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7,5 millones de euros anuales). También habrá colaboración española tanto en la gestión como en el profesorado para el Colegio de Defensa del G5, en Nuakchot (Mauritania). El presidente nigeriano y responsable de turno de esta iniciativa conjunta, Issoufou Mahaadou, incidió en la necesidad «de hacer perennes estos esfuerzos» y recordó que desarrollo y seguridad van de la mano. Su premisa quedó más que patente con la creación institucional durante la Conferencia de la denominada Alianza Sahel, una asociación para financiar medidas de ayuda al desarrollo y complementar la seguridad en un concepto de estabilidad integrador. La iniciativa —lanzada el pasado verano por Francia— contó también desde el primer momento como socios fundadores con Alemania, la Unión Europea, el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo (BAD) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y ahora se han sumado España, Italia y Reino Unido. Durante la reunión de Bruselas se recaudó un montante global de 6.000 millones de euros puestos a disposición de los países del G5 para ejecutar más de 500 proyectos de aquí al 2022. Todos ellos intervendrán en seis sectores prioritarios para la zona: empleo juvenil; desarrollo rural y seguridad alimentaria; energía y clima; gobernanza; descentralización y acceso a los servicios básicos; y seguridad. También, de una y otra manera, respaldarán y complementarán el proyecto de la Unión Africana conocido Gran Muralla Verde del Sáhara y Sahel, cuyo objetivo es revertir la degradación de la tierra y la desertificación. Lo harán construyendo un muro arbolado de 15 kilómetros de ancho como parte de un programa de desarrollo rural en las zonas fronterizas con el desierto. TRABAJO CONJUNTO En Malí, los rebeldes terroristas se hicieron en 2012 con una extensa área del norte del país (la región de Azawad, que llegó a alcanzar los 800.000 kilómetros cuadrados) lo que se convirtió en el detonante para que las alianzas de seguridad acudieran en ayuda del Sahel. Desde entonces, tanto las Naciones Unidas, como la OTAN, la Unión Africana y, sobre todo, la Unión Europea, han des- internacional Rebeldes tuareg del norte de Malí en una reunión celebrada en Sabha (Libia). Yihadismo en el desierto EL vacío del Estado, el hambre y el desierto son el oxígeno del terrorismo» afirma el diplomático español Ángel Losada, representante especial de la UE para el Sahel. Y no hay duda de ello. Hace ahora un año, el 2 de marzo de 2017, los tres movimientos yihadistas más importantes que operan en la zona anunciaron que se fusionaban creando un nuevo grupo considerado ya una de las organizaciones terroristas más sólidas de África. Se trata de Jammat Nasr al Islam wal Mouslimin, al mando del tuareg maliense Iyad Ag Ghali. En el vídeo en el que sus líderes anunciaban al mundo su creación (cuya estética y divulgación recordaban los años más sórdidos de Bin Laden) juraron fidelidad a Al Qaeda y adoptaron el intimidante lema de «una bandera, una organización, un emir». Como indica el informe sobre terrorismo del Instituto de Estudios Estratégicos británico (IISS), «el corazón del yihadismo del Sahel late en Malí». En concreto, los tres movimientos que se han fusionado son Ansar Dine (comandado por Ghali, fue creado a principios de la década y tuvo un incuestionable protagonismo en la ocupación del norte de Malí en el año 2012); Al Qaeda del Magreb Islámico, al mando de Djarmel Okacha, alias Yahia Abou el Hamman y que cuenta entre sus filas con la katiba (brigada) del famoso terrorista Mojtar Belmojtar; y el Frente de Liberación de Macina, un movimiento creado hace apenas dos años en Malí y liderado por el imán Amadou Koufa. Unos días después de la divulgación del vídeo, el 11 de marzo de 2017, realizaron su primera acción atacando un puesto de control militar al norte de la capital, Bamako, y matando a once soldados malienses. Desde entonces, sus ataques se han mantenido en un constante goteo de muerte y terror —el pasado 20 de febrero dos militares franceses de la operación Barkhane fueron asesinados con un artefacto que explosionó al paso de su vehículo— que se ha extendido por los países vecinos. En la actualidad y según datos de la Secretaría de Estado norteamericana, el nuevo grupo se está implantando no sólo en la región de Azawad sino también en el centro de Malí, las provincias occidentales de Níger, el desierto de Mauritania y el oeste de Burkina Faso. En opinión del IISS, esta nueva estrategia de los acólitos de Al Qaeda para sumar fuerzas es, en buena medida, consecuencia de la guerra interna entre las dos facciones terroristas. África es el nuevo campo de batalla para dirimir quién lidera el yihadismo. La expansión del Daesh por la zona —sumada a la llegada de combatientes procedentes de Siria e Irak— es más que evidente. En este momento, ya han jurado fidelidad al autodenominado Estado Islámico el terrible Boko Haram en Nigeria, AQMI en el norte de África y tres grupúsculos escindidos de Al Shabab en Somalia. PANAPRESS/EFE 50 Revista Española de Defensa Marzo 2018


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