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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 337

entrevista —Y en todo este proceso ¿dónde encaja la OCCAR? —Para poner en marcha cualquiera de las dos secciones, tanto la de investigación como la de capacidades, habrá que pensar un modelo de gobernanza. Y yo creo que no hace falta inventar la rueda: OCCAR no es una institución de la Unión Europea, pero su Convención está escrita de tal manera que permite una flexibilidad absoluta, de forma que no sólo los seis países miembros pueden lanzar programas de cooperación en armamentos dentro de esta organización sino cualquiera siempre que los seis lo aprueben. Y esta flexibilidad es la que va a permitir a este organismo ofrecerse como un centro de excelencia para la gestión de los programas de cooperación en armamento de Europa. Y, en principio y por supuesto con la aquiescencia del Comité de Supervisión, ese va ser mi objetivo: promocionar esa posibilidad de la OCCAR para funcionar como un centro de excelencia de la Unión Europea. —¿Cualquier país europeo se puede sumar «Para responder a la necesidad de capacidades «Mi objetivo principal va a ser promocionar la OCCAR como un centro de excelencia de la Unión Europea» en cualquier momento a alguno de los programas de la OCCAR? —Sí, pero siguiendo unos procedimientos y, por supuesto, aceptando los requisitos y condiciones que se establecen dentro de la Convención. Siempre hay que buscar el coste/eficacia en el lanzamiento de los programas y aceptar el concepto «balance global» en cuanto a la participación industrial en lugar del «justo retorno» por cada programa, es decir, el retorno industrial no se mide programa a programa sino que se hace de forma plurianual y multiprograma. En definitiva, que la puerta está abierta y no es necesario ser de la OCCAR para participar en un determinado programa; ya ocurre, en varios ejemplos como Suecia, que está en el de las radios definidas por software; Holanda y Luxemburgo en el del avión de reabastecimiento en vuelo o Turquía en el avión A-400M —¿Y cómo se decide qué programas se necesitan en cada momento? —Es un proceso en el que estamos todos engarzados. Comienza cuando los Estados miembros o la propia Unión identifican aquellas capacidades militares que se consideran necesarias para hacer frente a los retos y amenazas. Y aquí juega un papel importante la Agencia Europea de Defensa (EDA), puesto que esta es su misión fundamental. Una vez que se identifican, un grupo de países puede decidir lanzar un programa para cubrir esa carencia de capacidad y hacerlo a través de la OCCAR, organización con experiencia contrastada en la gestión de grandes programas de armamento, para buscar economías de escala, abaratar costes y asegurar la eficacia. —¿La OTAN también puede encargar o sugerir algún programa a la OCCAR? —Sí. Tenemos un acuerdo firmado con la Agencia de Apoyo Logístico y Adquisiciones de la OTAN (NAMSA), pero, en este momento, para un solo caso concreto, en el de los aviones de reabastecimiento en vuelo. El marco que engloba nuestra colaboración con la Agencia Europea de Defensa es global, pero el de la OTAN es específico. Esto demuestra la flexibilidad que tiene la OCCAR, que se puede adaptar a cualquier organismo siempre y cuando se cumplan sus procedimientos. —España forma parte de dos de los programas «estrella», el A-400M y el Tigre. ¿Está en algún proyecto más? —España está ahora mismo en cuatro de los 13 programas de la OCCAR. Y, efectivamente, dos de ellos con un peso específico muy importante: de hecho, la cartera actual de la OCCAR para todos sus programas es de alrededor de 60.000 millones de euros y casi el 50 por 100 están destinados al A-400M y Tigre. Pero también participa en el programa ESSOR (European Secure Software Defined Radio), que aunque no es económicamente muy potente, sí lo es desde el aspecto tecnológico; y también en el programa de los sistemas aéreos pilotados remotamente (MALE RPAS). Este último es un buen ejemplo de cómo se secuencia un programa de adquisición de capacidades: en el Consejo de la Unión de diciembre de 2013 se establecieron cuatro áreas de capacidades que se consideraban prioritarias: la ciberdefensa, las comunicaciones por satélite, el reabastecimiento en vuelo y, la cuarta, los RPAS. Una vez que la Unión identificó como una carencia los RPAS, la agencia Europea de Defensa empezó a analizar esa capacidad e incluyó aspectos asociados a la misma que consideró también necesarios, como la inserción de los RPAS en el tráfico aéreo no segregado (es decir, que puedan volar donde también está volando los aviones civiles sin problemas de colisión, algo que ahora no es posible). En colaboración con la EDA, hay cuatro países que deciden poner en marcha la obtención de esta capacidad con un programa de cooperación y es aquí donde acuerdan hacerlo a través de la OCCAR. —¿Y qué pasos se siguen? —Una vez aceptado por el Comité de Supervisión de la OCCAR, se crea la Program Division, es decir, una división específica para este programa (en este caso, localizada en Múnich). Se inicia la fase 38 Revista Española de Defensa Marzo 2017


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