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¿Es la simulación de trastorno mental en militares un diagnóstico estereotipado? Sanid. mil. 2019; 75(3)  145 león) se habían clasificado como automutilaciones voluntarias, determinando, dicho tribunal, que las mutilaciones se debían a la inexperiencia de los reclutas, lo que llevó a exonerar a 3000 soldados de la ejecución7. También se ordenaba en esos años, el ingreso de los «locos» en centros específicos u hospitalarios para observarlos durante varias semanas e incluso meses, lo que tenía una intención evidente de detectar simuladores48. En la Edad Contemporánea, esta metodología se afianzó y generalizó. Siguieron redactándose guías, como las de1: Belloc, Stier, Golbert, Marc, Fodere, Souville, Borie, Fallot, Kirchoff, Marshall, Devergié, Orfila, Taylor o Bernard. En España, según Lozano et al.49, la obra más completa fue la de Díaz Alcrudo de 1850, aunque hubo numerosos autores destacados, como Merino Delgado50, Arguello51 o Slocker52 –médico militar cuyo tratado de las enfermedades simuladas sirvió de guía a los médicos militares españoles de su época y posteriores2–. La primera guía sistemática en inglés redactada para el contexto militar fue la de Hector Gavin53, que recibió el premio Professor of Military Surgery de la Universidad de Edimburgo en abril de 183554. Por su parte, la metodología observacional empleada en la Edad Moderna, continuó empleándose en la Contemporánea. El Reglamento de Hospitales Militares en España de 1884 especificaba que los «dementes» debían ser atendidos en departamentos específicos donde pudieran ser observados sus actos y el fingimiento o verdad de sus trastornos55. En el siglo XX los soldados sospechosos de simular siguieron siendo ingresados para ser observados, por ejemplo, los de la Gran Guerra56, los de la Guerra Civil española2 o los de la II Guerra Mundial57. De este modo, la precisión en la detección se mejoró en las guerras del momento, como en la Guerra Civil americana58 o en la I Guerra Mundial en el frente británico45. Hacia la II Guerra Mundial, destacan las publicaciones de simulación de problemas mentales en militares, caracterizadas por clasificar los distintos tipos de simulación, compararla con los cuadros psicopatológicos descritos en esos años y dar consejos o claves para su detección y diagnóstico59-68. En estos años, se empezaron a desarrollar otras técnicas de detección. Algunas, demostraron una dudosa eficacia, como el Test de Rorschach35,69, los electroencefalogramas69 o el uso drogas24,70-72 –técnica ya utilizada a mediados del siglo XIX43–. Mientras tanto, la psicología científica recogió mejores resultados. Hunt y Older65 señalaron la posibilidad de emplear un examen psicométrico con fiabilidad estadística para comparar a simuladores con débiles mentales. Por su parte, Meehl y Hathaway73, convencidos de la necesidad de diferenciar entre simuladores y disimuladores, introdujeron varios métodos de detección en el Minnesota Multiphasic Personality Inventory74. Además, distintos autores comenzaron a evaluar la sospecha de simulación en investigaciones controladas con indicadores objetivos65,75-78. En los años posteriores, se consolidaron las tres áreas fundamentales de investigación en detección de simulación: Los índices de detección, los diseños de validación y la metodología estadística79. Los índices de detección se elaboraron empleando estrategias de inverosimilitud de los síntomas y de amplificación de los síntomas informados80. Por su parte, los diseños de validación en muestras controladas –controlled trial–, que se habían desarrollado a mediados del siglo XX, se afianzaron en los años 9081-85 y se consolidaron a principios del siglo XXI mediante el empleo de diseños específicos para la detección de simulación, como los grupos de análogos86-90 –analogue group–, los grupos de diagnóstico conocido91 –known groups–, las medidas autosuficientes84,92 –bootstrapping comparisons– o la prevalencia diferencial93 –differential prevalence–. Por último, la metodología estadística aplicada a la detección de simulación, se focalizó en tres tipos de análisis de datos79: la precisión clasificatoria mediante el análisis del área bajo la curva o curvas COR, las correlaciones con otros indicadores y el análisis de las diferencias estadísticamente significativas en los grupos mediante ANOVAs o MANOVAs incluyendo el tamaño del efecto. En conclusión, se puede decir que el nivel de precisión en la detección de simulación de problemas mentales mejoró a partir de la Edad Moderna, perfeccionándose en la Contemporánea llegando, a finales del siglo XX y principios del XXI, al empleo de procedimientos empíricamente validados. Sin embargo, no hay que olvidar que estos no evitan cometer errores ni, tampoco, crear polémicas por usar la etiqueta de simulación (ver la controversia del Madigan Army Medical Center o la de Brannan contra Humphrey en: Weiss y Van Dell94). Las consecuencias de ser sospechoso de simular cuando se es militar Reflexionar sobre la simulación en militares requiere, necesariamente, incluir las consecuencias que tiene para ellos ser etiquetado como simulador. Porque con independencia de si los ejércitos eran voluntarios, o forzosos, o si había, o no, mejores métodos de detección de simulación, lo cierto es que los militares han recibido un trato desfavorable cuando –supuestamente– fingían –o sufrían problemas invisibles reales–, siendo una constante histórica que la simulación en militares ha sido perseguida y severamente castigada. Por ejemplo2, en Esparta, los soldados eran condenados con pena capital hasta que Charondas de Latania impuso penas de vergüenza pública, como exponerlos vestidos de mujer. Por su parte, Augusto los vendía como esclavos y, en los reinados de los emperadores Constantino, Valentín y Valentiniano, se les marcaba con hierro al rojo, sin perjuicio de ser utilizados después como soldados. Más adelante, en Las Cruzadas, se les colgaba de la ropa una rueca y un huso (por ser este un símbolo femenino). En la Edad Moderna, en concreto, en la España de 1730 a 1789, los llamados «vagos» eran encuadrados en regimientos de veteranos que enviaban después a Italia, norte de África o Indias95. En cuanto al castigo más severo que se podía aplicar por simular –la ejecución–, empleado desde la Edad Antigua, siguió vigente en el ejército napoleónico7, en el frente británico de la Gran Guerra12,13, en las Fuerzas Armadas Unificadas de la Alemania Nazi11 o en el de los Estados Unidos10 de la II Guerra Mundial. Hace solo cuatro años (el 13 de enero de 2015), en los Estados Unidos, se ejecutó a un excombatiente de Vietnam por cometer un crimen en el año 1998 bajo la influencia de problemas mentales que, según Weiss y Van Dell94, se banalizaron y clasificaron como fingidos durante el juicio. Las penas que reciben ahora los militares se basan, fundamentalmente, en la privación de libertad. En España, por ejemplo, simular enfermedad o lesión o provocársela a uno mismo o a otro con el objetivo de eximirse del servicio o del deber, son


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