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AEROPLANO 28

Lacalle ha obtenido una merecida fama y reconocimiento sobre la base de su muy valerosa actuación en los primeros meses de la guerra civil, pero no debemos olvidar que sólo accedió a la Jefatura de la Escuadra de Caza a finales de la batalla del Ebro (este puesto lo desempeñó, casi desde el principio de la ofensiva, el comandante Isidoro Giménez García) y que su liderazgo en la campaña de Cataluña, que algunas fuentes definen como muy enérgico y temperamental, recibió críticas por parte de los jefes de escuadrillas bajo su mando. En definitiva, Lacalle, al igual que algunas figuras aeronáuticas del bando franquista, merece ser objeto de un estudio monográfico. Para terminar con el apartado de los aviadores de preguerra resta mencionar los libros hechos por personal que no tuvo cargos directivos. Es el caso del mecánico Sol Aparicio Rodríguez, Yo luché en tres mundos17 y el muy poco difundido de La Vida y yo de Pedro Tonda Bueno18. Aunque ambos ingresan en la Aviación Militar de preguerra desempeñando cometidos muy diferentes (Tonda, marino mercante, ingresa como observador de aeroplano mientras que Aparicio es mecánico) tienen en común el hecho de haber intervenido en los momentos más duros de la campaña de Marruecos, que en el caso de Aparicio es más dramático por haber sufrido el cautiverio a manos de los rifeños de Abd.el.Krim después de que asaltaran su aeródromo. El significativo título del libro de este aviador madrileño resume su periplo vital en tres conflictos (Marruecos, Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial) y en lo que a la contienda aérea española nos aporta la visión del personal no volante, en este caso muy vinculado a la Jefatura de las Fuerzas Aéreas de Albacete. Por el contrario, el testimonio de Tonda, que solicita su pase a las compa ñías aéreas civiles, constituye una fuente inestimable para conocer el papel desempeñado por los pilotos de LAPE en los primeros días de la sublevación, faceta de la guerra aérea que aún no ha sido suficientemente estudiada y difundida. Tonda narra con detalle la movilización espontánea de los pilotos de la línea en Barajas, los incidentes de Tablada que dieron lugar a la captura de un Douglas DC-2 por la intervención de Vara de Rey, así como la adaptación de estos aparatos, los más modernos de la aviación española de 1936, como bombarderos improvisados antes de asumir los múltiples servicios de transporte de oro, municiones, armas, bombas, material y personalidades que hicieron hasta el final de la guerra civil. Entre el personal no volante de preguerra hay que mencionar otros dos libros menos conocidos. El primero de ellos es Dédalo e Ícaro de Emilio Clemente Ávila19. Este mecánico militar estaba destinado en Getafe en julio de 1936 y describe la situación vivida entre los mecánicos de la base desde el momento en el que se conocen las primeras noticias de la sublevación en África y su participación en los primeros vuelos de guerra. Clemente pasará después a una escuadrilla de Polikarpov RZ con la que finalizó el conflicto. Por último, pese al escaso tiempo transcurrido entre su incorporación a la Aviación Militar a primeros de enero y julio de 1936, hay que mencionar el testimonio del ametrallador-bombardero Juan Francisco Gómez Martínez, que ingresó en Cuatro Vientos a primeros de año y luego adquirió su especialidad en Los Alcázares, siendo destinado a Getafe20. Al producirse la sublevación militar realiza su primer servicio de guerra sobre el Alcazar de Toledo y luego sirve como ametrallador-bombardero en los Potez 540 desde Manises (Valencia) y en Asturias en misiones de vigilancia de costa. Al poco tiempo, Gómez ingresa en la 130 José María Bravo.


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