2017, una Co-municación con un Plan de Acción para mejorar la preparación y respuesta ante incidentes NRBQ en Europa22. Uno de los pun-tos clave era el aumento de la cooperación de las distintas agen-cias (Policía, Fuerzas Armadas, instituciones y empresas priva-das), para dar una respuesta a dicha amenaza. El debate sobre el tipo de entrenamiento idóneo incluye di-versos puntos de vista que se pueden centrar en la raza del perro, el sexo, el tipo de recompensa durante el entrenamiento (comida vs. juego), el modo de entregar la recompensa, la alerta de de-tección (activa o pasiva/doble o simple), el modo de búsqueda (suelto o con correa), las ayudas usadas (pseudos o sustancias reales)23, la duración del entrenamiento (sobre todo si es intensi-vo o repartido en el tiempo). Como intentos significativos de avanzar en este ámbito, cabe destacar que Interpol definió un grupo de trabajo que preten-día hacer homogéneas las guías de trabajo en Europa (Interpol European Working Group on the Use of Police Dogs in Crime In-vestigation o IEWGPR), pero no se llegó a publicar ningún do-cumento fruto de ese trabajo, o al menos no están disponibles al público. En idéntico sentido, desde los Estados Unidos se han publicado cientos de documentos desde el Scientific Working Group on Dog and Orthogonal detector Guidelines, SWGDOG, (Directrices del grupo de trabajo científico sobre perros y detec-tores ortogonales)24, en esta misma línea. Por tanto, vemos que ya se registran algunos esfuerzos para lograr una cooperación institucional en materia de detección canina. En este sentido, Miklósi y Walker25,26, desarrollaron un sis-tema que puede hacer que los resultados sean comparables si éste se usa sistemáticamente. También Furton y su grupo de trabajo27, proponen el desarrollo de un calibrador universal de detección (UDC, en inglés), para poder medir objetivamente la capacidad olfativa de cualquier perro, ya que en Estados Unidos se han encontrado con numerosos intentos de desacreditar dicha capacidad ante los Tribunales de Justicia28. Se podría crear un estándar nacional, e internacional, para evaluar los resultados del entrenamiento. A día de hoy, las Fuer-zas Armadas tienen centralizada la formación, independiente-mente de que el perro vaya a ir destinado a la Armada, Ejér-cito del Aire o de Tierra. Además, cuentan con un sistema de evaluación de todo el efectivo canino que garantiza su eficacia (Instrucción Técnica 2/2015), cuyo objeto es regular y norma-


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