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MEMORIAL DE CABALLERIA 84

Varios personajes ilustres del arma de caballería Ferraz regresó a Europa en un accidentado viaje, terminando una estancia de más de ocho años en el Perú, donde había recorrido casi 20.000 leguas a caballo y cruzado diez veces los Andes. Al volver a España, su vida no fue fácil mientras Fernando VII se mantuvo en el absolutismo, por estar considerado como de ideología liberal. Con todo, fue designado para el mando del Regimiento Extremadura 3º de Ligeros, de guarnición, primero en Burgos y después en Almagro y Murcia. Cuando Fernando VII enfermó y no dirigía ya los asuntos políticos, la Reina no tuvo más remedio que apoyarse, para enfrentarse a Don Carlos, en los liberales y Ferraz fue nombrado coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo de la Guardia Real. En 1835 fue promovido a mariscal de campo y nombrado Inspector General de Caballería. De nuevo puso de manifiesto sus dotes para la organización y administración. Con extraordinaria rapidez consiguió que el Ejército de Isabel II dispusiera de una Caballería eficaz y capaz de decidir las batallas contra los carlistas. Completó la plantilla de caballos de los regimientos por el sistema de requisa, estableció depósitos de remonta próximos a las zonas de operaciones y tomó diversas medidas para instruir a los escuadrones, antes de enviarlos a combatir. En reconocimiento a su labor en esta guerra se le concedió la Gran Cruz de San Fernando y fue ascendido a teniente general en 1839. Reorganizó en 1841 el Arma, que fue estructurada en una escala general y única, desapareciendo las especialidades o institutos, salvo el Regimiento de Húsares de la Princesa. Se preocupó de dotar a los jinetes y caballos de un equipo más ligero y armamento adecuado, como una carabina ligera de pistón, un sable más largo, de menos peso y no tan curvo, y una lanza con moharra sin cruceta ni tope de madera de majagua (Cuba). Pero su obra más brillante en favor del Arma fue la creación en Alcalá de Henares, en 1842, de la Escuela General de Instrucción, que después se llamó Establecimiento Central de Instrucción de Caballería. Se componía de las siguientes escuelas: herradores y forjadores, trompetas y educandos, equitación militar y práctica para oficiales. Además, disponía de un depósito de instrucción para los quintos. Ferraz se preocupó también de modernizar el empleo táctico del Arma e hizo los reglamentos para «el ejercicio y maniobras de la Caballería» y para «las guerrillas de Caballería», así como un prontuario para las voces de mando. Por toda esta labor fue llamado «El regenerador de la Caballería». Vinculado a los ayacuchos, sería nombrado para diversos cargos de responsabilidad, mientras esta facción de los liberales, luego partido, dispusiera o estuviese al frente de los negocios públicos. Así, fue tres veces Ministro de la Guerra (en 1835, 1838 y 1840) e incluso, durante un mes, Presidente del Consejo de Ministros (verano de 1840), además de Inspector de la Milicia Nacional. Al regreso de Espartero en 1854, volvió a ser nombrado Inspector de la Milicia y alcalde de Madrid. Murió en San Lorenzo del Escorial (Madrid) el 31 de agosto de 1866, retirado de la vida pública. Podemos afirmar que Ferraz, junto con Ricardos, ha sido, seguramente, el general de Caballería más completo y de actuación más enjundiosa de España. –– Un Eco de Clarines. Historia de la Caballería española.- Albi de la Cuesta, J.; Stampa Piñeiro, L.; Silvela Miláns del Bosch, J. Mª.- Tabapress, 1992. ISBN: 84-7952-094-9. 82 Memorial de Caballería, n.º 84 - Diciembre 2017


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