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juicio se merecen. Todos ellos sin excepción realizaron una eficaz y sórdida labor de artesanos, que si bien es cierto no fue tan espectacular como la de nuestros cazas, no por ello resultó menos eficaz y meritoria. En esta especialidad sólo podemos contar los relatos de Francisco Pérez Mur, De la voltige aerienne a la guerre d´Espagne44 piloto acrobático de preguerra que en España se soltó en aviones militares en el aeródromo de Sariñena y luego menciona de manera genérica su paso por los polimotores de bombardeo del Grupo 11, y el magnífico testimonio –y casi único por ahora– de Gregorio Gutiérrez García, Guti, piloto de Tupolev SB-2 Katiuska45. Guti pertenece a la Segunda Promoción de Kirovabad y relata con lujo de detalles la formación de los pilotos de bombardero en la URSS, su incorporación en España a la 1ª escuadrilla de SB-2 formada por soviéticos y su paso a la 4ª Escuadrilla de vuelos de altura. El testimonio de Gutiérrez es interesante para conocer los intentos de montaje de una estación de radio en el Katiuska, aprovechando sus conocimientos en la materia, así como las escasas impresiones que se han publicado hasta ahora de las numerosas misiones de combate de un piloto de SB-2, lo cual hace de este relato un texto esencial para el estudio del Grupo 24 de Katiuskas. En las autobiografías de aviadores republicanos también han tenido cabida los relatos del personal tripulante (observadores y ametralladores-bombarderos). La primera de ellas corresponde a Juan Maluquer Wahl, La Aviación de Cataluña en los primeros meses de la Guerra Civil46. Maluquer era piloto de vuelo sin motor antes del conflicto y adquiere su experiencia bélica en el campo de Sariñena (Huesca). Además de ser una fuente inestimable para conocer la situación de la guerra aérea en este campo en los momentos previos a la intervención aérea extranjera en el frente de Aragón, el libro de este aviador catalán narra a la perfección los sentimientos del tripulante que deposita su vida en la pericia del piloto y en el manejo de su ametralladora frente al enemigo. Maluquer vivirá la angustia del combate experimentado por estos tripulantes en el frente Norte, al que la Generalitat desplaza una patrulla de Breguet XIX y en el que será derribado por un Heinkel 51. Impresiones similares expone el ametrallador bombardero Amancio Baltanás Franco, formado en la Escuela de Tiro y Bombardeo de Los Alcázares (Murcia)47. Baltanás vivirá los combates del Norte (País Vasco, Cantabria y Asturias) en el puesto defensivo de un Breguet XIX y Koolhoven Fk-51 en misiones de ataque a tierra y contra los buques de la armada franquista que pretendían bloquear la entrada de mercantes en los puertos republicanos de la costa cantábrica. Evacuado a Francia tras la pérdida de esta región, ingresa en la 3ª Escuadrilla del Grupo 24 de Katiuskas legándonos, entre otras misiones, el intenso testimonio de uno de los ataques –casi suicidas por realizarlos sin escolta de caza– efectuados por los SB-2 al aeródromo de La Cenia (Castellón) en el que su bimotor resulta alcanzado y se ve obligado a realizar un aterrizaje forzoso48. Para finalizar con las autobiografías de aviadores republicanos mencionaremos el caso de los miembros del escalón de tierra, de notable relevancia histórica porque aportan impresiones y detalles que los tripulantes de los aviones no recuerdan, complementando con su información una versión distinta de la guerra aérea: la angustia por el retraso del avión a la vuelta del combate, las horas interminables de trabajo, los servicios de guardia o la atención a las bajas de guerra. Tenemos variados testimonios del personal no volante; podemos iniciar este apartado con las memorias del médico Gregorio Gutiérrez García, Guti. Juan Maluquer Wahl


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