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AEROPLANO 28

1900-1908: historia de una colaboración singular en la Aeronáutica española 22 Leonardo Torres Quevedo y el Servicio de Aerostación Militar FRANCISCO A. GONZÁLEZ REDONDO Universidad Complutense de Madrid FRANCISCO GONZÁLEZ DE POSADA Universidad Politécnica de Madrid INTRODUCCIÓN Leonardo Torres Quevedo, caracterizado por Maurice DʼOcagne (Presidente de la Sociedad Matemática Francesa) como “el más prodigioso inventor de su tiempo”, ocupa un lugar de excepcional relieve en la Historia universal de la Ciencia y de la Técnica. Patenta el transbordador (1887), un revolucionario sistema de funicular aéreo que, construido en el Monte Ulía de San Sebastián (1907) y aún hoy funcionando en Niágara (Canadá), se convertirá en el primer teleférico para pasajeros del mundo. Concibe sus máquinas algébricas (1893), máquinas de calcular analógicas que resuelven ecuaciones polinómicas. Detecta la necesidad de localizarse y “navegar” por las ciudades proponiendo sus indicadores coordinados (1896), precedente del GPS. Inventa el primer aparato de mando a distancia, el telekino (1902), reconocido como “hito” histórico en 2007 por el Institute of Electric and Electronic Engineers de los EE.UU. Y, muy especialmente, con su obra teórica cumbre, los Ensayos sobre Automática (1914), sus ajedrecistas (1914, 1922) y su aritmómetro electromecánico (1920), el primer ordenador en sentido actual de la historia, se adelanta en varias décadas a los pioneros de la Informática del siglo XX. Sin embargo, al comenzar el siglo XX, Torres Quevedo pasó a dedicarse a la solución de un problema, el de la navegación aérea, que no podían resolver los dos sistemas de dirigibles en boga en esos momentos. Los rígidos, construidos de acuerdo con los diseños del Conde alemán Ferdinand von Zeppelin, con una enorme estructura interna rígida muy pesada de metal, en la que situaban varias células de hidrógeno, y una envuelta de tela cubriéndola. Tenían una forma estable, pero no se podían plegar ni desinflar, el volumen de los elementos externos suspendidos ofrecía gran resistencia a la marcha y eran extremadamente frágiles: cualquier impacto acababa en tragedia. Por otro lado, los no-rígidos o flexibles, entre los que destacaban los ensayados por el millonario deportista brasileño Alberto Santos Dumont, tenían una envolvente impermeable, sin elementos internos, que se inflaba con hidrógeno. Podían desarmarse y transportarse una vez desinflados, pero dependían de la sobrepresión interior para intentar mantener la forma, y necesitaban numerosos tirantes de suspensión exteriores, emplazados a lo largo de


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