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se decidió finalmente por ella. Todas las propuestas tenían méritos sobrados para ser llevadas a cabo, y probablemente lo acaben siendo en el futuro, pero BIOMASS tendría prioridad en la oportunidad de lanzamiento de 2020. Entre las razones barajadas se citó la urgente necesidad de disponer de conocimientos fiables sobre la biomasa forestal, sobre todo en los trópicos, sobre los cuales hay poca información en este campo. Las naciones Unidas tienen en marcha una iniciativa llamada Reducing Emissions from Deforestation and forest Degradation (REDD+), un esfuerzo internacional para reducir las emisiones de carbono procedentes de la deforestación y la degradación del suelo, en particular en los países en vías de desarrollo, y BIOMASS sería una bienvenida contribución europea para este objetivo. Los científicos hicieron también notar que BIOMASS, con su capacidad de mapear la elevación del terreno ocupado con vegetación muy densa, aportará información muy interesante sobre la geología del subsuelo. Su radar aportará asimismo datos sobre la velocidad de desplazamiento de los glaciares y las cubiertas de hielo en varios continentes, algo que será esencial para entender mejor cuánto hielo se pierde en la Tierra debido al calentamiento global. Según la ESA, BIOMASS (Biomass monitoring mission for Carbon Assessment) será una misión meramente científica, de obtención de datos para resolver problemas concretos, pero tanto este satélite como futuras encarnaciones podrán ser utilizados para efectuar una vigilancia operativa a largo plazo de los bosques. Más allá de su importancia como acumuladoras de CO2, las masas arboladas son en sí mismas un recurso natural esencial, tanto ecológico como de carácter económico, de modo que saber cuál es su extensión cada cierto tiempo será crucial para medir su rendimiento y evolución. A pesar de todo, su contribución a la comprensión del ciclo del carbono será su misión principal. Y en base a este objetivo, el Earth Observation Programme Board recomendó esperar a la propuesta industrial para desarrollar el satélite antes de confirmar la luz verde para su puesta en marcha. Debido a lo limitado de los recursos financieros disponibles, la ESA esperaría a las ofertas de los futuros contratistas para decidir su construcción, de manera que si dichas propuestas no fueran asumibles, por su dificultad técnica o por otra razón, el proyecto sería cancelado o pospuesto. Así pues, durante los siguientes meses, la industria europea prepararía sus propuestas concretas sobre el vehículo, siguiendo las necesidades del proyecto y las directrices técnicas impuestas por los objetivos a realizar. La ESA tendría entonces que elegir al contratista principal de la misión. LOS CIENTÍFICOS SUBEN A BORDO Mientras la industria desarrollaba sus diseños y presupuestos, la ESA continuó preparando la vía científica del proyecto BIOMASS. La primera acción en esta fase fue volver a poner en marcha el Mission Advisory Group, es decir, el grupo consultivo que co- Uno de los reflectores con forma de esquina utilizados durante la campaña de ensayos BioSAR. (Foto: ESA) REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Junio 2016 541


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