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que recurrir el único ingeniero civil ocupado realmente en la solución del “problema de la navegación aérea”. En suma, dos personalidades, Leonardo Torres Quevedo y Pedro Vives Vich, y dos mundos que se encuentran en España: la Ingeniería civil y la Aerostación Militar. UNA REAL ORDEN HISTÓRICA Y UN OBJETO HISTORIABLE: EL CENTRO DE ENSAYOS DE AERONÁUTICA La resonancia internacional de la novedad que había presentado el insigne inventor en el mes de mayo de 1902 fue considerable: el Informe de la Academia de París se reproducía en el número de septiembre de 1902 de la revista del Aero-Club de Francia, LʼAerophile, y se publicaban reseñas en el mes de octubre en diversas revistas británicas como Nature y The Aeronautical Journal. Puede afirmarse, sin temor a equivocarnos, que se convirtió, en esos momentos, en uno de los ingenieros y científicos aeronáuticos más respetados en el país vecino. Surcouf se ofrecía nuevamente a fabricar y ensayar sus modelos, y, realmente, lo más fácil para D. Leonardo a finales de 1902 hubiera sido aceptar los ofrecimientos de una muy receptiva Francia. Pero él, nuevamente, decidió esperar y siguió adelantando el plan de ensayos que tenía perfectamente concebido. Así, el 10 de diciembre de 1902 solicitó una nueva patente en Francia por un “Systema dit Télékine pour commander á distance un mouvement mécanique”. En síntesis, el proyecto del telekino para gobernar a distancia las pruebas del dirigible, aún non-nato, sin poner en riesgo vidas humanas. El 14 de enero de 1903, tal como se recogía en la revista La Biblioteca, nuestro inventor recibió, por fin, noticias favorables: el Gobierno se comprometía a introducir una partida en el Presupuesto para 1904 con la dotación necesaria para construir y ensayar su sistema en España. Para recordarle ese compromiso a los políticos, y como recogía Madrid Científico en el otoño de 1903, una comisión de miembros del Ateneo de Madrid, compuesta por los señores Echegaray, Azcárate, Andrade y Urzáiz visitó al Presidente del Consejo de Ministros “para pedirle que el Gobierno conceda la cantidad de 200.000 pesetas, comprometiéndose el Sr. Villaverde a acceder a los deseos de los ilustres comisionados”. Recogida en el Presupuesto aprobado en diciembre de 1903 la cantidad de 200.000 pesetas, por Real Orden del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio de 4 de enero de 1904, se creaba el Centro de Ensayos de Aeronáutica (dependiente de la Dirección General de Obras Públicas) y un Laboratorio anejo, para la realización de los ensayos de los aparatos de navegación aérea y para dirigir la maniobra de motores a distancia, inventados por Torres Quevedo. Como parece obvio, la propia Real Orden determinaba que la Dirección del Centro correspondía a D. Leonardo, quien la desempeñaría de forma gratuita; aunque se contemplaba que se sufragasen todos los gastos propios del cargo y los viajes al extranjero que pudieran exigir los estudios y trabajos de la nueva institución. En suma, el 4 de enero de 1904 nacía un “objeto historiable” cuya historiabilidad se irá explicitando en las consideraciones que siguen. La Real Orden autorizaba al Director a buscar el local necesario para la instalación del Centro y del Laboratorio anejo, con las condiciones necesarias para que se pudieran realizar los ensayos previstos. Así, el propio mes de enero de 1904, recién creado el Centro, Torres Quevedo encontraba la sede adecuada para sus proyectos: el “Frontón Beti-Jai”, sito en el nº 5 de la madrileña calle del Marqués de Riscal, donde podía instalar el material y donde disponía de un espacio suficientemente amplio (la pista en desuso) para extender y coser las grandes lonas que constituirían la envuelta del aerostato y para realizar las pruebas de mando a distancia con el telekino. Pero en esos momentos también había desarrollado ya notablemente su proyecto inicial de dirigible semirrígido de 1902. Así, el 27 de enero presentaba una nota a la Real Academia de Ciencias de Madrid, titulada “Globos atirantados”, en la que vislumbraba la posibilidad de eliminar la quilla metálica plana y todos los elementos rígidos de la estructura interior (viga, largueros y tirantes). Y, por primera vez, se introducía lo que será la gran aportación de Torres Quevedo que integre la Aeronáutica mundial: la concepción de un sistema de tirantes de cuerda dispuestos en una estructura interior de sección triangular que proporcionaría autorrigidez a los dirigibles (con la sobrepresión del gas) y desde la cual se suspendería la barquilla. Sin embargo, la primera tarea del Centro no sería la construcción del dirigible, sino las pruebas del telekino, para cuyo desarrollo Torres Quevedo necesitaba ingenieros especializados. Resuelto el tema del local, la Real Orden le autorizaba también a contratar personal técnico y administrativo, y obreros. Los primeros Auxiliares técnicos del Centro serían un Ingeniero de Caminos, Manuel Lorenzo Pardo, y un Ingeniero Militar (perteneciente al Batallón de Telégrafos), el teniente Antonio Peláez-Campomanes y García de Miguel3; ambos se incorporarían en marzo de 1904: la Ingeniería Civil (Ministerio de Fomento) y la Ingeniería Militar (Ministerio de la Guerra), colaborando en el proceso de regeneración de España tras el “desastre de 1898”. Ultimado el primer modelo efectivo del telekino en los talleres del Centro, durante los últimos meses de 1904 y los primeros de 1905 el inventor realizó unos primeros ensayos dirigiendo a distancia los movimientos de un triciclo evolucionando por la cancha del Beti-Jai. Confirmadas las expectativas, a finales de marzo nuestro ingeniero organizó 25 Esquemas de la patente francesa del dirigible, 1902.


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