850 Opinión desinformación

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¿Por qué hablamos de desinformación cuando es guerra informativa? Conceptos como desinformación, noticias falsas, troll, bot o guerra híbrida se han popularizado entre analistas, comentaristas, académicos o políticos de todo el mundo tras observar la intervención rusa en Ucrania o sus actividades de influencia en los comicios presidenciales estadounidenses de 2016. Hoy en día, muchos emplean estas ideas para definir todas aquellas actividades relacionadas con el uso y explotación del entorno online (desde la propaganda multicanal, hackeo y filtración de información personal hasta los ciberataques) realizadas por Moscú para proyectar su influencia política bajo el umbral del conflicto armado. Sin embargo, estas actividades tienen un nexo común: forman parte de la guerra informativa (informatsionnaya voyna) rusa contemporánea que, heredera de las medidas activas (aktivnyye meropriyatiya) soviéticas y condicionada por el auge de la Revolución en los Asuntos Militares (RMA) en la década de 1990, es considerada por el Kremlin como uno de los pilares de las «guerras de nueva generación» y el fundamento de los conflictos futuros1. Este artículo realizará un breve repaso a la concepción rusa de guerra informativa para arrojar luz a este fenómeno mucho más amplio y complejo que la simple desinformación. Antes de referirnos a la guerra informativa, es necesario recordar que Rusia considera que puede proyectar su poder mediante una amplia gama de vectores, desde la economía o la diplomacia hasta la cultura, la moral, el arte o el medioambiente. Combinados, estos pueden emplearse como herramienta política para alterar la correlación de fuerzas, coartar las acciones del adversario controlando la escalada, subvertir moralmente y desestabilizar políticamente su sociedad o apoyar el logro de los objetivos estratégicos sin apenas utilizar la fuerza armada2. Aunque esta concepción recoge la larga herencia del país en materia de subversión y desestabilización, esta es también la interpretación que Moscú hace del enfoque integral (comprehensive approach) occidental y su percepción sobre la guerra híbrida que aparentemente están llevando a cabo Estados Unidos y la Alianza Atlántica contra el país3. En el epicentro de este enfoque se halla la información, considerada por el Kremlin como la principal herramienta para proyectar el poder nacional, uno de los fundamentos de la soberanía nacional y –en línea con la tradición soviética– uno de los principales activos a salvaguardar para mantener la estabilidad política, social o moral del país frente a influencias externas. Esta concepción que prima la protección del espacio informativo nacional y la proyección de la influencia exterior es anterior a la llegada de internet. Sin embargo, fue en la década de 1990 cuando la comunidad de inteligencia rusa alertó de que las nuevas tecnologías –consideradas por muchos como una invención de la CIA para socavar Rusia– eran una amenaza a la seguridad por su potencial desestabilizador4. Paralelamente, sus Fuerzas Armadas entendieron que la información –y no las armas de precisión o los sensores tal y como entendía inicialmente el Pentágono cuando comenzó a popularizarse la RMA– revolucionaría el arte de la guerra5. Esta no solo se convertiría en el principal activo de los conflictos futuros, sino que incluso permitiría desestabilizar un país en cuestión de días y derrotar a un oponente militarmente más poderoso sin la necesidad de combatir6. Junto con la debacle rusa en Chechenia, estas aproximaciones confluirían en la Doctrina de Seguridad de la Información de la Federación Rusa del año 2000. Desde su publicación se han producido significativos avances en la vertiente militar de la guerra informativa –los ciberataques en Estonia (2007), la integración de los vectores físicos y lógicos en Georgia (2008)7 o el manejo de toda la gama de actividades radioeléctricas y propagandísticas en Ucrania (2014)– y en la adaptación de las medidas activas soviéticas a la era digital hasta culminar en la campaña para influir en los comicios presidenciales de 20168. Sin embargo, este documento elaborado hace casi dos décadas y Guillem Colom Piella Doctor en Seguridad Internacional 850 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2019


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