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REVISTA SANIDAD FAS JUL SEP 2016

González García O. gular a Palma, logrando unas travesías admirables de alrededor de 20 horas. El empresario vio en seguida que el negocio era ampliar la línea a las costas mediterráneas de Francia e incluso Italia. Para ello necesitaba más capital y contactó con Joaquín Castañer Mollet, que se incorpora a la empresa y compran dos vapores más en 1836: el «Delfín», que se incorpora a la línea Barcelona- Tarragona, y el «Mercurio», que acompañará al «Balear» a la línea Marsella-Cádiz. Las leyes proteccionistas de la época obli-garon a la empresa a reconvertirse en una naviera de carácter na-cional, momento en el cuál se asoció a un selecto número de em-presarios catalanes y alguno de Madrid para formar una nueva sociedad: Navegación e Industria7, el padre de nuestra criatura. Los nuevos buques que comprarán, para hacer un total de cinco, serán el «Villa de Madrid», en 1843, y el «Barcino», en 1845. Así pues, tenemos los hermanos mayores de nuestro «Cid». PRIMERA ETAPA (1848-1859) El nacimiento del pionero La Sociedad de Navegación e Industria, en 1846, ante la cre-ciente demanda de cabotaje entre los puertos del Mediterráneo de España, Francia e Italia, encarga a los astilleros de Mahón la construcción de dos buques que luego habrían de ser trasladados a Barcelona para instalar la máquina de vapor. El adjudicatario del encargo fue el maestro Jerónimo Tudurí de la Torre, que era uno de los más reputados a pesar su juventud. El primero en nacer se denominó «Nuevo Balear». Era un buque de 144 pies de eslora (casi 44 metros) y 19,2 de manga (5,9 metros), con un desplazamiento de 204 t. A pesar de su reducido tamaño y del espacio que era necesario para la máquina y el combustible, estaba destinado a permitir hasta 118 t de carga8. En medio de gran expectación llega al puerto de Barcelona el 27 de abril, remolcado para montar la máquina. El vapor de ruedas «Cid» fue botado el 27 de agosto de 1848 en los mismos astilleros de manos del mismo constructor y, por qué no, artista: Jerónimo Tudurí. El trabajo fue incluso mejor que el anterior. Tan es así que apenas botado, el Alcalde-Corre-gidor de la ciudad se dirigió por carta al artesano para expresarle su enhorabuena y alabar su habilidad y talento8. Fueron muchas las alabanzas recogidas en la prensa9. El «Cid» medía 187 pies de eslora (unos 56 metros), 26 de manga (unos 8 metros) y desplaza-ba 212 t. Construido de roble italiano, empernado y forrado de cobre, rivalizaba con los mejores vapores ingleses de la época3. El día 28 del corriente parte desde Barcelona el vapor «Barci-no », con 300 pasajeros turistas, atraídos en parte por el hecho de volver remolcando al mercante más moderno hasta el momen-to10. El dos de septiembre estaba en el puerto de Barcelona para la instalación de la máquina. Tras las pruebas de mar corres-pondientes, el 16 de noviembre se hace el último viaje de prue-ba, más que nada de presentación, al que se invita a numerosas autoridades y en el que se ofrece un convite a bordo. El recorrido iba desde Barcelona a Mongat y regreso. Su primer Capitán fue D. Miguel Carafí, bajo cuyo mando realizó ya su primer viaje comercial, que fue a Palma de Mallorca el 29 de noviembre del mismo año11. 238  Sanid. mil. 2016; 72 (3) El servicio como mercante a vapor El «Cid» nació como un buque de transporte mixto, de pa-saje y carga, que se destinó desde el inicio a la línea Marsella- Barcelona-Cádiz, con vistas a hacer un viaje redondo al mes. La carrera constaba de unas escalas fijas y otras opcionales, según las necesidades. Entre las fijas estaba Marsella (Ciotat, a pocos kilómetros de esta), Barcelona, Valencia, Alicante, Cartagena, Almería, Málaga, Algeciras y Cádiz. Entre las potestativas pode-mos referir las plazas italianas (Civitavecchia, Génova y Nápo-les) y Gibraltar, principalmente. Durante la vida útil en la línea la puntualidad fue la norma, siendo excepcional la necesidad de retrasar las salidas o entradas en los diferentes puertos. Los más ilustres capitanes mercantes fueron trabajadores de la Sociedad de Navegación e Industria y, sin duda, es menester referirse a aquellos que comandaron nuestro vapor. El primero de ellos fue D. Miguel Carafí, hasta el año 1850. A partir de ese año pasó a ser el Capitán D. José Casals, hasta mediados de 1855, el periodo más largo de mando en nuestro buque. En julio de 1855 fue nombrado Capitán D. Juan Casamiglia, permane-ciendo en el puesto hasta finales de 1858. Su relevo fue D. Pablo Zanne, al cuál le correspondió el mando del periodo en el que fue transporte de tropas para el gobierno francés y su época como primer buque hospital en el mundo. Tan sólo en ocasiones puntuales hubieron de ser sustituidos, como en la travesía de julio de 1851 en el que ejerció de Capitán D. Rafael Netto. A lo largo de estos diez años predominó la normalidad, aun-que no faltaron algunos acontecimientos que interrumpieron la rutina y que merecen ser reseñados, ya sea por motivos sociales como por motivos más marineros. Ante las magníficas calidades del nuevo buque, fueron fre-cuentes los importantes personajes de la vida social, política e incluso religiosa, que tomaron al «Cid» como medio de trans-porte. Así cabe mencionar el primer viaje comercial, a Palma, en el cuál embarcó el Alcalde-Corregidor de Barcelona D. Do-mingo Portefaix, ya cesante en el cargo al ser designado Gober-nador de Huelva, en noviembre de 184811. Del modo, en julio de 1849 embarca la Infanta Luisa Fernanda, la hija menor de Fernando VII, con su familia en su viaje a Gibraltar12. A final de este mismo año llega a Cádiz a bordo del «Cid» el Gobernador del Campo de Gibraltar, tras ser designado para el Congreso13. Igualmente, el nuevo gobernador de Cádiz, D. José María Cam-pos, llegará a bordo en julio de 185014. Pocos meses después, en enero de 1851, embarca en Barcelona para ir a Valencia, el Mi-nistro Plenipotenciario Belga, el Barón du Jardin15. También el Marqués de Molins, figura esencial en la modernización de la Armada y Ministro de Marina hasta en siete ocasiones, viajará de Málaga a Almería en el «Cid», en junio de 185116. Entre todos estos acontecimientos sociales hubo también he-chos remarcables de carácter puramente marinero en este perio-do. Así, al poco de entrar en servicio, el 15 de febrero de 1849, se relata la caída de un marinero al agua y que no se pudo rescatar a pesar de la pronta acción de las lanchas del buque17. A punto de cumplir un lustro de vida, el 29 de mayo de 1854, el vapor «Cid» tuvo el mayor accidente de su trayectoria, al encallar en la losa del puerto de Cartagena durante la maniobra de aproximación. El incidente produjo grandes daños que hubo que reparar en el


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