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57 vuelos tanto en Madrid y Barcelona co-mo entre otras ciudades de España. Los pilotos ingleses, conscientes de la superioridad de los aeroplanos que traían, como parte de su misión, llevaron a bordo a tripulantes españo-les siempre que pudieron, dejando una impresión inmejorable de la calidad y maniobrabilidad de sus aparatos. El coronel Sandey y el mayor Darley ac-tuaron de instructores en tomas y des-pegues del capitán Moreno Abella, del comandante Aimat y del teniente Pé-rez Núñez en el Handley Page y todos comentaron que el pilotaje era relati-vamente fácil. Los españoles, acostum-brados a volar en equipos viejos y anticuados, daban por supuesto que en un futuro próximo contarían con equi-pos como estos. Con la perspectiva del tiempo hay que reconocer que los pilotos extranje-ros supieron hacer su trabajo, mantu-vieron la emoción de la opinión pública, subieron en sus vuelos al menos a seis redactores de periódicos y revistas, hi-cieron gestos simbólicos como tirar desde el aire un ramo de flores sobre la tumba de Hedilla («… arrojarán algunas flores, e idéntica ofrenda harán sobre el lugar donde descansa aquel malogrado y gran amigo nuestro, José María Ar-mangué, mártir cual Hedilla de los pro-gresos de la aviación»); llevaron el correo y periódicos desde Barcelona a Madrid ( «se llevaron a bordo ejempla-res de La Vanguardia con objeto de re-partirlos a la llegada a Madrid»), o desde Madrid a Sevilla y después de comer volvieron a Madrid; hicieron pro-paganda de que habían venido en vuelo desde Paris a Madrid («Un avión fran-cés, llegado de París por el Aire …») y no desmontados en trenes como era la costumbre para largos viajes; volaron de Madrid a San Sebastián; trajeron un ramo de flores desde Barcelona para regalárselas en Madrid a S.M. la reina («Media hora después de llegar a esta capital el Hundley Page, fue entregado en Palacio, a la reina, el ramo de flores que el aeroplano traía de Barcelona»); o subieron en vuelo a una cantante de moda u alguna otra señorita («fue des-pedido con una ovación, obligada en parte a las damas que, viajando en el aparato, dieron pruebas de intrepidez»). Cosas que ahora carecen de importan-cia, pero en 1919 se consideraban casi inimaginables. Viene a cuento una viñe-ta publicada en Blanco y Negro sobre los continuos vuelos que se estaban produciendo sobre la capital (número de 1 de junio) en la que todo el mundo mira hacia arriba mientras un ratero rea-liza su trabajo con el texto: «El avión que pasa… y el ratero que se aprove-cha ». Para agrandar los efectos publicita-rios invitaron a sus vuelos, como he se-ñalado, a redactores de El Sol, ABC, Blanco y negro, España Automóvil, el Globo, El Fígaro, La Correspondencia de España y tantos otros. Dejemos que sea un periodista el que nos relate la emoción de estos vuelos en la Ciudad Condal16: «Nunca habíamos visto efec-tuar tan arriesgados y temerarios ejercicios acrobáticos como los realizados ayer por Mario Stop-pani sobre Barcelona, con su bi-plano Ansaldo. Sabíamos, y ayer se lo dijimos17 a nuestros lectores, que se trata del más acróbata de los pilotos aviadores italia-nos, paro no creíamos a nadie capaz de realizar una serie tan continuada de te-rribles piruetas y saltos, al parecer, mortales de necesidad, con una segu-ridad tan pasmosa que causaron el asombro, asombro grandísimo de cuantos se reunieron ayer tarde en nú-mero considerable en el Salón de San Juan y Parque, en calles, en terrados y balcones de muchas casas de Barcelo-na … y al pasar en diversas ocasiones por encima de ella, arrojó abundantes ramos de flores desde una altura de unos doscientas cincuenta metros, yen-do a caer los ramos a diez metros de la estatua. Se remontaba y descendía por el es-pacio cual un ave. Después de realizar varios paseos del mar al interior de la ciudad y … dio comienzo a una serie, que pareció inacabable de piruetas que impresionaron soberanamente al público. Repetidas veces efectuó el looping, o sea, un salto completo de campana, en todos sentidos, pero lo más atrevido y sensacional fueron las vueltas en espi-ral, lo que los aviadores llaman barrena, ya que, estando completamente dere-cho el aparato, gira sobre sí como si barrenase el espacio. En varias ocasiones el público su-frió la enorme sensación de que el bi-plano Ansaldo caía en tierra cual una hoja al desprenderse del árbol, pero Stoppani se erguía majestuosamente y reemprendía su vuelo en medio de nutridos aplausos, que no oiría, porque Planos de la patente n.º 74.322 /1920 del Autogi-ro de de la Cierva El Fígaro de 23 de mayo. El rey junto a los pilotos ingleses conversando mientras observan al Handley Page en tierra Plano lateral de la patente de introducción presentada por Talleres Herreter correspondientes al Cau-drón de escuela


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