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Jura de bandera en septiembre de 1981, donde había una representación de la Sección Cinológica de la AGA Un ya lejano 3 de marzo de 1957 se publicaba la orden de creación de la Policía de Aviación, firmada por el entonces Ministro del Aire General Gallarza, en la que se establecía cuales eran las principales misiones de este cuerpo. Desde entonces los cambios y la evolución han sido una constante, casi en el día a día. Sin embargo, se podría decir, que la seguridad de la Academia General del Aire está marcada por tres etapas. Una primera etapa, en la que el recurso humano era el principal elemento. Las guardias de veinticuatro horas en la que los soldados estaban desplegados por toda la unidad: por la granja, por el perímetro, patrullas peatonales e incluso, en pequeñas barcazas por el mar, en los antiguos polvorines, dentro de los edificios, con un vallado exterior poco más que simbólico, que se extendía hasta la colonia de la Ciudad del Aire, apenas sin vehículos y con caminos de tierra que eran impracticables cuando la meteorología era adversa. La segunda etapa llega casi al final de los años 70, momento en el que llegaron las garitas elevadas, desde donde las guardias se hacían sujetas a las inclemencias del tiempo, el perímetro sensibilizado y los descansos en el Cuerpo de Guardia cada cuatro horas de servicio y retén, formada por un colectivo de hasta 300 soldados que se turnaban en dos grupos para cubrir todos los puestos. La tercera etapa es la actual, donde la tecnología es la mejor aliada de la seguridad, cuando los turnos pasaron a ser de ocho y doce horas. Un ejército mucho más reducido donde los medios técnicos tienen un papel importante en la seguridad y la normativa se convierte en un complemento importante a la labor de la Policía Aérea: Aquellos relevos de la guardia de cincuenta soldados desplegados de reemplazo son ahora más reducidos, más profesionales y con mayores medios para hacer frente a las nuevas amenazas. Los fieles perros que complementaban la seguridad han dado paso a las cámaras con capacidad nocturna, a los detectores de microondas, a los modernos equipos de comunicaciones, al vallado normalizado, a los vehículos capaces de acceder por cualquier camino, incluso con una uniformidad adaptada y a la continua preparación y adiestramiento del personal. Lo que no ha cambiado es la ilusión, las ganas y entender la milicia como una forma de vida. El 1 de enero de 2002 trajo la profesionalidad de todos los miembros de las Fuerzas Armadas Nuevos tiempos, nuevas instalaciones, nuevos equipos… y el mismo compromiso ilusión y ganas de trabajar por su país. 372 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Mayo 2018


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