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Departamento de Defensa de EE. UU. ha molestado a muchos empleados. Pero, realmente, ¿tenía capacidad de maniobra para evitarlo?, ¿deseaban evitarlo? La inteligencia artificial (IA) será probablemente la tecnología más importante de uso militar en los próximos años. Escasos actores mundiales tienen capacidad para utilizarla de una forma útil en sus sistemas militares. Si no se dispone de ingentes cantidades de información, la IA, probablemente, o no será necesaria, o no dispondrá de la «materia prima» para dar un producto fiable. Si no se dispone de sistemas capaces de adquirir de forma continua más cantidades ingentes de información, los resultados obtenidos quedarán rápidamente obsoletos. Si no se dispone de la capacidad de realizar acciones de respuesta en tiempo real ante cualquier suceso detectado, no tiene ningún sentido saber que está pasando, y el hecho de disponer de las respuestas adecuadas es irrelevante. Es decir, la IA, por si sola, no es útil a todas las fuerzas armadas de cualquier país del planeta, solo a aquellas que disponen de la tecnología y los medios adecuados para explorar sus beneficios. De esta forma, disponer de los equipos científicos que desarrollen los algoritmos para que un programa de IA procese los datos, obtenga conclusiones y aprenda de la corrección de sus conclusiones anteriores solo es el principio o una parte de la ecuación del uso militar de la IA. Entre esos escasos actores con capacidad tecnológica y militar para explotar los beneficios de la IA están Estados Unidos y China. Y los primeros ven con preocupación la política de reafirmación del gigante asiático en el ámbito geopolítico y económico, la evolución de sus fuerzas armadas y, como no, sus rápidos avances tecnológicos. China tiene muy claro el papel que la IA va a desempeñar en el equilibrio de fuerzas a nivel mundial y desarrolla proyectos muy avanzados en ese campo. El desarrollo de lo que se llama «una inteligencia artificial», es decir, una aplicación de inteligencia artificial con capacidad de aprendizaje, es un proceso complejo, lento y costoso. Y al final no tenemos un «cerebro positrónico» de uso general, como los imaginados por Isaac Asimov. Es una herramienta bastante específica para resolver problemas bastante concretos. Hacer otra que resuelva un problema que no sea muy similar puede suponer repetir el tedioso proceso de desarrollo. Uno de los logros de Google ha sido desarrollar tecnologías de IA que permiten desarrollar sistemas de IA. Aún no estamos asistiendo al nacimiento de Skynet, pero es un paso. El proceso de desarrollo se acelera y esto acelerará los usos de la IA y su capacidad para obtener conclusiones más ajustadas a la realidad. Esto no es la carrera espacial ni la escalada armamentística en número y potencia de cabezas nucleares, pero la guerra fría parece empezar a ser un paradigma aceptable para la situación. Sin duda alguna, en Estados Unidos mucha gente piensa que vencer en esta nueva competición es una cuestión de supervivencia. Y pocas compañías estadounidenses que tengan aportaciones que hacer podrán quedarse al margen. O querrán perderse los sustanciosos beneficios que los contratos oficiales comportan. A George Orwell le recordamos con frecuencia por su obra de ficción distópica 1984, que introdujo el concepto de lo que Jan Van Helsig dio por llamar «sociedad orwelliana», cuyas características son de sobra conocidas, pero agudo observador y fecundo imaginador, también sentenció que «el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen como verdades y que asesinar parezca respetable...». No sé si llegados a este punto la IA nos permitirá discernir las mentiras de las verdades y conservar nuestra conciencia libre del consentimiento para justificar lo injustificable. 414 RREEVVIISSTTAA DDEE AAEERROONNÁÁUUTTIICCAA YY AASSTTRROONNÁÁUUTTIICCAA // Maayyoo 22001188


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