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AEROPLANO 28

rrier o Barriére, según los gustos, profesor de la Escuela Blériot de Mourmelon. Alojados en el lujoso Hotel Oriente, en la céntrica Plaza Nueva, los viajeros descansaron del largo viaje y al día siguiente, a las doce, fueron recibidos por el Alcalde, señor Halcón, que les acogió, según la prensa, de forma «cariñosísima » y a quien prometieron poner todo de su mano para que la esperada «Semana de Aviación» fuese un éxito y «supere en great atraction» —así, en inglés, lo escribirá el periódico El Correo de Andalucía del 27 de marzo de 1910, en una nota intitulada «La semana de aviación»— las expectativas de los sevillanos. A primeras horas de la tarde visitaron Tablada, donde se había establecido con anterioridad el aeródromo y «quedaron contentísimos de las inmejorables condiciones que el mencionado lugar reúne para campo de aviación». Cientos de sevillanos, como viene ocurriendo desde entonces, se sintieron ya atraídos por la ciencia y la magia del vuelo, hasta el extremo de que la Sociedad organizadora, que había recibido numerosas peticiones para poder examinar de cerca los aeroplanos, decidió la venta de entradas especiales al nada módico precio de cien pesetas —de las de entonces, que gozaban de robusta vida— mediante las cuales los curiosos pudieran visitar los cobertizos donde se alojaban los «curiosísimos aparatos» y el aeródromo durante toda la semana, a placer. Eso si, «el impuesto del timbre correrá a cargo del público», faltaría más. LOS APARATOS Los afamados aviadores habían traído consigo sendos monoplanos Blériot XI, idénticos a los utilizados, no hacía ni un año, por su celebérrimo diseñador y constructor Louis Blériot para el cruce del Canal de la Mancha. No son más que unas frágiles estructuras de madera, tubo, tela y cables movidos por un motor de tres cilindros en abanico y 25 caballos de potencia que accionaba una hélice bipala de madera «estriada» tipo Chauvière y que solía alcanzar velocidades de hasta 80 km/h. El fuselaje era una simple celosía de listones de maderas flexibles y resistentes como el fresno. el nogal y abeto rojo o picea, reforzada para soportar las cargas por alambres tensados diagonalmente en su interior. La parte delantera hasta la mitad de la estructura estaba revestida de tela de lino y soportaba asimismo una estructura de tubos metálicos —conocida como cabanne o cabaña— en la que se sujetaban los cables tensores del ala, situada en la parte superior de la célula. Como ésta era única —una fórmula no muy habitual en la época, en la que predominaban los aparatos con dos o más superficies sustentantes— el avión era un monoplano, entre cuyas más interesantes características se encontraba el hecho de no disponer de alerones —un invento de hacía sólo dos años— sino que para inclinar el avión en vuelo, permitiéndole virar, utilizaba la torsión del ala mediante cables: al tirar del intradós (parte inferior) de una semiala, el cable tiraba asimis- El Bleriot XI, tras el cruce del Canal de la Mancha, se había convertido en un verdadero éxito comercial, produciéndose muchísimos ejemplares que no dejaban de estar presentes en cualquier meeting aeronáutico que se preciase. 39


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