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recuerdos personales que pudieran levantar sospechas y servir de excusa para su detención por parte de los milicianos 68 que periódicamente registraban los domicilios particulares. Esto incluyó, desgraciadamente, un buen número de álbumes fotográficos de sus trabajos sobre el Protectorado y la Península. Tan solo uno de ellos sobrevivió, al haber quedado olvidado y oculto entre otras pertenencias familiares (29). En el mes de septiembre Espinel sufrió un ataque de hemoptisis (30), y aprovechó esa circunstancia para pedir permiso y trasladarse a Valdepeñas (Ciudad Real), donde un primo suyo era cajero del Banco de España en dicha localidad. Allí le esperaban su esposa e hijos, que ya habían abandonado la capital meses antes, escapando de la escasez de alimentos. Desenvolviéndose en la localidad manchega de la forma más discreta posible e intentando recuperarse de sus afecciones pulmonares, Espinel aguardó la victoria del bando nacional. Una rápida depuración de responsabilidades En 1940 Espinel fue sometido a diligencias para depurar el alcance de sus actuaciones durante la guerra. Como avalistas de su conducta y su manera de pensar, algo muy necesario tras la guerra para quienes habían permanecido todo el tiempo en la zona republicana, Espinel señaló (por este orden) al comandante Pazó, al teniente coronel Longoria, al teniente Buenaventura Pérez Porro, al comandante Luis Llorente y «a muchos jefes y oficiales más de Aviación donde soy conocido». Esto era muy cierto; tras nada menos que dieciocho años de profesorado, enseñando a volar a los mejores aviadores de España y habiendo servido eficazmente bajo el mando de no pocos coroneles y generales que ahora ocupaban altos puestos en el naciente Ejército del Aire, no cabía duda de que Espinel contaría con sólidos apoyos que iban a suavizar el análisis de su trayectoria en la zona enemiga. Y en efecto, las diligencias resultaron en la finalización del procedimiento sin perjuicio alguno del investigado. En favor de este habían declarado tanto su antiguo compañero en el Servicio Catastral, Buenaventura Pérez Porro, como su antiguo jefe, el comandante Pazó. En el dictamen del auditor, incluido en las diligencias previas, y dirigido al general jefe de la Jurisdicción Central Aérea, Luis Lombarte Serrano, con fecha 2 de octubre de ese año 1940, se declaró que de las actuaciones de Espinel durante la contienda no se deducían indicios de responsabilidad criminal y que podía darse por terminado el procedimiento sin declaración de responsabilidad. La conformidad de Lombarte con su auditor se dio seis días después, y el día 14 de octubre el juez de ejecutorias estampó su visto bueno, remitiéndose el documento a la Sección de Personal del Ministerio del Aire. El reencuentro con un viejo alumno y su regreso al adiestramiento aéreo En la inmediata posguerra estuvo trabajando en la Compañía Española de Trabajos Fotogramétricos Aéreos (CETFA), fundada en 1927 por un grupo de socios entre los que se hallaba Julio Ruiz de Alda (31), y cuya presidenta por entonces era la viuda del asesinado tripulante del Plus Ultra. En 1947, los caminos de José María Ansaldo y Espinel volvieron a cruzarse. Aquel, convertido ahora en jefe de Tráfico Aéreo de la compañía Iberia, se hallaba inmerso en un ambicioso programa que perseguía la reorganización de las plantillas de pilotos, radiotelegrafistas y mecánicos de vuelo, la estructuración de los servicios de navegación y cartografía, y la organización de vuelos. El antiguo alumno del curso de transformación en Cuatro Vientos no tardó en reclutar a su entonces instructor, perfectamente sabedor de su valía y con quien además de amistad, compartía una especial camaradería por haber servido ambos como militares de Complemento. Así, el 20 de julio de ese año Espinel causó alta en Iberia, según ha quedado registrado en el primer documento de su expediente en esta compañía, que lleva fecha de 1 de septiembre y está firmado por el interesado, con el visto bueno de su valedor. Pero no puede decirse que Espinel entrase en su nueva casa por la puerta grande, ya que en el texto se especificaba que había sido contratado como «empleado administrativo » y «admitido provisionalmente por un periodo de En la inmediata posguerra Espinel trabajó en la Compañía Española de Trabajos Fotogramétricos Aéreos (CETFA). En la imagen aparece accediendo a la cabina de un bimotor Monospar ST-12 de tren fijo y motores de Havilland Gipsy Major


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