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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 858

zan la transparencia, la legalidad y la proporcionalidad de las operaciones a un límite hasta ahora inimaginable. Y ello es debido precisamente a la posibilidad que tiene el operador de pilotarlos desde un CAOC situado a miles de kilómetros de distancia de la zona de operaciones, acompañado in situ del Comandante operacional, de los especialistas de Estado Mayor y del LEGAD, lo cual lleva la aplicación del DIH a toda una nueva dimensión en la que resulta factible realizar complejos cálculos en cuanto a las posibles bajas colaterales en tiempo real y en función del terreno, a las intenciones del Comandante, a la naturaleza de la misión, al enemigo y sus movimientos, las condiciones meteorológicas, las tropas propias presentes en la zona o el tiempo disponible. La abundancia de información que un dron es capaz de suministrar, por no decir la grabación digital de todos los pormenores de la operación, hacen no solo prácticamente imposible alegar que uno ignoraba el número exacto de bajas colaterales que se producirían con el ataque sino que permite, además, revisar a posteriori y en profundidad todos los eventos en aras a descifrar cualquier posible error, negligencia o intencionalidad, desarmando de razones así a quienes denuncian sistemáticamente el uso de estos ingenios en operaciones. Al contrario de lo que ocurre con el operador de un misil guiado o el piloto de una aeronave convencional, el operador de un dron no solo utiliza munición o explosivo de precisión sino que dispone de más tiempo para verificar y confirmar todos los datos de inteligencia gracias a la capacidad de este medio para observar y reconocer sin descanso áreas e individuos durante espacios prolongados de tiempo. Esta posibilidad convierte a los operadores y al resto del personal auxiliar integrado en el segmento terrestre en combatientes aventajados ya que prácticamente pueden decidir cuándo, dónde y cómo llevar el ataque sin la urgencia ni las incertidumbres de un piloto convencional o de un operador de misiles, privilegio hasta ahora prácticamente desconocido. Por ejemplo, cuando estamos ante objetivos no planeados o imprevistos de alta prioridad (Time Sensitive Targeting), aquellos en los Drone MQ-9 Reaper. que el tiempo del ataque es crítico y de los que hablamos más adelante, los drones, por su persistencia y capacidad para sobrevolar zonas especialmente delimitadas o kill boxes durante espacios prolongados de tiempo, garantizarían la destrucción segura del objetivo y la evitación de posibles daños colaterales desproporcionados con mayor facilidad probablemente –porque el dron no necesita desplazarse, ya está allí 24/24− que un caza convencional despachado on call desde una base a 200 kilómetros de distancia: ¿o es que invirtiendo 20 minutos en un vuelo no es tiempo suficiente para que el objetivo busque refugio o para que este se entremezcle con la población civil? ¿Y si la Inteligencia Artificial permitiese incluso introducir algoritmos en los programas del dron para que observe, se oriente, decida y actúe autónomamente de conformidad con el DIH, las ROE y la ATO en misiones de interdicción aeroterrestre (BAI)? LOS DRONES Y SU ARMAMENTO Otra de las áreas definidas por la gestión de objetivos es la elección del armamento necesario para enfrentar el objetivo o fase de Weaponeering, necesariamente limitada por el DIH en función a que el derecho de los adversarios a elegir los métodos o medios de hacer la guerra no es ilimitado (art. 35.1.2 y .3 PA I, 1977). Y es aquí también donde los drones aventajan a la aviación convencional, o así creemos nosotros al menos. Por poner un ejemplo práctico, estos ingenios van armados generalmente con misiles Hellfire, originalmente diseñados para helicópteros, de 45 kg. de peso y una cabeza de guerra de 9 kg. mientras que el peso de un misil Maverick es de 360 kg. y el de su cabeza de guerra 136 kg. En ambientes urbanos donde es más que probable la posible causación de daños colaterales la utilización de armamento de potencia relativamente baja, qué duda cabe, representa una ventaja –y un ahorro− para el Comandante operacional frente a otros de mayor poder destructivo. Pero no se trata solo de las leyes de la física o de la economía aplicadas al ataque. Los drones permiten que el Comandante operacional tenga a su disposición fuerza cinética intrusiva, explosiva o abrasiva de alcance más limitado que el que puedan tener otras fuentes de mayor volumen letal, dosificando así la violencia con precisión. Luego está también la delicada cuestión del conocimiento situacional y la suficiente difusión del DIH. Los pilotos de caza y ataque deben tomar decisiones en función a la información que reciben y a su formación en los principios del Derecho de la Guerra Aérea. Por muchas reuniones pre-vuelo a las que asistan y por mucha instrucción que reciban en 990 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2016


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